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El Holocausto y el mito de la Gran Guerra Patria

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Comentarios

  • @Stern von Afrika escribió :
    No pretendía llamarte nazi, hombre, solo decirte que el PP es el mal.

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    @Stern von Afrika escribió :
    Pero ya que lo mencionas, en los actos del PP sí se ha visto alguna bandera franquista, sí:

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    Aunque de lo que hay una buena colección es de casos recientes en los que militantes e incluso cargos del partido han posado con símbolos franquistas o directamente nazis.

    Yo he hablado de la hoz y el martillo por una parte y esvásticas por otra. La rojigualda con el águila la equiparo con la tricolor republicana. Y el cargo del PP (de tercer o cuarto escalón) pidió disculpas. Ahora me lo comparas con el coletas cantando "que vuelva la URSS" junto a una bandera soviética y la imágen de Lenin.

    @Stern von Afrika escribió :
    Pero no creo que tenga que explicarte la relación entre el PP y la extrema derecha.

    No creo que tenga que explicarte lo que ocurriría si el PP no aglutinara a la extrema derecha. Mira al resto de Europa.
  • editado julio 2016 PM
    Está interesante, gracias. Lo leo cuando puedo.

    Me piro ya que tengo prisa, ya comentaré algo.

  • Eastern_Front_1941-06_to_1941-12.png

    El frente oriental entre el 22 de junio y el 5 de diciembre de 1941


    Homo homini lupus est

    Plauto


    En las entradas anteriores hemos visto que las matanzas del Holocausto comenzaron, durante el verano de 1941, en los territorios doblemente ocupados, en las zonas en las que los Estados de entreguerras habían sido destruidos por los soviéticos justo antes de la ocupación alemana. Lo cierto es que en pocas semanas los alemanes alcanzaron las tierras de la URSS prebélica, y allí continuaron las masacres organizadas con apoyo local. La tasa de mortalidad judía en las regiones ocupadas por Alemania que ya eran soviéticas antes de la guerra (95%) fue casi igual de alta que en las de doble ocupación (97%). Los ciudadanos soviéticos colaboraban en los asesinatos masivos de judíos con independencia de que hubieran recibido el pasaporte soviético entre 1939 y 1940, o de que hubieran vivido desde antes en la URSS. Los militantes comunistas colaboraban con los nazis con independencia de que sus carnés del partido tuviesen el sello del año anterior o de hacía una década.

    Los judíos que vivían en la Unión Soviética antes de la guerra habían tenido más tiempo para escapar del avance alemán, y algunos lo habían hecho. Esto generó cierta cantidad de casas y pisos vacíos de los que sus vecinos soviéticos no tardaron en apropiarse. Y además, este hecho llevaba a pensar que quedarían aún más propiedades disponibles si desaparecían los judíos que no se habían marchado.

    Lo cierto es que la sociedad soviética estaba ya más que acostumbrada a la represión en masa y las denuncias étnicas: en los años anteriores a la guerra, cientos de miles de personas pertenecientes a diferentes etnias (finlandeses, polacos, alemanes, kurdos, coreanos, etc.) habían sido deportadas a distintos lugares del país. En una espeluznante secuencia, al terror de masas soviético (1937-1938) le siguió la alianza con la Alemania nazi (1939-1941) y después la invasión por parte de esta (1941). En las tierras de Bielorrusia, Rusia y Ucrania que alcanzaron los alemanes tras atravesar los nuevos territorios soviéticos, la Gran Purga se había llevado cientos de miles de vidas por delante. Dado que la represión estalinista había eliminado a gran parte de la minoría polaca de esas zonas, como ya vimos, la población ucraniana, bielorrusa y rusa ya había sido testigo de la supresión en su seno de una minoría étnica mediante la puesta en práctica de una política estatal. A todo ello hay que añadir la confusión ideológica sembrada entre los ciudadanos soviéticos cuando entre 1939 y 1941 su propaganda dejó de criticar las políticas alemanas como resultado del pacto entre Stalin y Hitler. En estas condiciones, cuando llegaron los nazis es de suponer que los ciudadanos soviéticos que habían denunciado pocos años antes a sus vecinos polacos casi ni vacilasen a la hora de denunciar a sus vecinos judíos. Y en efecto, así fue. En Kiev, por ejemplo, los ucranianos y los rusos ayudaron a la Policía del Orden alemana a localizar y registrar a los judíos antes de la matanza de Babi Yar.

    Járkov era la ciudad más importante del noroeste de Ucrania y albergaba a una significativa minoría rusa. Sus habitantes habían sufrido con horror tanto el calvario del Holodomor (la hambruna provocada por las colectivizaciones soviéticas que causó millones de muertes entre 1932 y 1933), como de la Gran Purga (entre 1937 y 1938, cuando muchos intelectuales fueron arrestados y ejecutados con el objeto de erradicar el nacionalismo ucraniano). Estas experiencias hicieron que no pocos de sus residentes guardaran rencor hacia el régimen soviético.

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    Una víctima del Holodomor en una calle de Járkov. La fotografía fue tomada por el austriaco Alexander Wienerberger


    Los alemanes tomaron Járkov en octubre de 1941. Como en otros lugares de Ucrania, los nazis fueron recibidos con los tradicionales obsequios de pan y sal. Se presentaron allí enarbolando el mito judeobolchevique, como siempre. Colocaron a ciudadanos soviéticos al frente de la administración local, y fue esa autoridad municipal la que ordenó llevar a cabo un censo de los judíos que quedaban en la ciudad. Fue esa autoridad municipal también la encargada de distribuir los bienes de los judíos que habían huido del avance alemán, así como de los que desaparecieran en el futuro. Entre diciembre de 1941 y enero de 1942, los nazis asesinaron en Járkov a miles de personas, en su mayoría judíos. La mayor parte de la labor de conducir a las víctimas hasta el lugar donde morirían recayó en sus conciudadanos soviéticos, unas personas que no eran sino meros productos del sistema estalinista y que simplemente se adaptaban a un nuevo amo.

    Con independencia del lugar adonde llegasen los alemanes en la URSS, el resultado era básicamente el mismo: la matanza de los judíos que quedaban, planificada por los nazis pero ejecutada con una amplia colaboración de personas de todas las nacionalidades soviéticas. El mito judeobolchevique separaba a los judíos del resto de ciudadanos soviéticos, y a la mayoría de ciudadanos soviéticos de su propio pasado, de los crímenes comunistas.
  • editado agosto 2016 PM
    En Bielorrusia, el Einsatzgruppe B, que iba detrás del Grupo de Ejércitos Centro y que estaba dirigido por el SS-Gruppenführer (general de división de las SS) Arthur Nebe, lo tuvo más difícil a la hora de encontrar colaboradores locales para sus siniestras tareas, porque el nacionalismo de la zona no era significativo. En vista de eso, recurrió a la Werhmacht. Así, en una conferencia celebrada en Maguilov, en septiembre de 1941, entre oficiales de las SS y del Ejército, los segundos aceptaron colaborar porque se identificó a los judíos no solo con el comunismo, sino también con los partisanos. El movimiento partisano había cobrado fuerza en Bielorrusia desde los primeros días de la ocupación, de modo que si el Ejército alemán quería librar una guerra limpia y triunfal, debía acabar con los partisanos, es decir, con los judíos. De hecho, durante la conferencia se realizó un ejercicio en el que se asesinó a 32 judíos supuestamente porque eran partisanos, aunque en realidad ninguno lo era.

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    Arthur Nebe


    Por otro lado, la hipocresía nazi quedaba también muy de manifiesto por el hecho de que aunque los alemanes habían anunciado su intención de no respetar las leyes de la guerra en el frente del este, y sus asesinatos masivos así lo constataron, se mostraban muy susceptibles ante las campañas partisanas dirigidas contra sus tropas. Ellos podían ignorar las leyes de la guerra ya que actuaban en favor de la naturaleza y de la supervivencia de la especie humana, pero el enemigo no, y si lo hacía, por supuesto merecía morir.

    Minsk, capital de Bielorrusia, fue tomada por las tropas alemanas el 28 de junio de 1941. En julio se estableció allí un gueto, el mayor de todos los que hubo en los territorios ocupados de la URSS. Albergaría a unos 100.000 judíos, la mayoría de los cuales moriría en el Holocausto. Igual que en otros lugares de la URSS, los nazis no dudaban en asesinar a mujeres y niños junto a los hombres, justificándose en que estaban impidiendo un mal mayor. Uno de los verdugos se lo explicaba así a su mujer:

    "En el primer intento, la mano me tembló un poco al disparar, pero después te acostumbras. Al décimo disparo, apunté con calma y disparé con seguridad a la multitud de mujeres, niños y bebés. No dejaba de pensar que yo tenía dos bebés en casa, a quienes estas hordas tratarían exactamente de la misma forma, si no diez veces peor. La muerte que les dimos fue una muerte buena y rápida, comparada con los tormentos infernales de los miles y miles que se hacinan en las cárceles del OGPU. Los bebés salían despedidos, dibujando arcos en el aire, y nosotros les disparábamos y los hacíamos volar en pedazos, antes de que sus cuerpos cayesen en la fosa y en el agua".

    En agosto, Nebe organizó en Minsk una matanza de judíos durante una visita de Himmler a la ciudad, y el Reichsführer-SS se mareó al contemplarla. En consecuencia, Himmler se mostró preocupado por la salud mental de los ejecutores de las masacres y encargó a Nebe que buscara métodos más "humanos" para matar. Nebe probó a asesinar a varios enfermos mentales con explosivos, pero el procedimiento resultó ser poco práctico. En vista de ello recurrió al gas de monóxido de carbono, que ya se había empleado durante la Operación T4 para asesinar a decenas de miles de personas "indignas de vivir". Así, en Maguilov se adaptaron furgonetas para que expulsaran el gas del escape dentro de la caja, sellada herméticamente. Era una forma de matar sin tener que enfretarse cara a cara con las víctimas. La idea le gustó a Heydrich. Hay que decir que las camionetas de gas en realidad habían sido inventadas por la NKVD durante la Gran Purga. Los nazis las emplearían sobre todo en el campo de exterminio de Chelmno. Tenían la ventaja adicional de que permitían transportar a las víctimas mientras se las asesinaba hasta un barranco o una fosa donde serían enterradas, pero su uso decaería en favor de las cámaras de gas porque estas posibilitaban matar a más gente, a mayor velocidad, y sin que se escucharan sus gritos.

