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Lecorbu, es que parte del mensaje es una edición por eso no te enteras. La edición es lo de entre paréntesis que pone que edito y el último párrafo.
A ver si así... Eso y que hay que seguir la conversación de antes...
Vamos, que venimos hablando de un libro de texto que habla de feminismo radical y dentro de ello mete a "partidos" (ni siquiera habla de sectores o grupos, sino directamente partidos) que defienden que el lesbianismo es la mejor opción sexual (yo creía que eso no existía porque jamás lo había oído y a raíz de lo que dice dynamic me meto en la wiki en inglés y sí habla de ello, pero en inglés, no en español y dentro del llamado "feminismo lésbico", que he dado con ello a raíz de informarme sobre la mujer que decía dynamic) y mezclan en el mismo párrafo a Lidia Falcón que precisamente feminista radical no es, y mucho menos aboga por el lesbianismo.
Luego enlaza con mi mensaje anterior (sabiendo lo de la edición), a ver si así... :P
La importancia de ser guapo
Sé por qué Karl Ove Knausgård ha tenido tanto éxito en este país. Se ha atrevido a llevar lo doméstico a la zona masculina, cómoda, universal, que todos podemos entender. Si Karla Ove Knausgård hubiera escrito seis tomos sobre su vida en primera persona, lo habríamos llamado diario, o quizá al aterrizar en el periodismo cultural español le habrían preguntado si era una saga para mujeres. Elena Ferrante no sabemos siquiera si es una mujer, pero sus libros no parecen tan universales como los de Knausgård. Siempre se dice de sus novelas que exploran la sensibilidad femenina, la amistad entre mujeres. Y es cierto, pero todavía no he leído en ninguna parte que Knausgård explore la sensibilidad masculina. No creo que haya muchas críticas de libros escritos por hombres que valoren el rol del hombre-personaje. Nadie habla de si un personaje masculino sensible es la nueva masculinidad de la que empiezan a hablarnos en otros ámbitos, que no el literario. Sin embargo, el personaje femenino siempre queda expuesto: necesita tener un rol, lanzar un mensaje. Siempre la mujer dentro de la novela tiene un significado social: o bien habla de la mujer contemporánea, o bien hace una crítica, o bien reivindica algún derecho. Y siempre, por supuesto, son personajes con sensibilidad femenina. Quizá sensibilidad y masculina son dos términos que se repelen y contradicen, porque nunca se habla de ella, nunca es un valor literario en las novelas.
Obviando esta lucha de matices, lo importante es que Karl Ove Knausgård tiene melena plateada, ojos azules, la seguridad física de quien se sabe atractivo. Nadie lo dice en las reseñas de sus libros, pero es así. Cuando hablamos del descubrimiento literario que ha supuesto el testimonio del noruego, nadie hace mención a su físico. ¿Por qué iban a hacerlo? Nadie cuenta, en las entradillas de las entrevistas, si se atusaba el pelo mientras respondía, ni cómo era la ropa que llevaba, ni siquiera si usaba perfume o no aquel día. Ningún crítico ni crítica se ha permitido la licencia de hacer poesía con él: su voz de fumador se pega a la piel como el sudor en verano. Nadie habla de él en las reseñas como se habla de un amante, como se habla de un personaje de ficción. No se les ocurre hablar de él como si no existiera, con un lirismo dulzón y patético. No lo hacen tampoco con José Luís Peixoto, ni con Paolo Giordano, ni con Samuel Beckett, ni con Henry Miller.
La importancia de ser flaca… o madre
Dando un paso al frente y saliendo del periodismo cultural, me pregunto por qué Mireia Belmonte «es simpática y más guapa y delgada que en televisión». Lo dijo Pedro Morata, y seguro que lo hizo para halagarla. Y es probable que Mireia Belmonte no se molestara con él por el comentario, porque intuía que no pretendía ofenderla. Es probable que ni Peixoto ni Giordano ni Beckett ni Miller se molestaran si alguien les dijera que son atractivos, además de escritores. Pero nadie lo hace. Del mismo modo que cuando nos presentan un ministro nadie nos cuenta que lo es a pesar de tener cuatro hijos, como sí lo hicieron con Dana Reizniece-Ozola. Para ponernos en situación: la ministra de Finanzas de Letonia es la campeona del mundo en la Olimpiada de Ajedrez. Ha ganado, con su ministerio y sus cuatro hijos, a Yifán Hou. Y sí, es cierto, tiene mérito que una ministra y madre sea, además, campeona de ajedrez. No solo tiene mérito, sino que es sorprendente por muchas cosas, pero también por una cuestión de practicidad. Haciendo el apunte de su maternidad lo que nos están dando a entender es que ella se ocupa de esos cuatro hijos. Quizá sí lo haga, pero ¿por qué se da por hecho? La imagen que se da de ella es la de una mujer que se ocupa de sus cuatro hijos y saca tiempo para su ministerio y su ajedrez. ¿Lo dirían de algún ministro? Dice Leontxo García que «su marido y otros parientes la ayudan mucho a cuidar de sus cuatro hijos». Sí, hay que prestarle mucha atención al verbo: el marido, que también es padre de esos cuatro hijos, la ayuda. Los medios, una vez más, nos muestran la imagen que todavía no nos hemos podido quitar de la mujer. Por eso Elena Ferrante (no sabemos si mujer, pero con nombre de mujer) escribe una historia sobre la sensibilidad femenina y la amistad entre mujeres, y lo que hace Knausgård es abarcar el mundo, la vida, lo universal… lo público, frente a lo particular de la mujer.
La importancia de ser guapa
Si no eres flaca ni madre, pero sí eres escritora, que seas guapa o no lo seas es importante. Zadie Smith ha sido descrita como «el icono perfecto: guapa, inteligente con gafas de pasta» (Jorge Berástegui, El Huffington Post). Anne Sexton era «delgada y alta como una modelo, teatral, con sus ojos azules y su pelo negro, su voz de fumadora se pega a la piel como el sudor en verano» (Elsa Fernández-Santos, El País). Sylvia Plath, «la chica guapa, delicada, violenta y trastornada» (Manuel Hidalgo, El Mundo). De Jhumpa Lahiri nos cuentan que es «la escritora, tímida, guapa, que está casada con un periodista guatemalteco» (Guillermo Altares, El País). Ganar un Premio Nobel no es tanto para Alice Munro como ser «una mujer muy guapa, con una cara de expresión tan intensa como las aventuras de su vida, con unos ojos brillantes» (Antonio Muñoz Molina, El País). Emma Cline, la autora del momento gracias a Las chicas, es «lo que se dice guapa. Una belleza casi botticelliana de rostro ovalado y unos ojos azules que parecen detener el tiempo cuando los miras de cerca» (Jacinto Antón, El País). «Guapa, rica y exitosa» es Camilla Läckberg (Iván Gil, El Confidencial). Pola Oloixarac es, por orden, «joven, guapa, modelo, cantante, bloguera, licenciada en Filosofía y escritora» (Inés Martín Rodrigo, ABC). Elsa Morante, además de la esposa de, era «guapa, tenía una sonrisa entre tímida e irónica, un rostro juvenil» (Aurora Conde, El Mundo). A Mercè Rodoreda le conceden el beneficio de la duda, no solo «fue guapa y sigue siéndolo, sino que exteriormente es esto. Pero hay que verla por dentro» (Manuel del Arco, La Vanguardia). Montserrat Roig, en cambio, «era la mimada del director, Ibáñez Escofet, al que siempre le gustaron las chicas guapas» (Joan de Sagarra, El País). A Doris Lessing le pasa como a Munro con el Nobel, que además de una digna ganadora es «una anciana tan guapa y tan pulcra como el hada madrina de un cuento para niños» (Rosa Montero, El País). Simone de Beauvoir fue «alta, guapa y seria, con ojos radiantes bajo unos pesados párpados» (María Antonietta Macciocchi, El País).
