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Andrei Chikatiló, el mayor asesino ruso.

editado marzo 2012 en Ciencia e Historia
    Andrei Romanievic, aquel que todos conocieron como Chikatiló. El propio Chikatiló, antes de que fuera ejecutado, solicitó que su cerebro fuera extraído de su cuerpo. Hizo una petición muy curiosa, antes de recibir el tiro de gracia, dijo que su cerebro fuera destinado al estudio, que fuera destinado a la ciencia, para que jamás otro como él volviera a nacer. Fueron muchos los institutos psiquiátricos que hicieron grandes ofertas para hacerse con el cerebro de Chikatiló. Los japoneses insistieron muchísimo, todas las instituciones psiquiátricas rusas quisieron el cerebro de Chikatiló. ¿Y por qué querían ese cerebro? Porque jamás se había visto a alguien como él. Fue el más devastador, el más cruel, el más sanguinario, el más terrible. Fue conocido como la Bestia de Rostov, también le conocieron como el Destripador, otros como el Carnicero. Entre el 22 de diciembre de 1.978 y el 6 de diciembre de 1.990, acabó con la vida de 53 personas. Sin orden ni concierto, en sus manos murieron: niños, niñas, mendigos, prostitutas, vagabundos,... gente de aquí y de allá, de toda clase y condición, 53 víctimas mortales. Pero no solo es que los mató sino como acabó con ellos.

 

      Era otoño de 1.936, en la rusia de Stalin. Las purgas estaban a la orden del día. Miles de oficiales del ejército ruso estaban siendo masacrados, la hambruna se había adueñado de muchas aldeas y ciudades de rusia. En ese octubre de 1.936, en ese contexto de horror y penumbra, nacía Andrei en una aldea remota de la lejana Ucrania. En su aldea los cadáveres se hacinaban, se podían contar por cientos. Dicen que la hambruna fue de tal magnitud que buena parte de la población tuvo que recurrir al canibalismo. Y cuenta la leyenda negra de Andrei Romanievic, que su hermano mayor fue víctima de los caníbales. Sí, canibalismo en la Europa del siglo XX, canibalismo en la rusia de Stalin. Hambrunas y purgas, en ese contexto nació Andrei.

 

      Como tantos niños rusos, Andrei no tuvo infancia. Eran años muy duros. En 1.941, la U.R.S.S. entraba en la segunda guerra mundial atacada por la alemania nazi. Millones de soldados soviéticos fueron al frente y entre ellos el padre de Andrei. Stalin no quería traidores en sus filas, no quería desertores. Pensaba que cualquier soldado soviético que fuera hecho prisionero era un traidor a la patria y en ese caso estaba el padre de Andrei. Las familias que se encontraban en esa situación quedaban marcadas de por vida. Por tanto, con poquitos años, con 8 o 9 años, Andrei había perdido a su hermano víctima del canibalismo y su padre también había desaparecido por ser considerado traidor a la patria. Una infancia muy difícil dominada por las penurias económicas, por el hambre y además señalado por el dedo soviético.

 

      Andrei crecía lleno de complejos, cuentan que sus traumas provocaban que se siguiera orinando en la cama hasta los 12 años; dicen que víctima del miedo, de un miedo extraño, interno, inexplicable... Él mismo, por hacerse el fuerte, nunca reconoció que tenía una tremenda miopía, veía mal, muy mal. Hasta los 30 años estuvo sin reconocer su miopía. Sí en cambio, para hacerse fuerte frente al grupo de amigos, de compañeros, de alumnos que estaban con él en la escuela, se convirtió en un comunista. Leía el Pravda, el diario Pravda, el organismo de comunicación soviético. Dicen que su comunismo era enfermizo y así fue creciendo. Un adolescente complicado, terriblemente tímido, huidizo. También el sexo le dio la espalda, era muy difícil para Andrei mantener relaciones amistosas con las chicas de su aldea, era muy difícil. En una ocasión tuvo un amor, su primer amor. La chica no parecía corresponderle, cuentan que en un intento de acercarse a ella, en un intento de abrazarla, eyaculó en sus pantalones; sólo con el gesto de querer abrazarla, Andrei eyaculó. La candidata a novia huyó despavorida. Andrei estaba deshecho por dentro. Algunos le tachaban de retrasado mental pero él se negaba a todo eso y seguía aferrado a su ideología política.