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    Judíos de Maguilov, 1941


  • El Einsatzgruppe B fue responsable del asesinato de 45.467 judíos. Curiosamente Nebe acabaría ejecutado por los nazis en 1945 debido a su participación en la Operación Valquiria, el atentado fallido contra Hitler del 20 de julio de 1944.

    Si los nazis ocuparon íntegramente Ucrania y Bielorrusia, del territorio propiamente ruso solo llegaron a conquistar un 5%. No obstante, también aquí encontraron colaboradores locales. Los rusos se habían visto afectados por los crímenes soviéticos como el resto de nacionalidades de la URSS. Debido a ello, algunos esperaban con verdadera ansia, y de forma un tanto ingenua, la llegada de los nazis. En su libro Moscú 1941, Rodric Braithwaite recoge un texto muy esclarecedor. Se trata de algo que le dijo el pintor Aleksadr Aleksandrovich Osmerkin a su vecina Raisa Labas, ex mujer del también pintor Robert Rafailovich Falk, en el otoño de 1941:

    "He oído que estás preparándote para abandonar Moscú: ¿es que has perdido el juicio? Disculpa mi crudeza, pero ¿hacia quiénes te diriges y de quiénes huyes? ¿Es que de verdad te crees nuestra propaganda barata? En Kiev los alemanes han establecido un gobierno social revolucionario y están dando un gran apoyo a las artes. Después de todo, son el pueblo más culto de Europa. Estoy seguro de que no perseguirán a gente como tú ni como yo. Al contrario, estoy esperándolos con impaciencia, aunque, como sabes, mi esposa es judía. Bueno, pues le diré que tendrá que llevar durante un tiempo una estrella de David cosida en la solapa y ya está, pero no habrá Cheka y tendremos libre contacto con Europa. Yo ya he quemado mis papeles del Partido y me he deshecho de todo el material que tenía en casa y podía comprometerme: los clásicos del marxismo, los retratos y el resto de la asquerosa porquería bolchevique. Dios mío, pienso a veces, ¿y si todo estuviera llegando a su fin?"

    Aunque Osmerkin estuviera equivocado, no deja de ser estremecedor pensar hasta qué punto debería estar harto de su propio régimen cuando esperaba tan alegremente la llegada de los nazis, incluso teniendo en cuenta que su mujer era judía. Osmerkin había visto cómo su amigo, el poeta Osip Mandelshtam, desaparecía para siempre en el Gulag.

    En octubre de 1941, durante la Operación Tifón, estallaron desórdenes en Moscú y sus alrededores ante la proximidad de los alemanes. Empezó a reinar el caos y el pánico se apoderó de la gente. Se cerraban fábricas, muchos destruían sus carnés del Partido, algunas autoridades huían, y se escuchaban proclamas contra el comunismo y los judíos. En la ciudad textil de Ivánovo (situada a más de 300 kilómetros al nordeste de la capital, y por tanto bien lejos de los alemanes en aquel momento), cuando las autoridades ordenaron evacuar la maquinaria de las fábricas, las trabajadoras se rebelaron gritando: "¡Dejad las máquinas donde están, para que podamos trabajar para Hitler si aparece por aquí!". Y cuando les ordenaron ir a cavar trincheras, exclamaban: "No les hagáis caso [a los gerifaltes del Partido], no tienen ni idea y llevan veintitrés años mintiéndonos. Han enviado lejos a sus familias y ahora quieren mandarnos a nosotros a cavar fosas". Y añadían: "¡Abajo el poder soviético! ¡Viva Hitler!".

    El pánico en Moscú fue brutalmente reprimido por la NKVD. En diciembre, el Ejército Rojo contraatacó y Moscú se salvó de la ocupación alemana. Ese mismo mes, Japón atacó Pearl Harbor y EEUU entró en la guerra. A pesar de que habían sido los japoneses -aliados de Alemania-, quienes habían atacado a los estadounidenses y no al revés, y a pesar de que fue Hitler quien decidió a su vez declarar la guerra a los EEUU sin tener obligación de hacerlo, la lógica hitleriana afirmaba que la existencia de una guerra mundial era el resultado de una conspiración judía que había creado un "frente común" entre el capitalismo y el comunismo contra Alemania. El 30 de enero de 1939, Hitler había "profetizado" ante el Reichstag que si estallaba una nueva guerra mundial, la consecuencia sería el exterminio de los judíos de Europa:




    El 12 de diciembre de 1941, en una reunión con los líderes del partido nazi en la Cancillería del Reich, Hitler recordó y reafirmó su "profecía". Según escribió Goebbels en su diario, recogiendo las palabras de Hitler:

    "La guerra mundial ya está aquí, y la aniquilación de los judíos debe ser la consecuencia necesaria".

    El 30 de enero de 1942, Hitler repitió su siniestra "profecía" una vez más, esta vez en el Palacio de los Deportes de Berlín, ante miles de alemanes. La fecha no era casual. Diez días antes se había celebrado la Conferencia de Wannsee, organizada por Heydrich, en la que un grupo de líderes nazis había debatido el asunto de la solución final de la cuestión judía aunque, como hemos visto, la decisión de exterminar a los hebreos ya había sido tomada hacía tiempo.

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    Carta de Göring a Heydrich, fechada el 31 de julio de 1941, en la que el primero autorizaba al segundo a planificar una "solución final de la cuestión judía"


    Moscú resistió el empuje germano, pero en las ciudades de Rusia que cayeron bajo la ocupación alemana el destino de los judíos fue idéntico al de otros lugares de la URSS. Los rusos denunciaban a los judíos para limpiar su pasado y quedarse con sus bienes, y estaban presentes en los cuerpos de policía auxiliares que acabaron con los judíos, tanto en ciudades de su territorio, como Smolensk, como en las de fuera de Rusia, como Vilna, Riga, Minsk y Járkov.

  • Al terminar 1941, los nazis y sus colaboradores habían asesinado a cerca de un millón de judíos en los territorios ocupados de la Unión Soviética (y continuarían asesinando allí a cientos de miles de personas en los años siguientes). La consecuencia de la derrota ante Moscú y la transformación de la guerra en mundial iba a ser el exterminio de los judíos en otros lugares, empezando por Polonia. En Polonia los nazis habían reubicado a los judíos en guetos, pero no para matarlos, sino para deportarlos hacia el este una vez derrotado el Ejército Rojo. Las condiciones de vida en esos lugares eran pésimas, y por ello habían muerto decenas de miles de judíos, pero quedaban vivos dos millones. Como ya no era posible deportarlos, había que acabar con ellos, pero los métodos aplicados en la URSS -fusilamientos masivos con la ayuda de un gran número de colaboradores locales- no se podían poner en práctica en Polonia. Hacía falta otra forma de hacerlo.

    Si la guerra hubiera ido según esperaba Hitler, una tremenda hambruna tendría que haber asolado la URSS occidental en el invierno de 1941 a 1942. El Plan del Hambre debería haber matado a unos treinta millones de ciudadanos soviéticos, básicamente eslavos, que pertenecían a una teórica raza inferior. Tras la derrota del Ejército Rojo y el hundimiento del Estado soviético, los alimentos de las zonas fértiles del oeste de la URSS, sobre todo de Ucrania, deberían haberse destinado a la población alemana. Esta reorganización de la economía europea debía garantizar tanto la autosuficiencia de los alemanes como su seguridad y confort. En cambio todo había fracasado, la guerra continuaba, pero muchos ciudadanos soviéticos efectivamente morirían de hambre: más de tres millones en los campos de prisioneros, un millón en el cerco de Leningrado, decenas de miles en ciudades ucranianas como Járkov y Kiev. Aun así, el resultado apenas bastaba para alimentar a los soldados alemanes que combatían en el frente oriental, y poco contribuyó a mejorar la situación de la población alemana. Entonces los nazis decidieron redistribuir el hambre. Los soldados alemanes tenían órdenes de recoger alimentos de la tierra para sí mismos y sus animales (unos 750.000 caballos participaron en la invasión), "como en una guerra colonial", de modo que la comida sobrante se utilizó para lograr la colaboración de los prisioneros soviéticos. Por ejemplo, en el asesinato de los judíos.

    En Polonia los nazis no habían buscado la colaboración local. Aunque se había conservado la policía (la llamada Policía Azul), los nazis nunca contemplaron la idea de armar a los polacos que harían falta para llevar a cabo una Solución Final mediante fusilamientos, como habían hecho en la URSS, de modo que buscaron otros colaboradores.

    A lo largo de la guerra, los nazis capturaron a cerca de seis millones de prisioneros soviéticos. De ellos, más de tres millones (el 57%) murieron en los campos. Las causas de las muertes fueron múltiples, pero la principal fue el hambre, ya que se les privaba de alimentos de forma deliberada. La mayor parte (más de dos millones) murió precisamente durante la segunda mitad de 1941, porque a inicios de 1942 los nazis decidieron cambiar su política respecto a estos prisioneros. En realidad, los nazis no paraban de buscar nuevas formas de explotar a los eslavos, considerados como subhumanos, contra los judíos, considerados como inhumanos. La amenaza de una muerte por inanición transformó los campos de prisioneros de guerra en fábricas de colaboradores. El trato ofrecido por los nazis era simple: colaboración a cambio de comida. Cerca de un millón de soldados soviéticos lo aceptó.

    Los nazis no hacía sino adoptar con los eslavos una política puramente colonial: explotar a un grupo al que se despreciaba en detrimento de otro al que se despreciaba aún mas.

    Miles de prisioneros soviéticos liberados se entrenaron en el campo de concentración de Trawniki, cerca de Lublin, en el Gobierno General, y ayudaron a construir y vigilar los campos de exterminio de la Operación Reinhard: Bełżec, Sobibor y Treblinka. Más tarde, ayudarían también a vaciar algunos de los guetos más grandes, como el Varsovia.