Pero volvamos por un momento a la crítica actual, de autoras contemporáneas que pasan por lo mismo que Knausgård. Así describen a Milena Busquets: «La suya es una media melena rubia, que se atusa de vez en cuando con unos dedos larguísimos. Y eso, junto a una tez pecosa, una mirada azul clarito que pasa de la ironía a la ternura en una décima de segundo y una silueta estilizada de elegantes movimientos le confieren un cierto aire de extranjera de clase alta» (Vis Molina, El Cultural). La que más veces ha tenido que sufrir los comentarios a su físico fue Carmen Laforet, que incluso se insinúa que tuvo éxito a pesar de ser guapa, como si fuera una cruz… y lo fue. Así es como cuentan que ganó el primer Premio Nadal: «Una jovencísima y muy guapa mujer obtuvo en Barcelona el primer Premio Nadal» (Javier Goñi, Divertinajes). Soledad Puértolas «recorre los pasillos, la escalera, el salón de plenos, la biblioteca… y posa para las fotos. Está elegante y guapa» (María Inés Amado, El País). Dulce Chacón «era guapa, inteligente, tenía un éxito merecido…» menos mal (T. De León-Sotelo, ABC). Lo mismo que Ana María Matute, que «de joven era muy guapa, tenía éxito» (Rosa Montero, El País). Y como Camilla Läckerberg, Zenobia Camprubí era «una mujer emprendedora, guapa y rica» (Álvaro Pombo, La Vanguardia), porque su posición económica también es importante. Por último, de Clarice Lispector, «hay que decir, era guapa» (Brenda Lozano, Letras Libres). Y no solo eso, sino que su traductor al inglés dijo que «era tan guapa como Marlene Dietrich y escribe tan bien como Virginia Woolf».
La importancia de lo importante
Encontrar todas estas citas no me ha llevado más de dos horas. Nombre de escritora y guapa, tres o cuatro palabras, y la red se llena de artículos culturales que mencionan el físico de las escritoras, a veces incluso permitiéndose comentarios fuera de lugar, como el de Emma Cline de Jacinto Antón. Algunos pretenden ser tiernos, entrañables, sobre todo cuando se refieren a mujeres mayores como Alice Munro o Doris Lessing. En algunos casos se les atribuye el físico al éxito. No todos los comentarios están hechos por varones, y no siempre se habla de lo guapas que son en la juventud. No hay una línea clara para trazar una teoría, salvo algo que todas tienen en común: son mujeres. La desgracia de ser mujer, como decía Alfonsina Storni. Ni José Luís Peixoto, ni Paolo Giordano, ni Samuel Beckett, ni Henry Miller se molestarían con estos guapas ni con estas descripciones que van más allá de lo literario, porque serían comentarios aislados, sin importancia. Pero hay demasiadas escritoras guapas en las reseñas, entrevistas y críticas literarias como para pasarlas por alto. Quizá cuando miras de cerca a Knausgård, con esa belleza casi botticelliana de rostro ovalado y esos ojos azules, también parece que se detenga el tiempo… pero nadie lo ha reseñado todavía.
"La ministra de Finanzas de Letonia es la campeona del mundo en la Olimpiada de Ajedrez."
Letonia quedó decimoséptima y la ministra letona ella solita sacó 6 puntos (de 10) en 10 partidas, que está genial, ojo, pero no es campeona de na ni ella ni su país pese a ganarle a la campeona del mundo. No pasa nada por informarse un poquillo.
Puede que en círculos cultural se aprecie más a un intelectual (hombre) feo que a uno guapo, ya que lo hace más "interesante" de acuerdo a la mitología. Pero en el mundo real la importancia de la belleza física es válida tanto para mujeres como para hombres, y se deshacen en alabanzas a ambos.
este fin de semana he estado en la warner. vendían una botella con el granizado que podías elegir entre dos, piolin o taz. todos los niños elegían a taz y todas las niñas a piolin. ¿porque?
Puede que en círculos cultural se aprecie más a un intelectual (hombre) feo que a uno guapo, ya que lo hace más "interesante" de acuerdo a la mitología. Pero en el mundo real la importancia de la belleza física es válida tanto para mujeres como para hombres, y se deshacen en alabanzas a ambos.
Saludos,
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
Pues sin más datos, no podemos saberlo. Habría que ver por ejemplo el placement de cada uno de ellos, que suele ser un condicionante importante...
eso es lo que me extraña, porque no había ninguno. solo salían en un cartel en el que te vendían el producto, los dos al mismo nivel y en la misma posición, no enfrentados. con el mismo tipo de letra, los colores, los habituales, marrón para taz y amarillo para piolin, las botellas eran idénticas, solo cambiaba la tapa, no habia fotos de personas en el cartel. no era una publicidad masiva, un pequeño cartel en cada puesto de venta de granizados, pero os fijamos en ese detalle y luego vimos mas de 50 niños con esas botellitas y no falló ni uno.
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
Si bien comparto tu opinión y me parece evidente que las mujeres son mucho más cosificadas que los hombre, me permito trolear un poco y copiar un artículo sobre Knausgård dónde se hace referencia a su belleza.
El asunto me dio risa. Entré en la librería donde suelo tomar café y encontré una pila de ejemplares de un libro de Karl Ove Knausgård, acompañada por una silueta en tamaño natural del autor.
Si no lo ha visto o googleado, no imagine nuestro escritor latinoamericano tradicional, pasado de peso, vestido con traje y lentes anticuados, presto para hablar de mitos griegos. Imagine más bien una mezcla de lo salvaje de Indiana Jones, lo atormentado de Ernest Hemingway y la belleza de Ingrid Bergman en masculino.
Antes de ver esta propaganda, perdón, esta fotografía, ya habían caído en mis manos tres o cuatro reseñas de sus libros y su vida; todas incluían fotografías diferentes pero donde proyectaba lo mismo. Como si dijera, “No puedo negarlo, lo que tengo que decir te va a interesar”.
En 2009 Knausgård publico el primer volumen de una obra a la que provocadoramente llamó Mi Lucha –igual que aquel otro libro cúspide de la literatura universal–, que se ha convertido es el último fenómeno literario en el mundo.
Algo bueno tienen los países escandinavos que su presencia en la literatura mundial no concuerda con su tamaño ni con el número de personas que hablan noruego y sueco. Aventuremos hipótesis. Una razón es, por supuesto, la importancia que dan a los libros: son dos de los países con uno de los índices de lectura más elevados. Otra, que son sociedades con un alto nivel de vida general, y cuando eso ocurre los ciudadanos que desean dedicarse a algo artístico generalmente no se mueren de hambre – a menos que se sientan malditos o lo consideren un performance-. Y por último, la presencia de los Premios Nobel es una poderosa influencia, que recuerda a los ciudadanos que el arte y la ciencia son importantes más allá del impacto que tengan en nuestra cuenta corriente.