 


      Llegó el tiempo del servicio militar y en la mili, sus compañeros, empezaron a mofarse, empezaron a reírse de él. Esto lo llevaba muy mal porque escuchaba las sonrisillas, escuchaba las murmuraciones. Sus compañeros decían que era impotente, que no servía para hacer el amor a ninguna chica. Y Andrei lo pasaba muy mal, muy afligido, porque siempre pensó que al fin y al cabo sus compañeros no decían nada más que la verdad.

 

      Por fin terminaron los tiempos del servicio militar y su hermana, muy apenada por él, le buscó una novia. Le encontró una chica poco agraciada, hija de un minero. Dicen que la primera erección que tuvo Andrei Romanievic la tuvo una semana después de haberse casado, y fue una erección que apenas duró 3 o 4 segundos. Aún así, consiguieron tener dos hijos, pero según contaba la mujer de Andrei, tuvieron dos hijos en dos relaciones que tuvieron.

 

      Le encontramos en el año 1.971. Andrei sigue lleno de complejos, lleno de timidez, es muy difícil que Andrei se pueda relacionar con la sociedad que le rodea pero intenta prosperar y consigue una diplomatura en la universidad. Esa diplomatura le proporciona un trabajo estatal, Andrei era maestro de escuela. Era el año 1.971 y aquí empezó a gestarse la tragedia para Andrei Romanievic y sus víctimas.

 

      En su clase había niños que no llegaban siquiera a ser adolescentes, niños y niñas. A Andrei le empezó a invadir un sentimiento: tenía fijación por las niñas, las niñas menores de 12 años. Eran tiempos muy difíciles para la U.R.S.S., estabamos en plena guerra fría y las vicisitudes por las que atravesaba el pueblo ruso eran extremas. Por tanto, no era muy difícil hacerse con los servicios de cualquier prostituta, fuera niña, fuera adolescente o fuera mayor. Por muy poco, por un bocadillo, una botella de vodka, cualquier cosa servía para conseguir los favores sexuales de una mujer. Andrei, ya muy obsesionado por el sexo infantil. Dicen que en el internado en que él daba clases siempre procuraba buscar las habitaciones de las niñas para observarlas desde la distancia mientras se masturbaba. Era algo tremendo, obsesivo.

 

      Al final decidió comprarse una choza, una cabaña en las afueras de la ciudad. Y hasta ahí llevaba a las niñas, adolescentes... para realizar no muchas prácticas sexuales porque era incapaz, no conseguía la erección, era imposible. Si en cambio disfrutaba viendo como se desnudaban, ni siquiera podía sospechar el propio Andrei de lo que estaba a punto de suceder, ni siquiera podía sospechar.

 

      Finalmente nos encontramos en el 22 de diciembre de 1.978. Andrei convence a una pequeña niña de 9 años para que le acompañe a su cabaña. Los grandes asesinos de la historia tienen tres grandes formulas para actuar:

 
 

* Una formula nos daría el relámpago: de forma compulsiva los asesinos atacan a sus víctimas y las destrozan en pocos segundos. Esta sería la primera fórmula: la compulsiva, el relámpago.
 

* La segunda es la emboscada, preparando cuidadosamente la forma de actuar, la emboscada a la víctima.
  * La tercera formula es el engaño, la que Andrei dominaba.

 

      Andrei siempre tenía buenas palabras para sus víctimas, siempre tenía el medio y el método para engañarlas, para conducirlas a un lugar lejano y allí dar rienda suelta a su mente turbulenta e inquieta.

 

      Su primera víctima se llamaba Lena y sólo tenía 9 años. Mediante engaño la llevó a aquella cabaña y allí comenzó a manosearla, pero no conseguía la erección. En un momento del forcejeo, Andrei le provocó una herida, de esa herida brotó la sangre y en ese momento se activó el mecanismo más horrendo en el cerebro de Andrei, esa sangre sí provocó la erección. Sin solución de continuidad, Andrei cogió un cuchilló de hoja enorme (30 cm) y con él comenzó a asestar puñaladas a la pobre niña, hasta 30 puñaladas; fue un momento de sumo placer para él. Había empezado el desfile macabro de uno de los tipos más terribles y crueles que ha dado la historia de la humanidad. Era la primera víctima pero no sería la última.