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    Prisioneros soviéticos liberados al servicio de los nazis (hiwis o auxiliares voluntarios) en Trawniki


    En octubre de 1941, Himmler encargó verbalmente a Odilo Globocnik, Jefe Superior de las SS y la Policía en el distrito de Lublin, la organización y puesta en marcha de la Operación Reinhard, es decir, el asesinato de los judíos polacos. El nombre de la operación era en honor a Reinhard Heydrich. Seguramente fue bautizada así después de su asesinato por agentes checos entrenados en el Reino Unido, en mayo de 1942. Se construyeron en secreto los tres campos de exterminio antes mencionados con la ayuda de antiguos prisioneros soviéticos, ahora transformados en hiwis. La herramienta para realizar los asesinatos en masa sería el monóxido de carbono, que ya se había utilizado en la Operación T4 y en la URSS, empleado ahora en cámaras de gas. Los hiwis serían también los encargados de operar dichas cámaras.

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    Globocnik


    A los tres campos de exterminio de Bełżec, Sobibor y Treblinka, se les uniría un cuarto campo dentro de la Operación Reinhard, el de Majdanek, que originalmente fue solo campo de concentración. En Majdanek, además del monóxido de carbono, se empezó a utilizar otro gas más eficaz: el cianuro de hidrógeno, ácido cianhídrico o ácido prúsico, más conocido en este contexto como Zyklon B.

    La Operación Reinhard se puso en marcha en marzo de 1942 y continuó hasta el otoño de 1943. En ella se asesinó a cerca de dos millones de judíos y gitanos.

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    Deportación de judíos a Treblinka, 1942


  • De forma paralela a los asesinatos masivos de la Operación Reinhard, pero sin formar parte de la misma, en el campo de exterminio de Chelmno se utilizaron furgonetas de gas para asesinar al menos a 150.000 personas, sobre todo procedentes del gueto de Łódź. Chelmno en realidad sirvió de proyecto piloto para la Operación Reinhard, pues fue el primer campo en el que se utilizó gas venenoso.

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    El gueto de Łódź en 1940


    Probablemente los nazis nunca tomaron la decisión de acabar con todos los judíos polacos en campos de exterminio, y la razón es que necesitaban a algunos para trabajar. Digamos que el exterminio dependía del balance entre la productividad judía y el consumo judío de calorías. En los momentos en que la necesidad de alimentos era más apremiante, se los asesinaba. En los momentos en que la necesidad de mano de obra urgía, se les perdonaba la vida. Obviamente la tendencia general apuntaba a la aniquilación total. La prueba es que el gueto de Łódź se transformó en un enorme campo de trabajo industrial que proporcionaba suministros para el Ejército alemán. Los nazis fueron exterminando a su población poco a poco, de modo que subsistió más que cualquier otro gueto de Polonia. Las últimas deportaciones se llevaron a cabo en agosto de 1944. De los más de 200.000 judíos que se alojaron en aquel gueto, solo sobrevivieron 10.000.

    A finales de 1942, la cifra de judíos asesinados por los nazis y sus colaboradores ya sumaba millones. El Holocausto había comenzado en forma de ejecuciones masivas en tierras donde el Estado había sido destruido por partida doble en una rápida sucesión, primero a manos de los soviéticos, y después el aparato soviético a manos de los nazis. Las técnicas desarrolladas en esas zonas para asesinar se aplicaron también más al este, hasta llegar a todos los rincones donde se extendía el dominio alemán en la URSS. En la Polonia central y occidental, ocupada por Alemania desde septiembre de 1939, las matanzas no comenzaron hasta dos años después y en ellas se emplearon nuevas técnicas más "humanas": furgonetas y cámaras de gas. Llegados a este punto, el destino de la mayoría de los judíos que quedaban en Europa era un lugar llamado Auschwitz.

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    El Holocausto en Polonia


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    Llegada de un convoy de judíos a la terminal ferroviaria de Auschwitz II (Birkenau). Al fondo, a izquierda y derecha, las chimeneas de los crematorios II y III, junto a los que estaban las cámaras de gas


    Auschwitz es un símbolo, el de la volutad de asesinar a todos los judíos de la Europa ocupada por los nazis. Sin embargo, no todos los judíos enviados allí murieron, puesto que Auschwitz era un complejo que incluía campos de concentración y de exterminio. De ese modo, los judíos eran seleccionados para trabajar o para morir según llegaban. Existe, por lo tanto, una historia de la supervivencia en Auschwitz, mientras que prácticamente ningún judío podía sobrevivir a las fosas de fusilamiento, ni a Treblinka, Bełżec, Sobibor o Chelmno. La palabra "Auschwitz" se ha convertido en la representación del Holocausto en su conjunto, aunque la mayoría de los judíos que fueron víctimas de aquel genocidio ya habían sido asesinados para cuando ese lugar llegó a ser uno de los principales campos de exterminio. Y mientras que Auschwitz forma parte de la memoria colectiva, el resto de los lugares del Holocausto apenas es recordado.


  • editado agosto 2016 PM
    Tras la Segunda Guerra Mundial, Auschwitz fue un símbolo relativamente útil para Alemania, pues reducía de forma significativa el alcance del mal causado. La asimilación del Holocausto a Auschwitz -un punto en el mapa de Polonia- permitió a los alemanes mantener la grotesca afirmación de que no estaban al corriente de las masacres de judíos mientras estas sucedían, un argumento que aún hoy es sostenido por algunos. Es posible que no todos supieran con detalle qué ocurría, pero es imposible que muchos no supieran nada de las masacres. En Alemania, mucho antes de que Auschwitz se convirtiera en un campo de exterminio, las matanzas eran conocidas y se hablaba de ellas, al menos entre familiares y amigos. En el frente oriental, donde decenas de miles de alemanes fusilaron a millones de judíos en cientos de fosas diferentes durante años, casi todo el mundo estaba al corriente de lo que ocurría. Cientos de miles de alemanes presenciaron las masacres y millones de alemanes lo sabían. En las cartas que los soldados y los policías enviaban a sus familias, aquellos explicaban los detalles y a veces incluían fotografías. Los hogares alemanes se enriquecieron millones de veces a costa de lo que los soldados o los policías se llevaban o enviaban por correo de los saqueos a los judíos que asesinaban.

    Auschwitz fue asimismo un símbolo útil para la Unión Soviética de la posguerra, e incluso lo es para la Rusia poscomunista actual. Si se reduce el Holocausto a Auschwitz, resulta más fácil olvidar que los nazis comenzaron a exterminar a los judíos precisamente en lugares recién conquistados por la URSS tras un acuerdo previo con Alemania. En las regiones occidentales de la Unión Soviética todo el mundo estaba al corriente de los asesinatos masivos de judíos, y por el mismo motivo que hemos mencionado antes: la dinámica de las matanzas requería decenas de miles de participantes, y estas eran presenciadas por cientos de miles de testigos. Si el Holocausto solo se asocia a Auschwitz, este episodio también puede ser excluido de la historia y la conmemoración.

    Auschwitz fue uno de los pocos capítulos del Holocausto en los que no participaron ciudadanos soviéticos. Estos fueron reclutados para los fusilamientos masivos de judíos, y también participaron en la construcción y las siniestras actividades de los campos de exterminio de Treblinka, Bełżec y Sobibor. En la era posestalinista, que comenzó con la muerte de Stalin en 1953, resultaba muy complicado explicar por qué el régimen soviético había provocado la muerte de millones de sus ciudadanos a base de hambrunas y terror en los años treinta. Aún hoy, esta realidad histórica sigue profundamente politizada. En cambio, el problema, tal vez más grave, de los cientos de miles de ciudadanos soviéticos dispuestos a colaborar con un invasor como los nazis, incluso participando en el asesinato de millones de personas, nunca ha sido abordado. Al contrario, ha sido eludido, y la focalización del Holocausto en Auschwitz permite precisamente sortear ese asunto.

    Auschwitz también se ha convertido en el emblema del Holocausto porque, desde una perspectiva mítica y simplista, parece desvincular el genocidio judío de las decisiones y los actos humanos. Mientras que el Holocausto se limite a Auschwitz, se puede aislar de muchas de las naciones a las que afectó y de los paisajes que modificó. Puede parecer que Auschwitz escondía un mal que, en realidad, se extendía desde París a Smolensk. Auschwitz evoca los asesinatos industrializados, la burocracia inflexible. Así, los asesinatos de niños, mujeres y hombres se presentan como algo inhumano, ajeno. Si el asesinato en masa de judíos se limita a un lugar concreto y se trata como el resultado de procesos impersonales, no es necesario enfrentarse al hecho de que en un entorno cercano, personas no muy diferentes a nosotros asesinaron a sus semejantes.

    En Auschwitz, los nazis pusieron en práctica su tercera técnica para asesinar en masa, tercera en orden cronológico e importancia. La principal, por ser la primera, la que más víctimas dejó y la que demostró que era posible la Solución Final a base de matanzas, fue el fusilamiento en las fosas. La segunda, y siguiente en ser desarrollada, fue la asfixia por gases de escape de motores de combustión interna. En 1942 se extendió el uso de cámaras de gas y los nazis decidieron acabar con los judíos de todos los territorios que ocupaban. Auschwitz fue el principal punto de exterminio judío entre 1943 y 1944.

    Auschwitz surgió en 1940, a partir de un cuartel militar polaco, como el séptimo campo de concentración nazi más grande, después de Dachau, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenbürg, Mauthausen y Ravensbrück. Su famoso lema Arbeit macht frei ("El trabajo libera") lo heredó de sus predecesores. A diferencia de los otros, estaba situado en territorio polaco, aunque anexionado al Reich. En una zona en la que las estructuras estatales habían sido destruidas con el objeto de eliminar a Polonia como nación política. Polonia era la zona donde los nazis daban rienda suelta a su imaginación. Los primeros prisioneros encerrados en Auschwitz fueron polacos condenados por resistencia real o potencial. Su siguiente gran grupo de víctimas fueron los prisioneros de guerra soviéticos capturados después de la invasión de 1941. También hubo judíos desde el principio, aunque la intención era enviarlos hacia el este como mano de obra esclava que construiría el imperio alemán en las tierras soviéticas conquistadas. Los judíos polacos de Auschwitz fueron de los últimos en ser asesinados. Cuando la gran mayoría de judíos del resto de Polonia habia muerto en las fosas o en Treblinka, Bełżec, Sobibor o Chelmno, muchos de los encerrados en Auschwitz seguían con vida, pues eran empleados como trabajadores forzados, la misión original del campo. Su rumbo cambió cuando la misión colonial nazi dio paso a la Solución Final, cuando la explotación de los esclavos dejó de ser prioritaria y el exterminio judío se convirtió en urgente: los nazis pasaron de matar a algunos judíos a matarlos a todos, los ciudadanos soviéticos fueron reclutados como policías auxiliares y el distrito de Lublin dejó de ser un puesto avanzado del imperio para convertirse en terreno experimental de las cámaras de gas. Fue entonces cuando Auschwitz se convirtió en campo de exterminio. Esta evolución se manifestó asimismo en el tipo de agente homicida: en lugar del monóxido de carbono se utilizó Zyklon B. En un principio este gas se empleaba para fumigar los barracones de los prisioneros, pero acabó sirviendo para asesinar a cerca de un millón de personas, en su inmensa mayoría judías.