La popularidad de los libros de Knausgård resulta más interesante aún porque se trata de una especie de autobiografía de seis volúmenes. En ellos habla de sí mismo y de lo que le rodea: su familia, su paternidad, la muerte de su padre, la idiosincrasia de sus tíos, lo blando de los suecos, sus ideas y tormentos, y por supuesto sus deseos sexuales y frustraciones. Knausgård no ahorra detalles ni se preocupa por lo que pensarán de él los lectores o las personas de quienes habla, lo que, en sus propias palabras, ha supuesto venderle su felicidad al diablo a cambio de tener de qué escribir.
Alguien despistado podría interpretar que su obra es una muestra más del espíritu de nuestra época, determinado por redes sociales donde millones de personas informan sobre sus desayunos, vacaciones, opiniones y neurosis, y documentan con fotografías y videos todos los detalles de su vida.
Pero si estamos en la época de los ciento cuarenta caracteres, ¿por qué diablos la gente lee una obra de tres mil quinientas páginas, por más detalles morbosos que contenga, más guapo que esté su autor, y más magistral que sea la campaña de mercadotecnia detrás de ella?
Este es un buen ejemplo de por qué la narrativa no ha muerto, a pesar de todas las pantallas que nos rodean.
La obra de Knausgård no viene en pastillas: es un ladrillo sólido. Leerla demanda tiempo, por supuesto, pero también concentración para seguir sus ideas, apreciar la manera en que sus temas se enlazan, sumergirse en lo que está contando. Además del placer estético que experimenta, quien lo consigue se encuentra con un medio que proyecta su inteligencia como muy pocas otras experiencias lo consiguen, y que además toca la fibra de los temas que nos producen insomnio. No sólo de dónde venimos y a dónde vamos, sino qué diablos hacemos casados, criando hijos, intentando escribir novelas, lidiando con padres difíciles y vecinos impertinentes; por qué a veces nos sentimos infelices y otras veces contentos, y pasamos la vida esforzándonos a pesar de saber que un día vamos a morir y ahí terminará todo, sin importar que seamos noruegos, holandeses o mexicanos.
Hasta ahora es algo que ni Facebook ni Twitter ni Instagram consiguen ofrecernos.
Puede que en círculos cultural se aprecie más a un intelectual (hombre) feo que a uno guapo, ya que lo hace más "interesante" de acuerdo a la mitología. Pero en el mundo real la importancia de la belleza física es válida tanto para mujeres como para hombres, y se deshacen en alabanzas a ambos.
Saludos,
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
....que es precisamente lo que dije, que en el ámbito cultural el hombre puede y debe ser feo para destacar aún más su inteligencia.
Aunque JMArguedas haya dado un tremendo ejemplo de lo contrario
Puede que en círculos cultural se aprecie más a un intelectual (hombre) feo que a uno guapo, ya que lo hace más "interesante" de acuerdo a la mitología. Pero en el mundo real la importancia de la belleza física es válida tanto para mujeres como para hombres, y se deshacen en alabanzas a ambos.
Saludos,
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
....que es precisamente lo que dije, que en el ámbito cultural el hombre puede y debe ser feo para destacar aún más su inteligencia.
Aunque JMArguedas haya dado un tremendo ejemplo de lo contrario
No, tu comentario no tiene nada que ver con el mío.
Básicamente tú rebajas el argumento de la cosificación de la mujer en las críticas literarias, alegando no sé qué teoría trasnochada sobre la no belleza de los intelectuales y la importancia de la belleza en el mundo real tanto para hombres como para mujeres. Cosa muy habitual en este tipo de debates y muy habitual en ti en este debate: como lo sufren tanto hombres como mujeres (según algunos claro, que yo no lo compro), el debate, el argumento queda desactivado, en la cabeza de algunos.
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
Si bien comparto tu opinión y me parece evidente que las mujeres son mucho más cosificadas que los hombre, me permito trolear un poco y copiar un artículo sobre Knausgård dónde se hace referencia a su belleza.
El asunto me dio risa. Entré en la librería donde suelo tomar café y encontré una pila de ejemplares de un libro de Karl Ove Knausgård, acompañada por una silueta en tamaño natural del autor.
Si no lo ha visto o googleado, no imagine nuestro escritor latinoamericano tradicional, pasado de peso, vestido con traje y lentes anticuados, presto para hablar de mitos griegos. Imagine más bien una mezcla de lo salvaje de Indiana Jones, lo atormentado de Ernest Hemingway y la belleza de Ingrid Bergman en masculino.
Antes de ver esta propaganda, perdón, esta fotografía, ya habían caído en mis manos tres o cuatro reseñas de sus libros y su vida; todas incluían fotografías diferentes pero donde proyectaba lo mismo. Como si dijera, “No puedo negarlo, lo que tengo que decir te va a interesar”.
En 2009 Knausgård publico el primer volumen de una obra a la que provocadoramente llamó Mi Lucha –igual que aquel otro libro cúspide de la literatura universal–, que se ha convertido es el último fenómeno literario en el mundo.
Algo bueno tienen los países escandinavos que su presencia en la literatura mundial no concuerda con su tamaño ni con el número de personas que hablan noruego y sueco. Aventuremos hipótesis. Una razón es, por supuesto, la importancia que dan a los libros: son dos de los países con uno de los índices de lectura más elevados. Otra, que son sociedades con un alto nivel de vida general, y cuando eso ocurre los ciudadanos que desean dedicarse a algo artístico generalmente no se mueren de hambre – a menos que se sientan malditos o lo consideren un performance-. Y por último, la presencia de los Premios Nobel es una poderosa influencia, que recuerda a los ciudadanos que el arte y la ciencia son importantes más allá del impacto que tengan en nuestra cuenta corriente.
La popularidad de los libros de Knausgård resulta más interesante aún porque se trata de una especie de autobiografía de seis volúmenes. En ellos habla de sí mismo y de lo que le rodea: su familia, su paternidad, la muerte de su padre, la idiosincrasia de sus tíos, lo blando de los suecos, sus ideas y tormentos, y por supuesto sus deseos sexuales y frustraciones. Knausgård no ahorra detalles ni se preocupa por lo que pensarán de él los lectores o las personas de quienes habla, lo que, en sus propias palabras, ha supuesto venderle su felicidad al diablo a cambio de tener de qué escribir.
Alguien despistado podría interpretar que su obra es una muestra más del espíritu de nuestra época, determinado por redes sociales donde millones de personas informan sobre sus desayunos, vacaciones, opiniones y neurosis, y documentan con fotografías y videos todos los detalles de su vida.
Pero si estamos en la época de los ciento cuarenta caracteres, ¿por qué diablos la gente lee una obra de tres mil quinientas páginas, por más detalles morbosos que contenga, más guapo que esté su autor, y más magistral que sea la campaña de mercadotecnia detrás de ella?
Este es un buen ejemplo de por qué la narrativa no ha muerto, a pesar de todas las pantallas que nos rodean.
La obra de Knausgård no viene en pastillas: es un ladrillo sólido. Leerla demanda tiempo, por supuesto, pero también concentración para seguir sus ideas, apreciar la manera en que sus temas se enlazan, sumergirse en lo que está contando. Además del placer estético que experimenta, quien lo consigue se encuentra con un medio que proyecta su inteligencia como muy pocas otras experiencias lo consiguen, y que además toca la fibra de los temas que nos producen insomnio. No sólo de dónde venimos y a dónde vamos, sino qué diablos hacemos casados, criando hijos, intentando escribir novelas, lidiando con padres difíciles y vecinos impertinentes; por qué a veces nos sentimos infelices y otras veces contentos, y pasamos la vida esforzándonos a pesar de saber que un día vamos a morir y ahí terminará todo, sin importar que seamos noruegos, holandeses o mexicanos.