 

      Andrei depositó el cadáver de la pequeña en un río cercano y dejó que se lo llevara la corriente, pero descuidó su rastro de sangre. Dos días más tarde, cuando los policías encontraron el cuerpo de la pequeña empezaron a indagar. Llegaron a la cabaña de Andrei y allí vieron el rastro de sangre.


 

      Le preguntaron, pero era un tipo muy normal: tenía dos hijos, tenía un buen trabajo, nada hacia pensar que fuera sospechoso, que fuera un violento y sanguinario asesino sexual. Y por si fuera poco, la suerte se alió con Andrei y es que en la zona apresaron a otro asesino sexual, a otro violador, y le echaron todas las culpas a éste. Por tanto, Andrei escapó por los pelos, pero escapó. Los policías erraron, tarde o temprano se arrepentirían. De todas formas la llegada de la policía abrumó un poco a Andrei, quedó algo consternado y tardó un poquito en realizar su segundo asesinato. Ese llegaría en 1.981.

 

      Rania sería su segunda víctima, pero empezó a cogerle gusto a la cosa, empezó a sacar un placer indescriptible. No violaba a sus víctimas, no las penetraba, pero si eyaculaba sobre ellas, sí tenía ese placer de la sangre, ese morboso placer de la sangre. Y por si fuera poco, aquel canibalismo que había hecho estragos en su familia empezó a adueñarse de él. Y esto si cabe es todavía más estruendoso porque empezó a dar tajos a sus víctimas. También una extraña costumbre anidó en el alma de este perturbado mental, y es que comenzó a extraer los ojos de sus víctimas, seguramente no quería que le vieran mientras actuaba. Fue una costumbre que se mantuvo a lo largo de los años, extraía los ojos de sus pobres víctimas. No se conformaba con los ojos, también extraía los intestinos, los órganos, los órganos sexuales y ya, para rematar la faena, comenzó a masticarlos. Empezó a comer esos intestinos, esos órganos, se deleitaba comiendo visceras.

 

      Una mente más malvada no se puede concebir, pero existió Andrei Romanievic. Siguieron las prácticas. En este segundo asesinato, además gozó enormemente porque se sintió como una especie de alocado guerrillero de los bosques. Él admiraba mucho esas historias de partisanos en los bosques sobreviviendo con cualquier cosa, y cuenta la leyenda de Andrei que cuando mató a su segunda víctima empezó a bailar como un descosido, como un energúmeno empezó a bailar entorno a su victima descuartizada. Era el momento sublime para él, se sentía poderoso. Esa sociedad que le daba la espalda, esa sociedad que le había negado todo ahora estaba pendiente de él. Sus manos actuaban, sus manos le hacían sentirse un dios.

 

      Andrei definitivamente se volvió loco, comenzaron los crímenes rituales. El método era exactamente idéntico en todos, pero desconcertaba a la policía porque no había un patrón que siguiera. No solamente eran niñas ya, también vagabundos, mendigos, gente de mal vivir, prostitutas, de toda calaña, de toda clase, de toda condición, todos fueron cayendo. En el año 1.982 ya llevaba 30 víctimas mortales. Andrei ya no quería parar.

 


      Chikatiló, como a él mismo le gustaba llamarse, ya no quería parar, eso era ya demasiado, era el sumum, le había encontrado a su vida, una vida criminal y despiadada, un motivo, ya sabía para que lo que había nacido. La policía se puso a trabajar. En una de las víctimas encontró restos de semen. Rápidamente ese semen fue analizado. El semen obedecía al grupo AB, es decir que el asesino tendría una sangre de ese grupo sanguíneo AB, empezaron a investigar.