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  • editado agosto 2016 PM
    A diferencia de otros lugares de exterminio nazis, como las fosas de fusilamiento en las zonas ocupadas de la URSS, o los campos de exterminio de Chelmno, Bełżec, Sobibor y Treblinka, Auschwitz se eligió como un lugar para matar a muchos judíos ciudadanos de Estados que Alemania aún reconocía como soberanos. En general, sus víctimas vivían fuera de las zonas ocupadas por Alemania tras la desaparición de las estructuras estatales, por lo que eran menos vulnerables al poder de las SS. Para morir en Auschwitz, estas personas tuvieron que ser abandonadas por sus respectivos gobiernos, o despojadas de su condición de ciudadanas, y ser transportadas desde sus países de residencia hasta allí. No fue un proceso automático, y de hecho con frecuencia resultó complicado. Hitler comunicó a todos sus subordinados su deseo de limpiar Europa entera de judíos no más tarde de la primavera de 1942. Por entonces, el exterminio masivo de judíos, iniciado un año antes en la URSS, ya estaba extendido, si bien la forma y hasta qué punto podía llevarse a cabo dependía del lugar de residencia de las víctimas. Lo ocurrido en el este de Europa no podía repetirse con el mismo éxito en otros países. Es decir, los nazis no podían explotar los recursos piscológicos, materiales ni, sobre todo, políticos creados por la Unión Soviética en lugares que no hubieran sido ocupados previamente por esta. En el Museo estatal de Auschwitz, abierto en 1947 en la Polonia comunista, se clasificó a las víctimas según su ciudadanía. Esto pretendía camuflar el hecho de que en su gran mayoría eran judías y habían sido asesinadas simplemente por ese motivo. Pero también ocultaba un detalle más sutil e importante: los judíos que fueron asesinados allí habían sido previamente separados de sus Estados. En muchos lugares desde donde los judíos debían ser enviados a Auschwitz, las condiciones anteriores no se cumplían, y gracias a eso millones de judíos se salvaron. Nunca subieron a un tren que los habría conducido a la muerte.

    Aunque pueda parecer paradójico, en los países ocupados por Alemania, los judíos que en teoría debían ir a Auschwitz tenían más probabilidades de sobrevivir que aquellos que no debían ser enviados allí. Esta cuestión solo puede aclararse teniendo en cuenta en qué grado los Estados habían sido o no destruidos. Como dice Snyder, Auschwitz representa el proyecto universal de acabar con los judíos, pero también demuestra la importancia de los Estados a la hora de protegerlos.

    Para dejar clara la relevancia de todo esto, Snyder establece una comparación entre dos países de similares características ocupados por Alemania: Estonia y Dinamarca. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, ambos eran pequeños Estados del norte de Europa con una amplia costa báltica y poca población judía. Ambos sufrieron la ocupación alemana, fueron sometidos a la Solución Final y declarados judenfreien -libres de judíos- por los nazis. Sin embargo, la historia del Holocausto en cada uno de estos países fue muy diferente: en Estonia, cerca del 99% de los judíos presentes cuando llegaron los alemanes fueron asesinados, y en Dinamarca, cerca del 99% de los judíos con ciudadanía de aquel país sobrevivieron. Los judíos daneses debían ir a Auschwitz, pero los de Estonia perecieron antes de que Auschwitz se convirtiera en un campo de exterminio.

    Ningún país ocupado por Alemania registró un índice tan elevado de judíos asesinados como Estonia, ni uno de supervivientes tan alto como Dinamarca. ¿Era la población estonia especialmente antisemita? En realidad, tradicionalmente lo era más la danesa, lo que no significa que esta tampoco lo fuera en exceso. ¿Estaba Estonia gobernada por antisemitas ya antes de la guerra? Como ya vimos en otra entrada, en Estonia existía un régimen autoritario conservador pero no antisemita, al igual que en el resto de los países bálticos. La dictadura de Konstantin Päts y Johan Laidoner se instauró después de que ambos dieran un golpe de Estado contra la extrema derecha en 1934, precisamente para evitar que Estonia se convirtiera en un país fascista. De hecho, los judíos de Estonia eran considerados ciudadanos iguales en un país que, además, había acogido a refugiados judíos alemanes y austríacos. Dinamarca, por el contrario, rechazó a los refugiados judíos a partir de 1935. Obviamente lo ocurrido en la guerra se debió a las propias experiencias sufridas durante la misma.

    Ya vimos que, igual que Letonia y Lituania, Estonia fue ocupada por la URSS en 1940 gracias al Pacto Ribbentrop-Mólotov, modificado y ratificado por el Tratado Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación. La ocupación soviética conllevó la destrucción de dichos Estados y una dura represión. Al año siguiente llegaron los nazis y los hechos se sucedieron como narramos en la entrada anterior: implantación del mito judeobolchevique, doble colaboración, asesinatos en masa. El caso de Dinamarca fue muy diferente: no compartía fronteras con la URSS, no estuvo sujeta al Pacto Ribbentrop-Mólotov y por tanto no fue ocupada por el Ejército Rojo, ni padeció la costumbre soviética de los fusilamientos y las deportaciones en masa. En consecuencia, el recurso político creado en Estonia no servía para Dinamarca, puesto que el Estado danés no había sido destruido. Tampoco cabía esperar una doble colaboración, ya que Dinamarca solo resultó ocupada una vez.

    Dinamarca fue ocupada por Alemania en el marco de la Operación Weserübung, el 9 de abril de 1940. Los nazis no veían en Dinamarca ni a un enemigo ideológico ni un objetivo racial, así que la ocuparon por razones exclusivamente militares. Los daneses no opusieron casi ninguna resistencia y se rindieron a las dos horas de empezar la invasión de su país. Los alemanes no decretaron, como habían hecho en Polonia y tratarían de hacer en la URSS, que el Estado que acababan de tomar ya no existía. Se respetó la soberanía danesa: el rey Cristián X permaneció en Copenhague ejerciendo de jefe del Estado, el Parlamento continuó funcionando y bajo la ocupación alemana se celebraron elecciones (que ganaron los socialdemócratas, mientras que el partido nazi local solo obtuvo un 2,1% de los votos). A cambio de esta leve política de ocupación, Dinamarca suministraba alimentos a Alemania y, tras la invasión de la URSS, en 1941, puso fuera de la ley al partido comunista local. Unos 6.000 voluntarios daneses servirían en el frente del este encuadrados en las Waffen-SS (algunos de ellos en la división Wiking, junto a los estonios).

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    Miembros del Frikorps Danmark (Cuerpo Libre Dinamarca) en 1941, prestando juramento


  • editado agosto 2016 PM
    En 1942, la Solución Final comenzó a extenderse desde los territorios ocupados de la URSS hacia el oeste. Las autoridades danesas, que hasta entonces habían colaborado con los nazis sin problemas, comprendieron que si entregaban a sus ciudadanos judíos la soberanía de su país quedaría en entredicho. En diciembre de aquel año, los Aliados emitieron una declaración conjunta denunciando el exterminio judío (fue la primera y la última en toda la guerra) y asegurando que castigarían a los responsables del mismo. Los gobiernos soberanos, como el danés, no podían hacer oídos sordos a tales advertencias. En 1943 Alemania fue derrotada en Stalingrado, Túnez, Sicilia y Kursk: el rumbo de la guerra se volvía contra ella. Conpenhague tenía menos razones aún para participar en la Solución Final.

    A pesar de todo, el exterminio de los judíos seguía siendo una prioridad para los nazis. El Plenipotenciario del Reich en Dinamarca, Werner Best, comunicó a Berlín que la Solución Final no podía llevarse a cabo en aquel país porque supondría una violación de la Constitución y precipitaría la caída del Gobierno, lo que obligaría a una intervención masiva de Alemania que rompería el equilibrio tan favorable que habían logrado alcanzar. Había que ir a por los judíos en algún intervalo de inestabilidad. A mediados de 1943, la resistencia danesa se volvió más activa y estallaron huelgas y disturbios por todo el país en protesta por la ocupación germana. Los nazis presionaron al Gobierno para que prohibiera las huelgas e instaurara la pena de muerte para los saboteadores, pero este se negó y dimitió el 29 de agosto. Las autoridades alemanas se hicieron entonces con el control del país y decidieron que era el momento propicio para deportar a los casi 8.000 judíos daneses.

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    Erik Scavenius, ministro de Exteriores y luego primer ministro danés, con Werner Best, de uniforme


    Pero la tarea no iba a ser fácil, porque el Reino de Dinamarca seguía existiendo como tal, con su rey, sus instituciones, sus partidos políticos, su sociedad civil, su Gobierno -de jure- y un cuerpo policial del que no cabía esperar ninguna colaboración. Nada que ver con las zonas de no estatalidad. Los nazis planearon deportar a los judíos daneses en la noche del 1 al 2 de octubre de 1943: era el año nuevo judío, de modo que sería fácil atraparlos en sus casas. Pero la orden se filtró y se convirtió en un secreto a voces. Mientras tanto, entró en escena Suecia, neutral durante la guerra pero cómplice del esfuerzo de guerra alemán a través del comercio e incluso al haber permitido el paso de tropas germanas por su territorio. El vecino de Dinamarca tenía pues razones de sobra para tratar de caer en gracia a los Aliados, de modo que propuso a Alemania hacerse cargo de los judíos daneses y después hizo público dicho ofrecimiento. Los daneses entonces organizaron una flotilla de barcos para trasladar a sus judíos a Suecia. La policía danesa cooperó en la evacuación. La Gestapo no tuvo capacidad de impedir la huida en masa de los judíos daneses porque incluso las fuerzas militares alemanas de ocupación hicieron la vista gorda.