Hasta ahora es algo que ni Facebook ni Twitter ni Instagram consiguen ofrecernos.
Buen ejemplo. Ahora, podrías aportar más? Podrías aportar más? Quiero decir, podríamos aportar el mismo número de críticas rancias que los que señala el artículo de JOt Down?
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
Si bien comparto tu opinión y me parece evidente que las mujeres son mucho más cosificadas que los hombre, me permito trolear un poco y copiar un artículo sobre Knausgård dónde se hace referencia a su belleza.
El asunto me dio risa. Entré en la librería donde suelo tomar café y encontré una pila de ejemplares de un libro de Karl Ove Knausgård, acompañada por una silueta en tamaño natural del autor.
Si no lo ha visto o googleado, no imagine nuestro escritor latinoamericano tradicional, pasado de peso, vestido con traje y lentes anticuados, presto para hablar de mitos griegos. Imagine más bien una mezcla de lo salvaje de Indiana Jones, lo atormentado de Ernest Hemingway y la belleza de Ingrid Bergman en masculino.
Antes de ver esta propaganda, perdón, esta fotografía, ya habían caído en mis manos tres o cuatro reseñas de sus libros y su vida; todas incluían fotografías diferentes pero donde proyectaba lo mismo. Como si dijera, “No puedo negarlo, lo que tengo que decir te va a interesar”.
En 2009 Knausgård publico el primer volumen de una obra a la que provocadoramente llamó Mi Lucha –igual que aquel otro libro cúspide de la literatura universal–, que se ha convertido es el último fenómeno literario en el mundo.
Algo bueno tienen los países escandinavos que su presencia en la literatura mundial no concuerda con su tamaño ni con el número de personas que hablan noruego y sueco. Aventuremos hipótesis. Una razón es, por supuesto, la importancia que dan a los libros: son dos de los países con uno de los índices de lectura más elevados. Otra, que son sociedades con un alto nivel de vida general, y cuando eso ocurre los ciudadanos que desean dedicarse a algo artístico generalmente no se mueren de hambre – a menos que se sientan malditos o lo consideren un performance-. Y por último, la presencia de los Premios Nobel es una poderosa influencia, que recuerda a los ciudadanos que el arte y la ciencia son importantes más allá del impacto que tengan en nuestra cuenta corriente.
La popularidad de los libros de Knausgård resulta más interesante aún porque se trata de una especie de autobiografía de seis volúmenes. En ellos habla de sí mismo y de lo que le rodea: su familia, su paternidad, la muerte de su padre, la idiosincrasia de sus tíos, lo blando de los suecos, sus ideas y tormentos, y por supuesto sus deseos sexuales y frustraciones. Knausgård no ahorra detalles ni se preocupa por lo que pensarán de él los lectores o las personas de quienes habla, lo que, en sus propias palabras, ha supuesto venderle su felicidad al diablo a cambio de tener de qué escribir.
Alguien despistado podría interpretar que su obra es una muestra más del espíritu de nuestra época, determinado por redes sociales donde millones de personas informan sobre sus desayunos, vacaciones, opiniones y neurosis, y documentan con fotografías y videos todos los detalles de su vida.
Pero si estamos en la época de los ciento cuarenta caracteres, ¿por qué diablos la gente lee una obra de tres mil quinientas páginas, por más detalles morbosos que contenga, más guapo que esté su autor, y más magistral que sea la campaña de mercadotecnia detrás de ella?
Este es un buen ejemplo de por qué la narrativa no ha muerto, a pesar de todas las pantallas que nos rodean.
La obra de Knausgård no viene en pastillas: es un ladrillo sólido. Leerla demanda tiempo, por supuesto, pero también concentración para seguir sus ideas, apreciar la manera en que sus temas se enlazan, sumergirse en lo que está contando. Además del placer estético que experimenta, quien lo consigue se encuentra con un medio que proyecta su inteligencia como muy pocas otras experiencias lo consiguen, y que además toca la fibra de los temas que nos producen insomnio. No sólo de dónde venimos y a dónde vamos, sino qué diablos hacemos casados, criando hijos, intentando escribir novelas, lidiando con padres difíciles y vecinos impertinentes; por qué a veces nos sentimos infelices y otras veces contentos, y pasamos la vida esforzándonos a pesar de saber que un día vamos a morir y ahí terminará todo, sin importar que seamos noruegos, holandeses o mexicanos.
Hasta ahora es algo que ni Facebook ni Twitter ni Instagram consiguen ofrecernos.
Buen ejemplo. Ahora, podrías aportar más? Podrías aportar más? Quiero decir, podríamos aportar el mismo número de críticas rancias que los que señala el artículo de JOt Down?
Pero, más que un ejemplo es la excepción que confirma la regla, digo yo.
Buen ejemplo. Ahora, podrías aportar más? Podrías aportar más? Quiero decir, podríamos aportar el mismo número de críticas rancias que los que señala el artículo de JOt Down?
¿Críticas rancias?. Hombre, yo lo no calificaría así. Que los apelativos sean innecesarios y gratuitos, vale, pero "crítica rancia"....
No obstante, considero que el artículo está construido con parcialidad, para defender una idea que, debido al entorno actual, va a germinar y triunfar. Sin asomo de crítica.
Claro que si uno se da un paseo por la internet, se encuentra con esto:
Buen ejemplo. Ahora, podrías aportar más? Podrías aportar más? Quiero decir, podríamos aportar el mismo número de críticas rancias que los que señala el artículo de JOt Down?
¿Críticas rancias?. Hombre, yo lo no calificaría así. Que los apelativos sean innecesarios y gratuitos, vale, pero "crítica rancia"....
No obstante, considero que el artículo está construido con parcialidad, para defender una idea que, debido al entorno actual, va a germinar y triunfar. La idea de que la mujer es un objeto, donde quiera que se mire.
Claro que si uno se da un paseo por la internet, se encuentra con esto:
Sinceramente, no entiendo muy bien a qué realidad es más cercano ese artículo, dísculpa que igual estoy espesita.
De todas maneras, celebro que ya tengamos dos artículos en que se hable de la belleza de un autor, aunque hay una diferencia entre el que has colgado tú y el que colgó JM y los que menciona el artículo de JotDown: lo que has colgado de icon no es una crítica literaria.
Y sí, es profundamente rancio que en un artículo sobre la obra de una mujer se hable de su belleza o ausencia de. Básicamente que se debería hablar de su talento o ausencia del mismo, sobre si la obra es buena o es mala, el juicio del periodista sobre el físico de la mujer es gratuito y cosificador.
El problema es que cuando una mujer cosifica al hombre la reacción es jijijajá.
Pepa Bueno en Hoy por Hoy dijo un día que había que ir a ver la última de Clooney porque el actor salía en faldas (se refiere a una que hace de romano, estrenada hace poco). ¿Pasó algo? Claro que no, porque jijijajá.
A ver qué pasaría si Francino dijera que qué guay la última peli de los hermanos Cohen porque sale la actriz en faldas.
O las chicas de Zapeando, que están todas las tardes en la tele con un lenguaje tremendamente sexual hacia actores y modelos. ¿Pasa algo? No, jijijajá.
Puede que en círculos cultural se aprecie más a un intelectual (hombre) feo que a uno guapo, ya que lo hace más "interesante" de acuerdo a la mitología. Pero en el mundo real la importancia de la belleza física es válida tanto para mujeres como para hombres, y se deshacen en alabanzas a ambos.