 

      Rostov era una ciudad lejana pero populosa y allí había conseguido un trabajo como inspector y eso le daba mucha movilidad, se podía mover varios cientos de kilómetros a la redonda de Rostov. Por eso la policía estaba todavía más desconcertada si cabe, porque iban encontrando a las víctimas muy esparcidas a lo largo de un diámetro gigante, enorme. Tenían que buscar entre muchos candidatos. Y un buen día, en el mercado central de Rostov, apresaron casi por casualidad a Andrei Romanievic. Le apresaron y le encontraron en un maletín: un bote de vaselina, una cuerda y un enorme cuchillo. Analizaron su sangre pero no era del grupo AB, era del grupo A, por tanto en principio le descartaron como sospechoso porque había centenares, miles de sospechosos en la zona. Se buscaba, porque así lo determinaron los psiquiatras, varias facetas, varios perfiles. Se buscaba gente con deficiencias mentales, porque claro, los crímenes eran tan horrendos que seguramente un perturbado era el causante de aquellas matanzas. También se buscaba a un hombre normal, un hombre que tuviera una vida normal, con una familia normal y con un trabajo normal. Y también se empezó a investigar entre todos aquellos que poseyeran un coche propio, un coche que les permitiera independencia de movimientos. Desde luego Andrei se ajustaba a este último perfil: tenía coche, era un tipo normal, una vida normal, una vida cómoda pero el grupo sanguíneo falló por tanto le dejaron en paz. Pero las muertes siguieron.

 

      Finalmente, los rusos decidieron movilizar todo su potencial. Era ya demasiado, ya se empezaban a reconocer esos crímenes rituales, la sociedad estaba conmovida. Se hablaba del Destripador de Rostov, se hablaba del Carnicero, de la Bestia de Rostov. Desde luego que cualquiera de los tres calificativos se acercaba a Andrei Romanievic.

 

      A todo esto, los japoneses que se interesaron vivamente por el caso, enviaron un informe médico. En ese informe se decía que no necesariamente el grupo sanguíneo del semen debía corresponder al grupo sanguíneo de la sangre. Es decir, que había una casuística, había unos datos que habían demostrado que 1 de cada 10.000 podía tener un grupo dispar. Eso, en principio, paso desapercibido; luego se utilizaría, y se comprobó que efectivamente en el caso de Andrei Romanievic, era así.

 

      Las autoridades rusas movilizan a más de 600 policías, policía investigadores, expertos, forenses,... toda clase, toda suerte de profesionales se mueven hacia la zona de Rostov. Quieren encontrar a toda costa a ese criminal y van a poner todos los medios disponibles para encontrarle. La zona de Rostov es muy arbolada, hay muchos bosques, y por tanto tenían que organizar un gran despliegue, y comienzan a realizar ese despliegue. Después del interrogatorio al que habían sometido a Andrei en 1.984, éste bajó un poco la intensidad de sus acciones, tan sólo asesinó a un par de personas. Pero estaban todos tras la pista.. Muchos policías se movían por la zona del ferrocarril, allí había actuado, allí habían quedado muchas de sus pobres víctimas, seguro que caería tarde o temprano.

 

      Había policías camuflados de campesinos que buscaban setas, había otros camuflados de taquilleros en esa estación de ferrocarril, había policías femeninas que hacían que trabajaban de prostitutas para ver si captaban la atención del criminal, otros se disfrazaban de vagabundos, se les podía ver por los vagones o errando por la zona; vamos, que había 600 efectivos de la policía rusa buscando en Rostov. Tarde o temprano, Andrei cometería un fallo, cometería un error y le pillarían. Pero aún iban a pasar muchos días. Las fichas de sospechosos llegaron a tener el número de 26.500, había 26.500 sospechosos y entre esos 26.500 se buscaba. La locura de la policía llegó a tal extremo que se llegaron a revisar 500.000 fichas, 500.000 rusos fueron investigados buscando al criminal de Rostov.

 

      Finalmente nos encontramos en el 6 de noviembre de 1.990. Un sargento de la policía está haciendo su patrulla en las cercanías de un bosque, un bosque que estaba próximo a la estación de ferrocarril. Había encendido un cigarro, estaba mirando el bosque y curioso contempla como un hombre vestido con traje y con corbata sale del bosque, y sale algo manchado, algo turbado, algo nervioso. El sargento se acerca a ese hombre y le pide la documentación. Después de comprobar la documentación y comprobar que era un ciudadano de Rostov le deja marchar, pero toma muy buena nota del nombre, el nombre era Andrei Romanievic. Hasta ahí nada más que una sospecha, en esa lista de 26.500 Andrei, desde el año 1.984, ocupaba el número 90, era el sospechoso número 90.