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    El traslado de 7.220 judíos daneses a Suecia fue una de las mayores acciones de resistencia colectiva frente los nazis. Y fue posible, entre otras cosas, porque en Dinamarca no se castigaba a quienes prestaban ayuda a los judíos, como sí se hacía en Polonia o en los territorios ocupados de la URSS. De ese modo, el día de la redada la Gestapo solo pudo capturar a 464 judíos que fueron enviados al campo de concentración de Theresienstadt, en Checoslovaquia. Las autoridades danesas intercedieron por ellos para que pudieran recibir envíos de comida y medicinas y, sobre todo, para que no fueran trasladados a Auschwitz. Y así fue: ni uno de ellos fue gaseado. Sin embargo, otros judíos de países diferentes sí que fueron trasladados de Theresienstadt a Auschwitz. Los nazis aprovecharon la presencia de los judíos daneses en Theresienstadt para permitir la visita de la Cruz Roja al campo e incluso rodar un documental propagandístico que mostraba las supuestas buenas condiciones en que vivían los judíos en los campos de concentración. En Theresienstadt morirían 51 judíos daneses, en su mayoría ancianos.

    Los judíos que tenían la ciudadanía danesa sobrevivieron prácticamente todos, lo que no es exactamente igual que decir que los judíos sobrevivieran en Dinamarca. No es muy sabido que las autoridades danesas dejaron de acoger a refugiados judíos en 1935 y que incluso durante la guerra devolvieron a Alemania a algunos de los que habían llegado poco antes. Y a estos judíos, a quienes el Estado danés negaba su protección, les esperaba el mismo destino que a otros que tampoco gozaban de ninguna protección estatal: la muerte.


    Continuará...


    http://andaquepaque.blogspot.com.es/2016/08/el-holocausto-y-el-mito-de-la-gran.html
  • Se echaban de menos estos hilos Afri, este es muy bueno, gracias.
  • editado agosto 2016 PM
    La argumentación sobre Dinamarca es bastante floja, porque no explica porqué en otros países, en los que tampoco hubo nunca soldados soviéticos, si fueron asesinados porcentajes enormes de su población judía: Eslovaquia (83%), Grecia (77%), Holanda (75%), Hungria (70%), Bélgica (60%), Yugoslavia (60%), Rumanía (50%), Noruega (50%)

    En mi opinión, el origen de la "anomalía danesa" reside en que era el único país que los nazis consideraban un "hermano germánico", y por ello la ocupación fue allí mucho más light, en plan "corazones y mentes". A eso, súmesele el nauseabundo colaboracionismo del gobierno socialdemócrata. Yo creo que es único caso en toda la SGM en la que los nazis no necesitaron sustituir el gobierno por un títere. El mismo gobiermo "legítimo" les bastaba para conseguir la detención y deportación de los diputados comunistas, p.e.
  • @Patroclo escribió :
    Se echaban de menos estos hilos Afri, este es muy bueno, gracias.

    A ti :)
    @Azeotropo escribió :
    La argumentación sobre Dinamarca es bastante floja, porque no explica porqué en otros países, en los que tampoco hubo nunca soldados soviéticos, si fueron asesinados porcentajes enormes de su población judía: Eslovaquia (83%), Grecia (77%), Holanda (75%), Hungria (70%), Bélgica (60%), Yugoslavia (60%), Rumanía (50%), Noruega (50%)

    En mi opinión, el origen de la "anomalía danesa" reside en que era el único país que los nazis consideraban un "hermano germánico", y por ello la ocupación fue allí mucho más light, en plan "corazones y mentes". A eso, súmesele el nauseabundo colaboracionismo del gobierno socialdemócrata. Yo creo que es único caso en toda la SGM en la que los nazis no necesitaron sustituir el gobierno por un títere. El mismo gobiermo "legítimo" les bastaba para conseguir la detención y deportación de los diputados comunistas, p.e.

    La clave está en la destrucción de los Estados. Digamos que la supervivencia de los judíos dependía de la estatalidad. El genocidio se acercó al 100% de judíos asesinados en las zonas en las el Estado fue doblemente destruido por los soviéticos y los nazis (Polonia y países bálticos, que sufrieron una doble ocupación) y fue de un porcentaje muy elevado en zonas de la URSS prebélica ocupadas por Alemania. El exterminio tendía a consumarse en el extremo de la destrucción del Estado, y no ocurría en el otro extremo, es decir, cuando se conservaba el Estado, que fue el caso de Dinamarca. En el resto de países que fueron aliados de Alemania o que resultaron ocupados por ella (o ambas cosas), los nazis no lograron completar la Solución Final. Esos países estaban en la zona intermedia entre los dos extremos que he mencionado, y aunque en ellos también se asesinó a una gran cantidad de judíos, la tasa no fue tan alta como en la zona de no estatalidad.

    El porcentaje de judíos asesinados en Checoslovaquia y Yugoslavia fue muy alto (en torno al 80%) porque ambos Estados fueron destruidos por los nazis. De sus escombros surgieron otros Estados, Eslovaquia y Croacia respectivamente, que eran títeres de Alemania y cuya existencia por tanto dependía exclusivamente de esta. En esas condiciones, los líderes de dichos Estados no podían plantearse proteger a los judíos.

    Hungría aprobó leyes antisemitas al hacerse aliada de Alemania, pero no masacró a sus judíos (sus soldados, sin embargo, sí deportaban o asesinaban a los judíos de las zonas que ocupaban, es decir, a los judíos que no eran húngaros). Esto hizo que en 1944 Hungría albergara la comunidad hebrea más importante de Europa central y oriental. Ante la marcha de la guerra, el Gobierno húngaro trató de contactar con los Aliados, pero Hitler se enteró y Alemania invadió el país. Los judíos húngaron empezaron a ser deportados a Auschwitz, pero Hungría no había perdido su soberanía a pesar de la invasión, así que el regente Horthy detuvo las deportaciones. Finalmente Horthy fue detenido por los alemanes, el Partido de la Cruz Flechada se hizo con el poder y continuaron las deportaciones y los asesinatos de judíos.

    El caso de Rumanía está explicado más atrás. Los rumanos, tradicionalmente más antisemitas que los alemanes, asesinaron básicamente a los judíos de los territorios que habían perdido frente a la URSS en 1940, Besarabia y el norte de Bucovina, y del territorio que ocuparon ellos después de la Unión Soviética, Transnistria. Es decir, asesinaron a judíos en zonas donde los soviéticos habían hecho desaparecer al Estado rumano y en donde ellos a su vez hicieron desaparecer al Estado soviético. Asesinaron a judíos que no contaban con la ciudadanía rumana (y a los que culpaban de la pérdida de territorios), aunque vivieran en territorios que pasaron a estar administrados por Rumanía. Pero en 1942 Alemania pidió a Rumanía que deportase a todos sus judíos a los campos de exterminio, incluyendo los de la zona central del país. Las autoridades rumanas consideraron esto como una injerencia extranjera y para proteger su soberanía dejaron de perseguir a los judíos.

    Otro país aliado de Alemania que conservó su soberanía fue Bulgaría. Los judíos búlgaron jamás fueron deportados a los campos de exterminio, a pesar de las peticiones nazis en ese sentido. Los judíos de los territorios que ocupó Bulgaria en Tracia y Macedonia, sí.

    Dinamarca no era el único país "hermano germánico" para los nazis, como tú dices. También lo era Holanda. La diferencia fue que tanto la reina Guillermina como el Gobierno se fueron a Londres, el país quedó decapitado y el control lo tomaron las SS. El resultado fue que los holandeses carecían de las instituciones básicas para ejercer la soberanía y la policía estaba controlada por los nazis. Pero ayudar a los judíos no estaba penado con la muerte, como en el este de Europa. Por eso los holandeses que escondieron a Ana Frank y su familia sobrevivieron. Los nazis empezaron a deportar a los judíos holandeses en 1942, y no tuvieron problemas en hacerlo porque no había un Estado soberano que los defendiera.

    Grecia fue un país caótico durante la guerra, inmersa por un lado en un conflicto mundial y por otro en un clima de guerra civil que estallaría abiertamente en 1944. Fue un territorio desgobernado que llegó a estar ocupado por tres países (Alemania, Italia y Bulgaría). Los únicos que trataron de proteger a los judíos fueron los italianos, pero se marcharon tras la caída de Mussolini y la rendición de su país, en 1943 (que fue precisamente el momento en que los alemanes entrarían por el norte de Italia y asesinarían al 20% de sus judíos). Esas circunstancias fueron aprovechadas por los nazis para hacer desaparecer al 80% de los judíos griegos.

    De todas formas de todo esto iba a hablar en la siguiente entrega. Los judíos que peor futuro tenían eran los apátridas, los que no estaban protegidos por ningún Estado. Y además eran asesinados en zonas donde se habían destruido los Estados. Curiosamente, "solo" se asesinó al 55% de los judíos alemanes: las Leyes de Núremberg les quitaban derechos, pero no la ciudadanía. Y en Alemania, el Estado seguía existiendo (aunque Hitler no creyera en él). Y los que desaparecieron no fueron asesinados en Alemania -salvo excepciones-, sino que tuvieron que ser deportados al este, a los lugares sin Estado.

  • editado febrero 2017 PM

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    El judío eterno, de Fritz Hippler (1940)


    Hitler no era un nacionalista alemán seguro de la victoria de su país que aspirara a ampliar el Estado alemán, sino un anarquista zoológico que creía que debía restaurar el orden natural de las cosas.