Saludos,
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
....que es precisamente lo que dije, que en el ámbito cultural el hombre puede y debe ser feo para destacar aún más su inteligencia.
Aunque JMArguedas haya dado un tremendo ejemplo de lo contrario
No, tu comentario no tiene nada que ver con el mío.
Básicamente tú rebajas el argumento de la cosificación de la mujer en las críticas literarias, alegando no sé qué teoría trasnochada sobre la no belleza de los intelectuales y la importancia de la belleza en el mundo real tanto para hombres como para mujeres. Cosa muy habitual en este tipo de debates y muy habitual en ti en este debate: como lo sufren tanto hombres como mujeres (según algunos claro, que yo no lo compro), el debate, el argumento queda desactivado, en la cabeza de algunos.
Dios mío, me estás entendiendo completamente al revés!!! Y lo raro es que no es primera vez que te pasa con mis comentarios.
Primero, no negué en ninguna parte la cosificación que se aplica a la mujer intelectual por su belleza, es más, ni siquiera toqué ese punto porque es algo más que establecido y sobran demasiados ejemplos, desde Simone de Beauvoir a Susan Sontag y un largo etcétera, quienes además destacaron por conseguir utilizar esa discriminación astutamente para pasar por encima de quienes intentaron ponerles el pie encima, mientras tantas otras no pudieron lograrlo y simplemente fueron miradas en menos por su belleza.
Sólo apunté a tu observación de por qué a los hombres no se les cosifica como a las mujeres. Y comenté que en la cultura en general, ya sea literatura, filosofía, pintura, música o cine, del hombre hasta se celebra que sea feo, es decir, te estoy dando toda la razón en ese punto pues el hombre está despojado de la presión de la imagen, si es guapo bien, si es feo mejor. Como dije, un feo pero artista celebrado recibe socialmente un upgrade a "interesante" (Serge Gainsbourg te estoy mirando).
Insisto, estoy completamente de acuerdo contigo, cuando se centran en celebrar la belleza de las mujeres en el ámbito de la cultura antes que en sus logros, o bien apunta "mira lo inteligente que es siendo tan guapa" como si fuese una contradicción, es claramente un ataque disfrazado de alabanza, tanto a la susodicha como al resto que queda fuera.
Y mira todo lo que me hiciste extender para explicar mi primera frase sólo porque la interpretaste con sangre en los ojos!!!
La segunda frase de mi breve párrafo es un apunte referido al mundo gris y aburrido fuera del ámbito de la cultura. Como el mundo de los negocios. Y te estaba informando que en este mundillo un hombre bello tiene una ventaja impresionante sobre el resto, tanto como una mujer bella. Si te contara la de casos de nombramiento de tipos que no saben ni sumar pero dan una imagen tan bonita de la empresa ante la prensa... Porque en este ecosistema la inteligencia vale, la astucia también, pero si eres lindo ya ganaste.
Eso, creo que no puedo extender más mi respuesta. Y creo que hay altas probabilidades de que tampoco se entienda.
Buen ejemplo. Ahora, podrías aportar más? Podrías aportar más? Quiero decir, podríamos aportar el mismo número de críticas rancias que los que señala el artículo de JOt Down?
A ver, que en mi mensaje deje claro que compartía tu opinión y reafirmo que si bien los hombres no somos ajenos a la cosificación es evidente que la misma es casi insignificante respecto a la sufrida por las mujeres, para ello no me hace falta ir más allá de mi entorno laboral.
Ahora bien, me hizo gracia que el artículo tomara como ejemplo de no cosificación a Knausgård porque basta un búsqueda en google para encontrar varios artículos que comentan su físico y no me refiero a artículos estilo “Los 10 escritores más guapos”, sino a entrevistas, presentaciones de sus libros, cosas como: “It’s not difficult to spot Karl Ove Knausgaard waiting at Ystad train station. Partly, it must be said, because there’s no one else present at the open-air platform on a brilliantly cloudless February afternoon in southernmost Sweden. Yet even if there had been a large crowd, Knausgaard is the sort of man who would stand out. He’s 6ft 4in with a strikingly handsome face, a writerly beard and a thick mane of swept back silvery hair. But it’s not that he’s a commanding presence so much as a conspicuous absence. There’s an air of separateness about him, something noticeably aloof and withdrawn. He doesn’t look like the sort of person, in other words, who would readily divulge his innermost secrets, desires and insecurities”1, o “Karl Ove Knausgaard, a handsome, rangy, brooding Norwegian author (and father of four young children) has held much of the literary establishment in thrall ever since his 3,600-page, six-part autobiographical novel, ‘My Struggle,’ started appearing in English in 2012. Direct and unguarded in tone, the books combine a micro-focus on the granular detail of daily life (child care, groceries, quarrels with friends) with earnest meditations on art, death, music and ambition. The novelist Jeffrey Eugenides, calling these two elements ‘auto-fiction’ and ‘rumination,’ said that blending them in the way Mr. Knausgaard does is something “nobody’s done before.”2.
Lo anterior, no deja de ser una anécdota que para nada retrata la realidad que sufren las mujeres y los hombres, aunque a mi parecer la tendencia es que en vez de dejar de cosificar a las mujeres la sociedad tiende a cosificar a todos.
Sinceramente, no entiendo muy bien a qué realidad es más cercano ese artículo, dísculpa que igual estoy espesita.
De todas maneras, celebro que ya tengamos dos artículos en que se hable de la belleza de un autor, aunque hay una diferencia entre el que has colgado tú y el que colgó JM y los que menciona el artículo de JotDown: lo que has colgado de icon no es una crítica literaria.
Y sí, es profundamente rancio que en un artículo sobre la obra de una mujer se hable de su belleza o ausencia de. Básicamente que se debería hablar de su talento o ausencia del mismo, sobre si la obra es buena o es mala, el juicio del periodista sobre el físico de la mujer es gratuito y cosificador.
Bueno, básicamente, cuando una tía sale en algún medio es, ante todo, una tía y lo que haga ya es secundario, con que hay que valorar lo más característico de una tía que es, cómo no, su belleza.
Es lo que hay, miles de años pensando eso no va a cambiar de repente. Es triste, pero cierto. Y no es que sean los hombres los que piensan así, es un aspecto cultural que también llevamos las mujeres, aunque es verdad que es totalmente machista.
Te interpreto mal, te interpreto siempre mal y además te leo con sangre en los ojos. Y encima fíjate lo que te he hecho escribir!No te preocupes, esto se acaba muy rápido; yo te ignoro a ti y tú me ignoras a mi, así no tendrás ni que explayarte ni tendrás a alguien tan incompetente por interlocutor.
Oh por dios, no puede ser que después de tanto tiempo leyéndonos de pronto me desconozcas y asumas comportamientos míos que jamás he demostrado, sino todo lo contrario.
Bueno, valió la pena intentarlo, lástima que finalmente las personas del foro se estén pareciendo cada vez más a caricaturas.
Barbijaputa, premiada con el galardón "Feminista del Siglo" por la revista Barbijaputa™, sigue repartiendo carnets de feminista, o quitandolos, según le pluga y los demás chitón. Ahora le ha tocado el turno a David Bravo por el video de Amarna Miller, artículo de Barbijaputa poniendolo a caldo y réplica de Clara Serra aplaudida por Bravo. Pues bien, David Bravo es un machirulo y blablablá, Miller no es feminista y todas las gilipolleces con que BJ suele aburrir hasta la nausea
Yo es que me pierdo en twiter. Antes de que Bravo la llamara boba y fuera tan a saco que le había dicho barbijaputa?