 

      Pero el 12 de noviembre se descubre el cuerpo de la última víctima de Amdrei terriblemente mutilada, Svela se llamaba. Rápidamente los especialistas, los forenses, determinan que Svela ha fallecido en un plazo no superior a una semana antes, y Svela ha aparecido en la zona donde precisamente aquel sargento había parado a Andrei. Rápidamente el sargento sacó el nombre. Buscan, localizan a Andrei y el 20 de noviembre de 1.990 es detenido. Le someten a toda suerte de pruebas, le someten a toda suerte de investigaciones, de preguntas, sesiones interminables. Finalmente, Chikatiló se desmorona. Primero confiesa que le apasionan las películas pornográficas donde aparecen niños, posteriormente afirma que los mendigos son almas nauseabundas que conviene eliminar. El día 26, desmoronado del todo, afirma que él es el autor de esas horribles matanzas. Empieza a dar detalles, describe el lugar de los hechos, describe como lo hizo. Los policías soviéticos, horrorizados, escuchan estupefactos las narraciones. Andrei, incluso, concibe la posibilidad de que le dejen vivo por haberse convertido en una celebridad, todo el mundo quiere saber de él, lo mismo le dejan como un espécimen curioso para ser investigado por la ciencia y por eso colabora de una forma muy decidida y dice: donde fue este, donde fue aquel, como mutiló a aquella, como le cortó el cuello al otro, cortaba cabezas, cortaba miembros, dicen que masticaba también los órganos viriles de los hombres, masticaba los úteros, le encantaban los intestinos, disfrutaba enormemente metiendo el cuchillo en el cuerpo de sus víctimas, todo eso se lo contaba a los policías curtidísimos de la U.R.S.S.

 

      Y el juicio llegó. Fue algo tremendo, algo que conmocionó la sociedad rusa. Los familiares de las víctimas se agolpaban en los juzgados de Rostov. Chikatiló fue metido en una jaula de metal para protegerle de las airadas reacciones de los familiares, todos querían acabar con él, estaban estremecidos, no podían concebir que un criminal, que una bestia de esa calaña, hubiese nacido entre ellos. Siempre una cuerda de policías y de soldados protegía la jaula de metal de Chikatiló. Éste además había rasurado su pelo y se mostraba muy nervioso, muy excitado, como haciendo ver que era un enfermo mental. Los psiquiatras dijeron que no era un enfermo mental, que todo lo había hecho y concebido fríamente, que lo había hecho porque así se sentía poderoso, pero que de ninguna manera era un enfermo mental. Centenares de familiares lloraban en las puertas de los juzgados, exigían justicia, querían un linchamiento popular.

 

Comentarios

  •       Por fin, en 1.992, se dictó sentencia. La Bestia de Rostov fue condenada a muerte.. En Rusia la pena de muerte se hacía de una forma muy especial: los condenados a muerte esperaban en una especie de corredor y nunca sabían en que fecha les iban a ajusticiar, nunca sabían cuando iban a morir. La última entrevista que se le hizo a este espécimen fue en el verano de 1.993. Terminó la entrevista diciendo: "Pido a mis colegas, a mis compañeros, a mis amigos que me perdonen, solo eso, que me disculpen". La sentencia se iba a ejecutar, sería un tiro de gracia en la cabeza. Pero a todo esto él sugirió que su cerebro fuera donado a la ciencia para que ninguno como él volviera a nacer. Siempre nuestro protagonista afirmó que una parte de su cerebro le decía que tenía que matar pero que la otra parte no, la otra parte le animaba a dejar de matar, por tanto había dos partes fragmentadas en su cerebro, una con una postura y la otra con otra, el bien y el mal, debatían el bien y el mal constantemente en el cerebro de Chikatiló.

     

          En febrero de 1.994 el verdugo esperaba a Chikatiló en una fría estancia, allí fue conducido. Había una orden muy clara, que el disparo no dañara el cerebelo. Los científicos querían el cerebelo para estudiarlo, para analizarlo. Y al fin la sentencia se cumplió (ver en la foto de la derecha como le protegen la cabeza con una bolsa una vez muerto, para su posterior estudio).


     

          En febrero de 1.994, el criminal más terrible, más sanguinario, más cruel de la historia contemporánea rusa, fue eliminado. Nunca sabremos cual fue su último pensamiento
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