    Timothy Snyder


    La mayoría de los judíos del mundo se salvaron del Holocausto simplemente porque el poder germano no llegó a los lugares donde vivían y porque este no suponía ninguna amenaza para los Estados de los que eran ciudadanos. Los judíos con pasaporte polaco estuvieron a salvo en los países que reconocían el Estado polaco anterior a la guerra, mientras que fueron asesinados en los países que no lo reconocían. Los judíos estadounidenses y británicos estaban seguros, en principio, no solo en sus países, sino en todo el mundo. Los nazis no se plantearon asesinar a los judíos que disponían de pasaportes británicos o estadounidenses y, salvo contadas excepciones, no lo hicieron. La supervivencia judía dependía pues de la estatalidad. Como hemos visto, el genocidio se acercó al 100% de judíos asesinados en las zonas en las que el Estado fue doblemente destruido por los soviéticos y los nazis (Polonia y los países bálticos, que sufrieron una doble ocupación) y fue de un porcentaje muy elevado en las zonas de la URSS prebélica ocupadas por Alemania. El exterminio tendía a consumarse en el extremo de la destrucción del Estado y apenas ocurría en el otro extremo, el de la integridad del Estado, que fue el caso de Dinamarca. En el resto de países que fueron aliados de Alemania o que resultaron ocupados por ella (o ambas cosas), los nazis no lograron completar la Solución Final. Dichos países estaban en la zona intermedia entre los dos extremos que he mencionado, y la política alemana establecía que los judíos residentes allí tenían que ser extraídos, deportados y ejecutados. A pesar de que en esos países se exterminó a una cantidad espantosa de judíos y de que estos corrían una suerte mucho peor que sus conciudadanos, la tasa no fue tan alta como en la zona de no estatalidad. La escala del sufrimiento del pueblo judío -uno de cada dos fue asesinado- sobrepasa la de cualquier otro colectivo durante la Segunda Guerra Mundial. Con todo, la diferencia con la tasa de asesinatos en la zona de no estatalidad -aquí, de cada veinte judíos diecinueve fueron asesinados- es enorme y merece ser observada con atención.

    Sin Estado no hay ciudadanía, no hay protección estatal. Los judíos fueron asesinados sobre todo en las zonas sin Estado, pero el resto de los crímenes masivos nazis -la muerte por inanición de los prisioneros de guerra y los asesinatos de la población civil- también ocurrió principalmente en esos lugares. En los Estados aliados de Alemania, o en los que fueron ocupados por esta de una forma más tradicional, los no judíos que protegieron a los judíos rara vez fueron castigados por ello. Para ilustrar esto, Snyder pone un ejemplo comparativo acerca de los destinos de tres famosos cronistas de la época. Victor Klemperer fue un escritor alemán, periodista y catedrático de filología, de origen judío, autor de un excelente estudio del lenguaje del Tercer Reich. Annelies Marie Frank, conocida en español como Ana Frank, fue una niña judía alemana que emigró a Ámsterdam con su familia antes de la guerra escapando del régimen nazi. En los Países Pajos, Frank escribió un diario que con el tiempo se convirtió en la obra más leída sobre el Holocausto. Emanuel Ringelblum fue un historiador de la vida judía en Polonia y un activista en favor de los judíos. Organizó todo un archivo dentro del Gueto de Varsovia que es una de las colecciones de documentos más importantes sobre el Holocuasto. "Hay que recoger todo lo que se pueda -decía Ringelblum-. Ya lo clasificarán después de la guerra". Klemperer, por ser cuidadano alemán casado con una mujer no judía, no estaba sujeto a la política de deportación y exterminio de los judíos alemanes. De ese modo, y al igual que otros muchos judíos de su país, sobrevivió, como también quienes lo protegieron. Ana Frank también era judía alemana, pero al huir a los Países Bajos perdió la posibilidad que le ofrecían las Leyes de Núremberg de pertenecer a un Estado residual. Ella y su familia fueron descubiertos y deportados a Auschwitz. Ana murió probablemente de tifus después de ser trasladada a Bergen-Belsen. Los ciudadanos holandeses que escondieron a Ana y su familia sobrevivieron, ya que lo que habían hecho no constituía delito en los Países Bajos. La historia de Ringelblum es bien diferente. Fue capturado y rescatado en muchas ocasiones, ayudado por polacos judíos y no judíos. Finalmente su escondite fue descubierto por los nazis y tanto él como los polacos que lo escondían fueron asesinados: no estaban protegidos por ningún Estado.

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    Victor Klemperer, Ana Frank y Emanuel Ringelblum

  • La existencia de un Estado equivalía para los judíos a ciudadanía, aunque fuera atenuada y humillante. Este estatus permitía la posibilidad legal de la emigración, y muchos judíos alemanes y austriacos la aprovecharon, aunque conllevara la pérdida de sus bienes y de cualquier vínculo con su vida anterior. La ciudadanía también incluía un código civil, por discriminatorio que fuera, que les posibilitaba reclamar sus propiedades, que podían ser intercambiadas, obviamente en condiciones muy injustas, por el derecho a marcharse.

    A menudo se considera la explotación legal de los judíos como un paso hacia el exterminio, pero no fue exactamente así. La discriminación legal, por dolorosa y humillante que fuera, siempre conllevaba menos riesgo para la población judía que un cambio de régimen o que la desaparición de la autoridad estatal, situaciones que dejaban a los hebreos totalmente desprotegidos al perder el acceso al código civil y además a los derechos de propiedad. En lugar de intercambiar sus propiedades por la vida, perdían ambas. La discriminación legal en los Estados antisemitas no suponía un camino seguro hacia la muerte, pero la destrucción del Estado sí. La ciudadanía implica el acceso a una burocracia. La burocracia tiene fama de haber sido lo que mató a los judíos, pero lo cierto es que fue más bien su desaparición lo que propició su asesinato. En la mayoría de las administraciones el tiempo se detiene y los problemas se resuelven a base de solicitudes e incluso sobornos. Las burocracias, salvo la alemana, permitían presentar alegatos en favor de los judíos o denunciar su situación. Las burocracias de los países ocupados solían escurrir el bulto ante las pretensiones nazis, o tendían a esperar órdenes claras y documentación apropiada, lo que hacía ganar tiempo a los judíos. Muchas de las características que convierten la burocracia en algo exasperante en la vida diaria podían significar, y así fue de hecho, la supervivencia para los judíos. Incluso la burocracia alemana, a pesar de años de influencia nazi, fue incapaz de acabar con los judíos de su país. Los funcionarios germanos nunca recibieron instrucciones claras y tajantes sobre quiénes contaban como judíos dentro de los ciudadanos alemanes. En la tristemente célebre Conferencia de Wannsee, celebrada en enero de 1942, esta fue la cuestión que más tiempo acaparó y nunca se llegó a resolver, ni entonces ni después. No fue por falta de ganas: los nazis pretendían limpiar "el torrente sanguíneo de Alemania y de toda Europa" de la "sangre judía", y solo podían hacerlo invadiendo los países cercanos y destrozando sus gobiernos. Los judíos alemanes no murieron por culpa de la burocracia nazi, sino por la destrucción de las burocracias de otros países. Salvo excepciones, no fueron asesinados en Alemania, sino que fueron extraídos de allí y deportados al este, a zonas libres de burocracia, donde antes de la guerra habrían estado a salvo.

    Unos 170.000 judíos alemanes fueron asesinados en el Holocausto, aproximadamente un 55% de los que quedaban en el país al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

    Los burócratas servían a Estados soberanos, por lo que se cuidaban de no comprometer la ciudadanía, ya que esto suponía debilitar al Estado. Si se ponían en marcha medidas antijudías, se tenía cuidado de que fueran el resultado de politicas locales y no impuestas desde fuera. La idea de "nuestros judíos, nuestra solución" no era muy noble, pero sí habitual. La soberanía representa la capacidad de dirigir la política exterior, cuyo primer objetivo es preservar el Estado. En la Segunda Guerra Mundial, la política exterior dependía del resultado más probable de la guerra. Por lo general, los Estados aliados de Alemania se inclinaron hacia las políticas nazis hasta 1942 o 1943 (aunque ninguno las siguió rigurosamente), y después fueron acercándose hacia las de los Aliados. Mientras los Estados fueran soberanos, las políticas podían cambiar y los judíos, a veces, sobrevivir. Si la soberanía desaparecía, no había ninguna política exterior.

    La ciudadanía, la burocracia y la política exterior obstaculizaron el exterminio de los judíos europeos. Obviamente cada Estado afectado por el nazismo tiene una historia y unas particularidades propias. Entre los Estados que no fueron destruidos pero sí dominados por los nazis se distinguen tres grupos. El primero es el de los Estados títeres, como Eslovaquia o Croacia, creados sobre los escombros de otros Estados, Checoslovaquia y Yugoslavia. El segundo es el de los que existían antes de la guerra y se aliaron con Alemania: Italia, Rumanía, Hungría, Bulgaria y Finlandia. Y finalmente, queda el de los Estados que fueron derrotados por Alemania y cuyas instituciones fueron modificadas en distintos grados sin llegar a ser destruidas del todo: Francia, Bélgica, Países Bajos y Grecia. Las diferencias entre estos países no llegaron a ser tan grandes como entre Estonia y Dinamarca, pero conforman el espectro existente entre los dos extremos ya mencionados: desde una ocupación alemana moderada hasta la doble anulación de la soberanía. El destino de sus judíos confirma la conexión entre soberanía y supervivencia.

    Los Estados títeres de los nazis eran los más parecidos a las zonas sin gobierno del este donde comenzaron las matanzas del Holocausto. Provenían de la destrucción de otros Estados, en la transición todos sus ciudadanos perdían la protección, y los nuevos gobernantes podían decidir a qué habitantes otorgaban la nueva ciudadanía. Teniendo en cuenta el contexto, era poco probable que se concediera a los judíos la plena ciudadanía de los nuevos Estados. Eslovaquia y Croacia estuvieron gobernadas por nacionalistas que no habrían podido acceder al poder de no ser por la destrucción previa de sus respectivos Estados plurinacionales. No podían tener una política exterior normal ni ejercer una soberanía real, y su existencia dependía completamente de la Alemania nazi. Como no podían sobrevivir a una derrota nazi, sus líderes tampoco podían plantearse cambiar de bando ni tratar de salvar a los judíos que quedaban en el país.