Yo no creo que fuera TAN a saco con la tontalaba esta, eh?
Pero el tema está en que, tras el contra-artículo de Clara Segura, la barbi se indigna y dice que ya no respira, digo que no va a responder con otro artículo porque lo va a leer más gente (supongo que el de Segura), y entonces ha entrado Bravo diciendo que no responde porque le han pegado un repaso de aupa. Uy lo que ha dicho!!!
Le ha retirado el carnet de aliado feminista, le ha acusado de mansplaining y de atacar a todo el feminismo por decir que la barbi es boba, cosa que todos sabemos.
En fin, todo muy lamentable, especialmente que esta chica sea, o se considere, una autoridad en feminismo o cualquier tema
Acabó de leer que los malnacidos esos que violaron a una chica en Pamplona y lo grabaron ya habían grabado al menos otro vídeo de otra hazaña suya en la que abusaban de una chica cordobesa tras drogarla con burundanga.
Menudos hijos de puta, espero que les pongan en prisión el culo como un bebedero de patos, ya que se lo pasan tan bien participando en violaciones, a ver que les parece ser la víctima.
Comentarios
un poco mejor, si
Sé por qué Karl Ove Knausgård ha tenido tanto éxito en este país. Se ha atrevido a llevar lo doméstico a la zona masculina, cómoda, universal, que todos podemos entender. Si Karla Ove Knausgård hubiera escrito seis tomos sobre su vida en primera persona, lo habríamos llamado diario, o quizá al aterrizar en el periodismo cultural español le habrían preguntado si era una saga para mujeres. Elena Ferrante no sabemos siquiera si es una mujer, pero sus libros no parecen tan universales como los de Knausgård. Siempre se dice de sus novelas que exploran la sensibilidad femenina, la amistad entre mujeres. Y es cierto, pero todavía no he leído en ninguna parte que Knausgård explore la sensibilidad masculina. No creo que haya muchas críticas de libros escritos por hombres que valoren el rol del hombre-personaje. Nadie habla de si un personaje masculino sensible es la nueva masculinidad de la que empiezan a hablarnos en otros ámbitos, que no el literario. Sin embargo, el personaje femenino siempre queda expuesto: necesita tener un rol, lanzar un mensaje. Siempre la mujer dentro de la novela tiene un significado social: o bien habla de la mujer contemporánea, o bien hace una crítica, o bien reivindica algún derecho. Y siempre, por supuesto, son personajes con sensibilidad femenina. Quizá sensibilidad y masculina son dos términos que se repelen y contradicen, porque nunca se habla de ella, nunca es un valor literario en las novelas.
Obviando esta lucha de matices, lo importante es que Karl Ove Knausgård tiene melena plateada, ojos azules, la seguridad física de quien se sabe atractivo. Nadie lo dice en las reseñas de sus libros, pero es así. Cuando hablamos del descubrimiento literario que ha supuesto el testimonio del noruego, nadie hace mención a su físico. ¿Por qué iban a hacerlo? Nadie cuenta, en las entradillas de las entrevistas, si se atusaba el pelo mientras respondía, ni cómo era la ropa que llevaba, ni siquiera si usaba perfume o no aquel día. Ningún crítico ni crítica se ha permitido la licencia de hacer poesía con él: su voz de fumador se pega a la piel como el sudor en verano. Nadie habla de él en las reseñas como se habla de un amante, como se habla de un personaje de ficción. No se les ocurre hablar de él como si no existiera, con un lirismo dulzón y patético. No lo hacen tampoco con José Luís Peixoto, ni con Paolo Giordano, ni con Samuel Beckett, ni con Henry Miller.
La importancia de ser flaca… o madre
Dando un paso al frente y saliendo del periodismo cultural, me pregunto por qué Mireia Belmonte «es simpática y más guapa y delgada que en televisión». Lo dijo Pedro Morata, y seguro que lo hizo para halagarla. Y es probable que Mireia Belmonte no se molestara con él por el comentario, porque intuía que no pretendía ofenderla. Es probable que ni Peixoto ni Giordano ni Beckett ni Miller se molestaran si alguien les dijera que son atractivos, además de escritores. Pero nadie lo hace. Del mismo modo que cuando nos presentan un ministro nadie nos cuenta que lo es a pesar de tener cuatro hijos, como sí lo hicieron con Dana Reizniece-Ozola. Para ponernos en situación: la ministra de Finanzas de Letonia es la campeona del mundo en la Olimpiada de Ajedrez. Ha ganado, con su ministerio y sus cuatro hijos, a Yifán Hou. Y sí, es cierto, tiene mérito que una ministra y madre sea, además, campeona de ajedrez. No solo tiene mérito, sino que es sorprendente por muchas cosas, pero también por una cuestión de practicidad. Haciendo el apunte de su maternidad lo que nos están dando a entender es que ella se ocupa de esos cuatro hijos. Quizá sí lo haga, pero ¿por qué se da por hecho? La imagen que se da de ella es la de una mujer que se ocupa de sus cuatro hijos y saca tiempo para su ministerio y su ajedrez. ¿Lo dirían de algún ministro? Dice Leontxo García que «su marido y otros parientes la ayudan mucho a cuidar de sus cuatro hijos». Sí, hay que prestarle mucha atención al verbo: el marido, que también es padre de esos cuatro hijos, la ayuda. Los medios, una vez más, nos muestran la imagen que todavía no nos hemos podido quitar de la mujer. Por eso Elena Ferrante (no sabemos si mujer, pero con nombre de mujer) escribe una historia sobre la sensibilidad femenina y la amistad entre mujeres, y lo que hace Knausgård es abarcar el mundo, la vida, lo universal… lo público, frente a lo particular de la mujer.
(sigue)
Si no eres flaca ni madre, pero sí eres escritora, que seas guapa o no lo seas es importante. Zadie Smith ha sido descrita como «el icono perfecto: guapa, inteligente con gafas de pasta» (Jorge Berástegui, El Huffington Post). Anne Sexton era «delgada y alta como una modelo, teatral, con sus ojos azules y su pelo negro, su voz de fumadora se pega a la piel como el sudor en verano» (Elsa Fernández-Santos, El País). Sylvia Plath, «la chica guapa, delicada, violenta y trastornada» (Manuel Hidalgo, El Mundo). De Jhumpa Lahiri nos cuentan que es «la escritora, tímida, guapa, que está casada con un periodista guatemalteco» (Guillermo Altares, El País). Ganar un Premio Nobel no es tanto para Alice Munro como ser «una mujer muy guapa, con una cara de expresión tan intensa como las aventuras de su vida, con unos ojos brillantes» (Antonio Muñoz Molina, El País). Emma Cline, la autora del momento gracias a Las chicas, es «lo que se dice guapa. Una belleza casi botticelliana de rostro ovalado y unos ojos azules que parecen detener el tiempo cuando los miras de cerca» (Jacinto Antón, El País). «Guapa, rica y exitosa» es Camilla Läckberg (Iván Gil, El Confidencial). Pola Oloixarac es, por orden, «joven, guapa, modelo, cantante, bloguera, licenciada en Filosofía y escritora» (Inés Martín Rodrigo, ABC). Elsa Morante, además de la esposa de, era «guapa, tenía una sonrisa entre tímida e irónica, un rostro juvenil» (Aurora Conde, El Mundo). A Mercè Rodoreda le conceden el beneficio de la duda, no solo «fue guapa y sigue siéndolo, sino que exteriormente es esto. Pero hay que verla por dentro» (Manuel del Arco, La Vanguardia). Montserrat Roig, en cambio, «era la mimada del director, Ibáñez Escofet, al que siempre le gustaron las chicas guapas» (Joan de Sagarra, El País). A Doris Lessing le pasa como a Munro con el Nobel, que además de una digna ganadora es «una anciana tan guapa y tan pulcra como el hada madrina de un cuento para niños» (Rosa Montero, El País). Simone de Beauvoir fue «alta, guapa y seria, con ojos radiantes bajo unos pesados párpados» (María Antonietta Macciocchi, El País).
