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11-M: 20 años después, queremos seguir sabiendo la verdad


El juicio del 11-M: veinte años de una sentencia llena de incógnitas
¿Quién fue el especialista que montó las bombas? ¿A quién corresponden los siete restos de ADN anónimos localizados en lugares clave de los atentados? ¿De quién es el perfil genético 39, encontrado en Leganés, Morata y un coche usado por los terroristas? ¿O el número 12, todavía sin identificar?

María Jamardo
María Jamardo

La instrucción de la causa de los atentados del 11-M duró 28 meses que quedaron recogidos en 241 tomos de pesquisas, pruebas, documentos, fotografías, testimonios y muchas, muchas incógnitas. Veinte años después de que se celebrase el juicio que puso fin, oficialmente, a uno de los casos más polémicos y duros de nuestra historia reciente, sigue habiendo flecos y algunas dudas. El propio presidente del tribunal de la Audiencia Nacional que juzgó los terribles hechos de aquel fatídico 11 de marzo de 2004, hoy juez en excedencia, Javier Gómez Bermúdez, considera que «la sentencia es mejorable» y no fue «redonda» porque no se condenó en primera instancia, por ejemplo, a Antonio Toro, a quien el Tribunal Supremo le impuso, en último término, una pena de cuatro años de cárcel por un delito de tráfico de explosivos.
Dos años antes, su compañero el juez Juan del Olmo había ido encajando las piezas de un rompecabezas que recayó en la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) y bajo la acusación de la fiscal Olga Sánchez. Tras miles de horas de trabajo, cientos de informes y decenas de pruebas y diligencias, se cerraba la instrucción del caso, en julio de 2006, para sentar en el banquillo a un total de 29 acusados vinculados al terrorismo de Al Qaeda, de los cuales 18 fueron condenados por los atentados que segaron la vida de 193 personas y dejaron un rastro de más de 2.000 heridos a sus espaldas.

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Precisamente, este último aspecto sobre la autoría del terror, vinculada al yihadismo, y el hecho de que se empleasen determinados explosivos en los trenes donde fueron asesinados tantos inocentes, aunque sin certezas sobre la naturaleza de los mismos, son dos de las cuestiones que han quedado sin respuesta.
No en vano, a las puertas del macro juicio que conmocionó a la sociedad española y tras una confesión del jefe de los Tedax, Sánchez Manzano —quien declaró ante el juez del Olmo que sus análisis no habían sido todo lo riguroso posible— el tribunal decretó que se realizase una nueva prueba pericial para conocer, de verdad, qué había estallado en el interior de aquellos vagones en Atocha, Santa Eugenia y El Pozo del Tío Raimundo. Diez explosiones coordinadas, entre las 7:36 y las 7:40 de la mañana, del 11 de marzo de 2004, en cuatro trenes de cercanías de Madrid.

La vista del juicio del 11-M arrancó en febrero de 2007 y, por primera vez en España, el juicio se retransmitió en tiempo real

Tal fue el cambalache de datos, cifras y cabos sueltos en el marco de la causa principal que la Justicia abrió un total de tres líneas de investigación más, vinculadas con el 11-M. La primera se centró, de hecho, en las acciones iniciadas por las víctimas contra el jefe de los Tedax. La segunda se centró en si los testigos protegidos que condicionaron la condena de Jamal Zougam, a quien se atribuyó la autoría principal de los atentados y que fue castigado con 191 años de prisión, mintieron al tribunal.
La última, derivada directa del sumario principal, se empleó para continuar investigando cada línea, cada palmo de información relativa a los atentados, al hilo de las revelaciones de José Emilio Suárez Trashorras —el exminero condenado por facilitar el material explosivo— quien dijo haber conocido al encargado de fabricar las bombas pero al que nunca pudo llegar a identificarse.
La dudosa autoría de Al Qaeda
La sentencia dictada por el juez Gómez Bermúdez condenó a Jamal Zougam como responsable principal, a José Emilio Súarez Trashorras y a Otman el Gnaoui, como cooperadores necesarios y a un total de nueve miembros de una organización terrorista —entre ellos El Egipcio y Yusef Belhadij, considerado uno de los cerebros del terror— por sendos delitos de tráfico de explosivos y falsedad documental.



«Yo tendría que haberme esforzado más, porque si llego a razonar un poco más pues probablemente el Supremo hubiera validado la condena. Entendimos que había pruebas suficientes para condenarlo y nos quedamos cortos», reconocía, este domingo, en una entrevista, el magistrado. Unas declaraciones que retumban en el 20 aniversario de los ataques terroristas, unos hechos que prescriben hoy. Cabe recordar que, en julio de 2008, el Tribunal Supremo revisó su sentencia, absolvió a cuatro condenados, bajó cinco penas y condenó a un absuelto.

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