  • En marzo de 1941 Yugoslavia se adhirió al Eje, pero a los dos días un golpe de Estado con apoyo británico derrocó al regente Pablo y provocó un cambio de gobierno. Esto hizo que Alemania decidiera invadirla en abril, en una operación relámpago en la que también participaron tropas italianas, húngaras y búlgaras. Yugoslavia había sido un Estado centralizado dominado por los serbios, y tras su invasión Serbia se convirtió en un territorio títere sin soberanía ninguna y ocupado por Alemania. Allí los nazis trasladaron a campos de trabajos forzados a todos los judíos varones capaces de trabajar, e igual que en la URSS, las fuerzas de ocupación alemanas eligieron el terror contra la población civil como principal método de control: cualquier acto de resistencia era respondido con brutales castigos sobre los judíos, sobre todo, y sobre los gitanos y los comunistas. Siguiendo esta estrategia, para finales de 1941 ya había muerto la gran mayoría de los judíos de Serbia, unos ocho mil. Tras los serbios, el grupo más numeroso de Yugoslavia eran los croatas. Debido al dominio serbio, mantenido gracias a la manipulación de los resultados electorales y la presión policial, entre otras cosas, los croatas habían estado sumamente incómodos en Yugoslavia. Sus quejas se articulaban principalmente a través del Partido Campesino Croata -cuyo líder, Stjepan Radić, fue asesinado en 1928-, que se diferenciaba de la organización nacionalista croata radical Ustaša en que rechazaba el terrorismo (de hecho, la Ustaša llegó a asesinar al rey Alejandro I de Yugoslavia en 1934). Es prácticamente imposible que la Ustaša se hubiera hecho con el poder sin la ayuda de los nazis, incluso en una Croacia democrática e independiente, y sin embargo se convirtió en la herramienta de Alemania. Su régimen, liderado por Ante Pavelić, acusaba a los serbios y a los judíos de la existencia y las injusticias de Yugoslavia, y en consecuencia puso en práctica un criminal programa de limpieza étnica. El mayor campo de exterminio de Croacia fue el de JasenovacJasenovac, a cien kilómetros al sur de Zagreb, y los serbios fueron el grupo más numeroso de víctimas con gran diferencia, a pesar de que los gitanos y los judíos padecieron más en proporción al tamaño de su población. Las autoridades croatas deportaron a los judíos a Auschwitz en 1942 y de nuevo en 1943. Fueron asesinados 60.000 judíos yugoslavos, el 80% del total.

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    Pavelić con Hitler


    Su total dependencia de Alemania hizo que el Estado croata desapareciera con la derrota nazi.

    Checoslovaquia fue antes de la Segunda Guerra Mundial un Estado plurinacional pero no federal, de modo que los eslovacos y otros grupos étnicos se sentían agraviados por la preponderancia checa en la administración. En 1938, durante la crisis de los Sudetes, Hitler fomentó también el separatismo eslovaco. El resultado fue que Eslovaquia logró la autonomía del gobierno de Praga y en marzo de 1939, con la invasión alemana de la parte checa, se independizó. Checoslovaquia había desaparecido. Al frente del nuevo Estado eslovaco se colocó al sacerdote católico Jozef Tiso, líder del Partido Popular Eslovaco, alrededor del cual se habían agrupado casi todos los partidos eslovacos meses atrás. En la transición de Checoslovaquia a Eslovaquia, los eslovacos y otros grupos robaron a los judíos con entusiasmo, algo que Tiso y otros líderes del nuevo Estado vieron normal. En septiembre de 1939 Eslovaquia participó en la invasión de Polonia, en 1940 se unió al Eje y en 1941 formó parte de los países que invadieron la URSS. En septiembre de aquel año estableció su legislación antisemita, y en 1942 su Gobierno comenzó a deportar masivamente a los judíos a Polonia sabiendo que no volverían. Salieron 58.000, la mayoría de los cuales murieron. En 1943, después de que el curso de la guerra cambiara, las deportaciones se habían detenido, pero en 1944, cuando el Ejército Rojo llegó a las fronteras de Eslovaquia, la resistencia llevó a cabo un levantamiento contra el Gobierno y los alemanes invadieron el país. La insurreción fracasó y durante la ocupación nazi las deportaciones y los asesinatos de judíos continuaron. En conjunto, durante la guerra fueron asesinados unos 100.000 judíos eslovacos, cerca de tres cuartas partes del total.

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    Tiso con Hitler


    Como ya dijimos, Rumanía consiguió una considerable extensión de territorio tras la Primera Guerra Mundial, en parte a expensas de Hungría, a la que se trató como potencia derrotada. Dos décadas más tarde, Hungría recuperó parte de sus pérdidas gracias a Alemania: tras la destrucción de Checoslovaquia, se le concedió el sur de Eslovaquia y la Rutenia subcarpática.

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    Además, en el verano de 1940 Rumanía perdió la Transilvania septentrional en favor de Hungría. Todas estas anexiones, logradas casi sin esfuerzo, vincularon a Hungría con Alemania, ya que si Hitler podía otorgar territorios, también podía arrebatarlos. Si en 1941 Rumanía luchó junto a Alemania contra la Unión Soviética para recuperar territorio, Hungría se unió a la invasión para no perderlo. Para ambos países, la guerra en el este fue en gran medida una competición por ganarse el favor de Alemania en la cuestión de Transilvania.

  • Budapest aprobó una legislación antisemita en señal de lealtad hacia Berlín, pero esta no provocó masacres por sí misma. Los judíos que más peligro corrían eran los de los territorios que fue ocupando Hungría. Así, las autoridades de aquel país deportaron a los judíos de la Rutenia subcarpática a través de la frontera soviética en 1941, justo cuando comenzaba la invasión de la URSS. Esos judíos se convirtieron en las víctimas de la primera matanza a gran escala del Holocausto, la de Kamianéts-Podilskyi, en agosto de aquel año. En abril, Hungría se había unido a Alemania en la invasión de Yugoslavia, y sus soldados asesinaron allí a miles de civiles, sobre todo serbios y judíos. El ejército magiar también formó batallones de trabajo judíos que operaron en la Unión Soviética en condiciones inhumanas, y de los que murieron unos 40.000 de sus integrantes. No obstante, los líderes húngaros no mostraron ningún interés en deportar a sus ciudadanos judíos a los campos de exterminio de Polonia. En consecuencia, a comienzos de 1944 había aún unos 800.000 judíos en territorio húngaro. Como para entonces la gran mayoría de los más de tres millones de judíos polacos ya habían sido asesinados, Hungría albergaba en ese momento la comunidad hebrea más importante de Europa central y oriental. A comienzos de 1943, el 2º Ejército húngaro fue destruido cuando los soviéticos reconquistaron la ciudad de Vorónezh, en el marco de la batalla de Stalingrado. Esto indujo a las autoridades húngaras a mantener conversaciones con los Aliados occidentales, pero Hitler se enteró. Para evitar que Hungría cambiase de bando, como ya había hecho Italia, y para acabar con la situación de privilegio de que disfrutaban en aquel país los judíos -a quienes culpaba de la falta de firmeza tanto del ejército como de las autoridades magiares-, Hitler ordenó a la Wehrmacht invadir su territorio, cosa que ocurrió el 19 de marzo de 1944. No hubo ninguna resistencia a la ocupación alemana. Se nombró nuevo primer ministro al pronazi Döme Sztójay, que había sido embajador de Hungría en Berlín. El regente húngaro Miklós HorthyMiklós Horthy continuó en el poder, pese a estar intentando lograr un armisticio entre su país y los Aliados.

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    Horthy con Hitler


    El nuevo Gobierno húngaro empezó a deportar a los judíos a Auschwitz, pero no porque los nazis le obligaran a hacerlo. La invasión alemana había sido muy particular, pues su objetivo no fue forzar a Hungría a hacer nada, sino desplazar su equilibrio político de forma que sus autoridades terminaran haciendo lo que los nazis querían pero por voluntad propia. La estrategia era lograr una Hungría culpable del asesinato de sus judíos de forma que le resultara imposible ya cambiar de bando. Tanto los ocupantes nazis como el Gobierno húngaro entendían que la expropiación de los judíos representaba una oportunidad para obtener apoyo entre la mayoría de la población en esa extraña situación. En la primavera de 1944, el Gobierno húngaro anunció una serie de reformas que, obviamente, dependían del robo a los judíos y, por tanto, indirectamente también de su desaparición. Para entonces ya habían cambiado de manos las posesiones de más de cuatro millones de judíos europeos muertos, así que todo el mundo veía la relación entre la expropiación y el asesinato. Y si los negocios y las viviendas de los judíos debían cambiar de dueños, el Gobierno quería ser quien lo organizara y se llevara el mérito. Junto a las tropas alemanas, entraron en Hungría el SS-Obersturmbanführer (teniente coronel de las SS) Adolf Eichmann -especialista en deportaciones-, sus colaboradores y el Einsatzgruppe G con el objetivo de organizar la Solución Final en el país. Sin embargo, en la práctica las deportaciones dependieron del Ministerio del Interior húngaro y de la policía local. Entre mayo y julio de 1944 fueron deportados a Auschwitz más de 437.000 judíos húngaros, de los que unos 320.000 resultaron asesinados.

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    Eichmann


    La invasión alemana amenazó pero no eliminó la soberanía húngara. En junio, el ejército soviético aplastó al Grupo de Ejércitos Centro alemán y los Aliados occidentales desembarcaron en Normandía. El 2 de julio, los estadounidenses bombardearon Budapest. En esas condiciones, Horthy detuvo las deportaciones y salvó así a la mayoría de los judíos de Budapest. En septiembre, con los soviéticos a punto de invadir Hungría, Horthy retomó las conversaciones con el enemigo, pero con mucha torpeza porque Hitler se volvió a enterar. En octubre, el regente llegó a un acuerdo con los soviéticos para la rendición de Hungría, pero los nazis tomaron a su hijo como rehén y le obligaron así a abdicar en favor de Ferenc Szálasi, líder del Partido de la Cruz Flechada, de carácter fascista y antisemita. De ese modo Hungría continuó en la guerra al lado de Alemania.

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    Szálasi con Hitler


    Las deportaciones a Auschwitz se reanudaron hasta que el avance del Ejército Rojo las detuvo. Unos 80.000 judíos de Budapest fueron enviados fuera de la ciudad y obligados a construir fortificaciones; muchos morirían en el proceso. Durante el sitio de Budapest, los miembros del Partido de la Cruz Flechada asesinaron a 38.000 personas, muchas de ellas judías. Se llevaron a cabo ejecuciones masivas de judíos a orillas del Danubio.

    Al final de la guerra sobrevivieron el 30% de los judíos húngaros. La mayoría de los asesinados, o bien vivían en territorios que habían cambiado de manos en la contienda, o bien murieron después de la intervención alemana que puso en peligro la soberanía húngara.