Pero volvamos por un momento a la crítica actual, de autoras contemporáneas que pasan por lo mismo que Knausgård. Así describen a Milena Busquets: «La suya es una media melena rubia, que se atusa de vez en cuando con unos dedos larguísimos. Y eso, junto a una tez pecosa, una mirada azul clarito que pasa de la ironía a la ternura en una décima de segundo y una silueta estilizada de elegantes movimientos le confieren un cierto aire de extranjera de clase alta» (Vis Molina, El Cultural). La que más veces ha tenido que sufrir los comentarios a su físico fue Carmen Laforet, que incluso se insinúa que tuvo éxito a pesar de ser guapa, como si fuera una cruz… y lo fue. Así es como cuentan que ganó el primer Premio Nadal: «Una jovencísima y muy guapa mujer obtuvo en Barcelona el primer Premio Nadal» (Javier Goñi, Divertinajes). Soledad Puértolas «recorre los pasillos, la escalera, el salón de plenos, la biblioteca… y posa para las fotos. Está elegante y guapa» (María Inés Amado, El País). Dulce Chacón «era guapa, inteligente, tenía un éxito merecido…» menos mal (T. De León-Sotelo, ABC). Lo mismo que Ana María Matute, que «de joven era muy guapa, tenía éxito» (Rosa Montero, El País). Y como Camilla Läckerberg, Zenobia Camprubí era «una mujer emprendedora, guapa y rica» (Álvaro Pombo, La Vanguardia), porque su posición económica también es importante. Por último, de Clarice Lispector, «hay que decir, era guapa» (Brenda Lozano, Letras Libres). Y no solo eso, sino que su traductor al inglés dijo que «era tan guapa como Marlene Dietrich y escribe tan bien como Virginia Woolf».
La importancia de lo importante
Encontrar todas estas citas no me ha llevado más de dos horas. Nombre de escritora y guapa, tres o cuatro palabras, y la red se llena de artículos culturales que mencionan el físico de las escritoras, a veces incluso permitiéndose comentarios fuera de lugar, como el de Emma Cline de Jacinto Antón. Algunos pretenden ser tiernos, entrañables, sobre todo cuando se refieren a mujeres mayores como Alice Munro o Doris Lessing. En algunos casos se les atribuye el físico al éxito. No todos los comentarios están hechos por varones, y no siempre se habla de lo guapas que son en la juventud. No hay una línea clara para trazar una teoría, salvo algo que todas tienen en común: son mujeres. La desgracia de ser mujer, como decía Alfonsina Storni. Ni José Luís Peixoto, ni Paolo Giordano, ni Samuel Beckett, ni Henry Miller se molestarían con estos guapas ni con estas descripciones que van más allá de lo literario, porque serían comentarios aislados, sin importancia. Pero hay demasiadas escritoras guapas en las reseñas, entrevistas y críticas literarias como para pasarlas por alto. Quizá cuando miras de cerca a Knausgård, con esa belleza casi botticelliana de rostro ovalado y esos ojos azules, también parece que se detenga el tiempo… pero nadie lo ha reseñado todavía.
http://www.jotdown.es/2016/09/la-importancia-guapo/
"La ministra de Finanzas de Letonia es la campeona del mundo en la Olimpiada de Ajedrez."
Letonia quedó decimoséptima y la ministra letona ella solita sacó 6 puntos (de 10) en 10 partidas, que está genial, ojo, pero no es campeona de na ni ella ni su país pese a ganarle a la campeona del mundo. No pasa nada por informarse un poquillo.
https://en.wikipedia.org/wiki/Women's_event_at_the_42nd_Chess_Olympiad
http://chess-results.com/tnr232876.aspx?lan=2&art=20&flag=30&wi=821&snr=29
Puede que en círculos cultural se aprecie más a un intelectual (hombre) feo que a uno guapo, ya que lo hace más "interesante" de acuerdo a la mitología. Pero en el mundo real la importancia de la belleza física es válida tanto para mujeres como para hombres, y se deshacen en alabanzas a ambos.
Saludos,
elmundo.es/opinion/2016/09/24/57e57682ca4741c56f8b45e2.html
Que gusto da leer a personas inteligentes.
Ponme una reseña cultural en la que se hable de la belleza del sujeto masculino sobre el que versa el artículo y entonces vemos si es cierto eso de que se halaba igual a hombres y mujeres.
Y que se hable de la belleza de una autora/artista no es más que una cosificación y un dar por hecho de que el físico de una mujer está allí para que los hombres lo juzguen.
eso es lo que me extraña, porque no había ninguno. solo salían en un cartel en el que te vendían el producto, los dos al mismo nivel y en la misma posición, no enfrentados. con el mismo tipo de letra, los colores, los habituales, marrón para taz y amarillo para piolin, las botellas eran idénticas, solo cambiaba la tapa, no habia fotos de personas en el cartel. no era una publicidad masiva, un pequeño cartel en cada puesto de venta de granizados, pero os fijamos en ese detalle y luego vimos mas de 50 niños con esas botellitas y no falló ni uno.
Si bien comparto tu opinión y me parece evidente que las mujeres son mucho más cosificadas que los hombre, me permito trolear un poco y copiar un artículo sobre Knausgård dónde se hace referencia a su belleza.
vanguardia.com.mx/columnas-knausgard-2176647.html
Un saludo
....que es precisamente lo que dije, que en el ámbito cultural el hombre puede y debe ser feo para destacar aún más su inteligencia.
Aunque JMArguedas haya dado un tremendo ejemplo de lo contrario
No, tu comentario no tiene nada que ver con el mío.
Básicamente tú rebajas el argumento de la cosificación de la mujer en las críticas literarias, alegando no sé qué teoría trasnochada sobre la no belleza de los intelectuales y la importancia de la belleza en el mundo real tanto para hombres como para mujeres. Cosa muy habitual en este tipo de debates y muy habitual en ti en este debate: como lo sufren tanto hombres como mujeres (según algunos claro, que yo no lo compro), el debate, el argumento queda desactivado, en la cabeza de algunos.
Buen ejemplo. Ahora, podrías aportar más? Podrías aportar más? Quiero decir, podríamos aportar el mismo número de críticas rancias que los que señala el artículo de JOt Down?
Pero, más que un ejemplo es la excepción que confirma la regla, digo yo.
¿Críticas rancias?. Hombre, yo lo no calificaría así. Que los apelativos sean innecesarios y gratuitos, vale, pero "crítica rancia"....
No obstante, considero que el artículo está construido con parcialidad, para defender una idea que, debido al entorno actual, va a germinar y triunfar. Sin asomo de crítica.