  • Bulgaria fue el país aliado de la Alemania nazi menos afectado por la guerra. No perdió territorio en favor de ninguno de sus vecinos y no sufrió ocupación alguna hasta casi el final de la contienda. Su ejército no se unió a la invasión de la URSS, pero sí participó en la campaña contra Yugoslavia y Grecia en 1941, arrebatándole Macedonia a la primera y parte de Tracia a la segunda. En ese año las autoridades búlgaras adoptaron una legislación antisemita, y en 1943, cediendo a los deseos de los nazis, expulsaron a unos 13.000 judíos de Tracia y Macedonia para que fueran deportados a Polonia. La gran mayoría de aquellos hombres, mujeres y niños fueron gaseados en Treblinka. El Gobierno búlgaro también elaboró planes para la deportación de los judíos que vivían dentro de las fronteras del país anteriores a la guerra (unos 50.000), pero jamás se llevaron a cabo debido a la fuerte oposición que mostraron muchas autoridades políticas, religiosas y sociales.

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    Boris III con Hitler


    En 1943 murió el zar Boris III de Bulgaria. En septiembre de 1944, cuando los soviéticos invadieron el país, Bulgaria cambió de bando y acabó la guerra del lado de los Aliados. Ninguno de los judíos con nacionalidad búlgara murió en el Holocausto, de modo que solo fueron asesinados los de Tracia y Macedonia, es decir, los que habitaban en los territorios que cambiaron de régimen.

    Benito Mussolini, creador del Partido Nacional Fascista italiano, fue una de las inspiraciones de Hitler. Fue él y no el Führer el primero en promulgar la política del anticomunismo, así como en utilizar el despliegue de grupos paramilitares para conquistar y transformar el poder. Pero el Duce no consideraba que la URSS formase parte de una amenaza judía mundial a la que hubiera que destruir, ni pensaba en convertir Europa en una suerte de edén racial después de limpiarla de judíos. Sus principales objetivos coloniales estaban en África, que era por tanto donde cometía sus atrocidades.

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    Mussolini con Hitler


    Italia entró en la Segunda Guerra Mundial al lado de Alemania en junio de 1940. Sus tropas participaron en la batalla de Francia tarde y sin apenas relevancia, pero sí se implicarían a gran escala en la invasión de la URSS. Igual que otros países aliados de los nazis en el frente oriental, en la medida en que Italia contribuyó a la conquista del territorio soviético, participó en el Holocausto de forma indirecta. Cuando Mussolini invadió torpemente Grecia en 1940, terminó por obligar a los alemenes a intervenir, y en ese sentido creó las condiciones necesarias para el Holocausto en el sureste de Europa. A pesar de que a partir de 1938 Italia aprobó una legislación antisemita y otras leyes raciales, Mussolini nunca tuvo interés en deportar a los judíos y menos aún en asesinarlos. En ocasiones, los militares italianos protegieron a los judíos en los territorios que mantuvieron ocupados y, por cuestiones de prestigio y soberanía, Italia prefería internar a los hebreos que escapaban de Croacia antes que deportarlos. El Holocausto como tal comenzó en Italia -y solo pudo comenzar- tras la caída de Mussolini, en 1943. Como había ocurrido en otros casos, el intento frustrado de Italia de cambiar de bando supuso un desastre para los judíos. Cuando el nuevo Gobierno del mariscal Badoglio trató de unirse a los Aliados, los alemanes invadieron Italia y ellos mismos se encargaron de empezar a deportar y asesinar a los judíos italianos. Al final, los nazis exterminaron a 7.500 judíos de Italia, el 20% del total. Sin la intervención alemana, habrían sobrevivido casi todos.

  • Al contrario que otros países aliados de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, Finlandia era una democracia (aunque el partido comunista era ilegal). El país se vio involucrado de lleno en la contienda cuando fue invadido por la Unión Soviética, el 30 de noviembre de 1939, gracias al Pacto Ribbentrop-Mólotov. Como pretexto para justificar la agresión, los soviéticos utilizaron un ataque de falsa bandera, igual que habían hecho los nazis justo antes de invadir Polonia. Durante más de tres meses, los finlandeses aguantaron los envites enemigos infringiendo graves pérdidas al Ejército Rojo y, cuando terminó el enfrentamiento, Stalin no pudo ocupar todo el país, como había pretendido, sino que tuvo que conformarse con algunas regiones orientales.

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    En el ánimo de los fineses quedó un deseo de revancha por la pérdida de territorios, y ese fue el motivo de que su país se uniera a Alemania cuando esta invadió la URSS en 1941. Finlandia facilitó el paso de tropas alemanas por su territorio y, con su ayuda, recuperó con bastante rapidez las regiones perdidas frente a la Unión Soviética el año anterior. Pero su alianza con los nazis fue muy particular por varias razones. En primer lugar, el ejército finlandés recibió instrucciones de no ir mucho más allá de las fronteras de 1939, y de hecho no participó directamente en el sitio de Leningrado. Por otro lado, cuando los nazis plantearon a las autoridades finlandesas la deportación de sus ciudadanos judíos, estas replicaron que en Finlandia no existía ningún problema judío. Los más de dos mil judíos fineses gozaban de los mismos derechos que el resto de sus conciudadanos. Varios cientos de esos judíos lucharon por su país contra los soviéticos, tanto en la Guerra de Invierno como en la de Continuación, esta vez al lado de los alemanes, algo poco habitual en aquella guerra. Finlandia además acogió a 500 refugiados judíos durante la contienda, si bien, ante las presiones de los nazis, les entregó a ocho de ellos en 1942, siete de los cuales fueron inmediatamente asesinados.

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    Mannerheim con Hitler


    En agosto de 1944, el mariscal Mannerheim, comandante en jefe del Ejército finlandés, fue nombrado presidente de su país. Al mes siguiente Finlandia firmó un nuevo armisticio con la URSS y expulsó a los alemanes de su territorio. Aunque Finlandia tuvo que devolver a los soviéticos las zonas perdidas en 1940 y además entregarles Petsamo, mantuvo siempre su soberanía y su independencia.

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    Los judíos ciudadanos de los países aliados de Alemania vivieron o murieron según ciertas reglas: los que conservaron la ciudadanía anterior a la guerra por lo general sobrevivieron, y aquellos que no, murieron. La pérdida de ciudadanía de los judíos se debió habitualmente a los cambios de gobierno o a la ocupación, más que a la ley. La lenta expatriación legal del modelo alemán fue más la excepción que la norma. Los judíos de los territorios que cambiaron de manos generalmente fueron asesinados, y no sobrevivió casi ninguno de los que permanecieron en territorio soviético cuando llegaron las tropas alemanas o rumanas. La ocupación germana de los Estados que trataron de cambiar de bando supuso el asesinato masivo de judíos, incluidos aquellos que vivían en países donde la Solución Final había tenido escasa o nula presencia. En total fueron asesinados unos 700.000 judíos ciudadanos de países aliados de Alemania, pero un gran número de ellos sobrevivió, en dramático contraste con los países en los que el Estado se destruyó, donde prácticamente todos los judíos resultaron asesinados.

    Ninguno de los aliados de Alemania se mostraba indiferente a la conservación del Estado. Las mayoría de esos países modificaron su política a partir de 1943, cuando empezó a ser evidente que el Eje estaba perdiendo la guerra, y lo hicieron dando marcha atrás en las medidas antisemitas, tratando de cambiar de bando, o de ambas formas. Sus gobiernos ralentizaron o detuvieron las políticas antijudías con la esperanza de que los Aliados recibieran el mensaje y los trataran más favorablemente al acabar la guerra. En algunos casos, como en el de Rumanía y el de Bulgaria, los intentos de cambiar de bando tuvieron éxito y eso ayudó a los judíos. En otros, como en Italia y Hungría, fracasaron. Sin embargo, fue esta capacidad para definir la política exterior lo que diferenció a los Estados soberanos de las zonas sin Estado y de los Estados títere creados durante la guerra. Y esa misma disposición para la diplomacia también distinguió a la propia Alemania nazi de sus aliados. Hasta 1942, la situación de los judíos alemanes no era muy diferente de la de los que vivían en esos otros países, pero a partir de entonces la de los judíos germanos empeoró drásticamente, mientras que la de los segundos en general mejoró, a menos que Alemania terminara interviniendo. A diferencia de otros líderes del Eje, que se preocupaban por el destino de sus respectivos países, a Hitler no le importaba demasiado el del suyo, Alemania, y consideraba que el exterminio de judíos era un hecho positivo en sí mismo. Creía que el mundo estaba formado por razas más que por Estados y actuaba en consecuencia. Así, Alemania no tenía una política exterior convencional, ya que su Führer no creía en la soberanía como tal. Cuando la guerra se volvió en contra de Alemania, la matanza de judíos bajo su control no se ralentizó, como sucedió en sus países aliados, sino que se aceleró. Los líderes nazis estaban llevando a cabo dos guerras, una colonial, en la URSS, y otra antijudía, en retaguardia, de manera que podían poner más énfasis en una u otra, y en una definición de victoria o en otra. Para Hitler, las derrotas alemanas sacaban a la luz la mano oculta del enemigo judío mundial, cuya destrucción era necesaria para ganar la guerra y salvar a la humanidad. El exterminio de los judíos era una victoria para la especie, independientemente de si Alemania era derrotada. En abril de 1945 Hitler diría: "He extirpado el tumor judío. La posteridad nos estará eternamente agradecida". Por otro lado, entendió que el pueblo alemán no era una raza superior. En noviembre de 1941 había dicho: "Si llegara el día en que el pueblo alemán no fuera lo suficientemente fuerte y sacrificado como para entregar su sangre por su existencia, prefiero que sea exterminado por otra potencia más fuerte. No derramaré entonces una sola lágrima por el pueblo alemán". En marzo de 1945, mientras su país estaba siendo invadido, ratificó esas palabras y ensalzó a la URSS "pues nuestro pueblo ha demostrado ser más débil, y el futuro pertenece exclusivamente al más fuerte, al pueblo del Este".




    Continuará...


    http://andaquepaque.blogspot.com.es/2017/02/el-holocausto-y-el-mito-de-la-gran.html
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