Claro que si uno se da un paseo por la internet, se encuentra con esto:
elpais.com/elpais/2014/09/01/icon/1409582338_476553.html
En mi humilde opinión, mucho más cercano a la realidad.
Un saludo.
De todas maneras, celebro que ya tengamos dos artículos en que se hable de la belleza de un autor, aunque hay una diferencia entre el que has colgado tú y el que colgó JM y los que menciona el artículo de JotDown: lo que has colgado de icon no es una crítica literaria.
Y sí, es profundamente rancio que en un artículo sobre la obra de una mujer se hable de su belleza o ausencia de. Básicamente que se debería hablar de su talento o ausencia del mismo, sobre si la obra es buena o es mala, el juicio del periodista sobre el físico de la mujer es gratuito y cosificador.
Pepa Bueno en Hoy por Hoy dijo un día que había que ir a ver la última de Clooney porque el actor salía en faldas (se refiere a una que hace de romano, estrenada hace poco). ¿Pasó algo? Claro que no, porque jijijajá.
A ver qué pasaría si Francino dijera que qué guay la última peli de los hermanos Cohen porque sale la actriz en faldas.
O las chicas de Zapeando, que están todas las tardes en la tele con un lenguaje tremendamente sexual hacia actores y modelos. ¿Pasa algo? No, jijijajá.
Hipocresía.
Dios mío, me estás entendiendo completamente al revés!!! Y lo raro es que no es primera vez que te pasa con mis comentarios.
Primero, no negué en ninguna parte la cosificación que se aplica a la mujer intelectual por su belleza, es más, ni siquiera toqué ese punto porque es algo más que establecido y sobran demasiados ejemplos, desde Simone de Beauvoir a Susan Sontag y un largo etcétera, quienes además destacaron por conseguir utilizar esa discriminación astutamente para pasar por encima de quienes intentaron ponerles el pie encima, mientras tantas otras no pudieron lograrlo y simplemente fueron miradas en menos por su belleza.
Sólo apunté a tu observación de por qué a los hombres no se les cosifica como a las mujeres. Y comenté que en la cultura en general, ya sea literatura, filosofía, pintura, música o cine, del hombre hasta se celebra que sea feo, es decir, te estoy dando toda la razón en ese punto pues el hombre está despojado de la presión de la imagen, si es guapo bien, si es feo mejor. Como dije, un feo pero artista celebrado recibe socialmente un upgrade a "interesante" (Serge Gainsbourg te estoy mirando).
Insisto, estoy completamente de acuerdo contigo, cuando se centran en celebrar la belleza de las mujeres en el ámbito de la cultura antes que en sus logros, o bien apunta "mira lo inteligente que es siendo tan guapa" como si fuese una contradicción, es claramente un ataque disfrazado de alabanza, tanto a la susodicha como al resto que queda fuera.
Y mira todo lo que me hiciste extender para explicar mi primera frase sólo porque la interpretaste con sangre en los ojos!!!
La segunda frase de mi breve párrafo es un apunte referido al mundo gris y aburrido fuera del ámbito de la cultura. Como el mundo de los negocios. Y te estaba informando que en este mundillo un hombre bello tiene una ventaja impresionante sobre el resto, tanto como una mujer bella. Si te contara la de casos de nombramiento de tipos que no saben ni sumar pero dan una imagen tan bonita de la empresa ante la prensa... Porque en este ecosistema la inteligencia vale, la astucia también, pero si eres lindo ya ganaste.
Eso, creo que no puedo extender más mi respuesta. Y creo que hay altas probabilidades de que tampoco se entienda.
Saludos,
A ver, que en mi mensaje deje claro que compartía tu opinión y reafirmo que si bien los hombres no somos ajenos a la cosificación es evidente que la misma es casi insignificante respecto a la sufrida por las mujeres, para ello no me hace falta ir más allá de mi entorno laboral.
Ahora bien, me hizo gracia que el artículo tomara como ejemplo de no cosificación a Knausgård porque basta un búsqueda en google para encontrar varios artículos que comentan su físico y no me refiero a artículos estilo “Los 10 escritores más guapos”, sino a entrevistas, presentaciones de sus libros, cosas como: “It’s not difficult to spot Karl Ove Knausgaard waiting at Ystad train station. Partly, it must be said, because there’s no one else present at the open-air platform on a brilliantly cloudless February afternoon in southernmost Sweden. Yet even if there had been a large crowd, Knausgaard is the sort of man who would stand out. He’s 6ft 4in with a strikingly handsome face, a writerly beard and a thick mane of swept back silvery hair. But it’s not that he’s a commanding presence so much as a conspicuous absence. There’s an air of separateness about him, something noticeably aloof and withdrawn. He doesn’t look like the sort of person, in other words, who would readily divulge his innermost secrets, desires and insecurities”1, o “Karl Ove Knausgaard, a handsome, rangy, brooding Norwegian author (and father of four young children) has held much of the literary establishment in thrall ever since his 3,600-page, six-part autobiographical novel, ‘My Struggle,’ started appearing in English in 2012. Direct and unguarded in tone, the books combine a micro-focus on the granular detail of daily life (child care, groceries, quarrels with friends) with earnest meditations on art, death, music and ambition. The novelist Jeffrey Eugenides, calling these two elements ‘auto-fiction’ and ‘rumination,’ said that blending them in the way Mr. Knausgaard does is something “nobody’s done before.”2.
Lo anterior, no deja de ser una anécdota que para nada retrata la realidad que sufren las mujeres y los hombres, aunque a mi parecer la tendencia es que en vez de dejar de cosificar a las mujeres la sociedad tiende a cosificar a todos.
Un saludo
1.nytimes.com/2014/05/22/books/karl-ove-knausgaards-my-struggle-is-a-movement.html?_r=0
2.https://theguardian.com/books/2015/mar/01/karl-ove-knausgaard-interview-shame-dancing-in-the-dark
Bueno, básicamente, cuando una tía sale en algún medio es, ante todo, una tía y lo que haga ya es secundario, con que hay que valorar lo más característico de una tía que es, cómo no, su belleza.
Es lo que hay, miles de años pensando eso no va a cambiar de repente. Es triste, pero cierto. Y no es que sean los hombres los que piensan así, es un aspecto cultural que también llevamos las mujeres, aunque es verdad que es totalmente machista.
Saludos
Bueno, valió la pena intentarlo, lástima que finalmente las personas del foro se estén pareciendo cada vez más a caricaturas.
http://www.eldiario.es/zonacritica/salon_erotico_Barcelona-Barbijaputa-Amarna_Miller_6_564203595.html
http://www.eldiario.es/tribunaabierta/gusta-zorra-feminista_6_564553574.html
Y para qué seguir
Yo no creo que fuera TAN a saco con la tontalaba esta, eh?
Pero el tema está en que, tras el contra-artículo de Clara Segura, la barbi se indigna y dice que ya no respira, digo que no va a responder con otro artículo porque lo va a leer más gente (supongo que el de Segura), y entonces ha entrado Bravo diciendo que no responde porque le han pegado un repaso de aupa. Uy lo que ha dicho!!!
Le ha retirado el carnet de aliado feminista, le ha acusado de mansplaining y de atacar a todo el feminismo por decir que la barbi es boba, cosa que todos sabemos.
En fin, todo muy lamentable, especialmente que esta chica sea, o se considere, una autoridad en feminismo o cualquier tema
Menudos hijos de puta, espero que les pongan en prisión el culo como un bebedero de patos, ya que se lo pasan tan bien participando en violaciones, a ver que les parece ser la víctima.