Da tu apoyo a Chisland! Desactiva tu bloqueador de publicidad o haz una donación para el mantenimiento del foro! Cualquier cifra vale, puedes leer más información aquí


Rouco Varela se despide criticando el nivel de los políticos españoles. España: nación de misión.

Rouco desprecia el nivel de los políticos.

El presidente de la Conferencia Episcopal Española será sustituido este miércoles.

El cardenal critica los "graves problemas de identidad de la nación".

Ricardo Blázquez, de 72 años, se perfila como posible sucesor.

Los obispos renuevan a su líder.

Francisco se atasca en España.


1394536778_345531_1394572312_noticia_normal.jpg
1394525571_920333_1394527100_noticia_normal.jpg

El cardenal Antonio María Rouco dedicó ayer su último discurso al frente del episcopado a hacer el recuento de las veces que la Conferencia Episcopal, que cumple 50 años en 2016, ha alzado la voz para oponerse. No a los métodos anticonceptivos, en 1968; no al divorcio, en 1977; no a la Constitución, en 1978; no a la intervención del Estado para promover la educación ética de los españoles; no a la despenalización del aborto... Rouco se despide como llegó: con dardos contra el poder civil, que querría sometido al eclesiástico, católico por supuesto. Esta vez, sin embargo, la execración ha sido exageradamente convencional, uniéndose al coro que equipara en el desastre a toda la (mal llamada) clase política. “El nivel intelectual del discurso público es más bien pobre, afectado por el relativismo y el emotivismo”, sentenció.

Presidente de la CEE durante 12 años (de 1999 a 2005 y entre 2008 a 2014), y arzobispo de Madrid desde 1994, Rouco no ha visto ni un solo fracaso en la tarea del episcopado, pese a dibujar una situación muy crítica de su Iglesia en España. La culpa es de los otros, vino a decir. Para argumentarlo no citó a Sartre —“El infierno son los otros”, sentenció el filósofo existencialista—, sino a los papas Juan Pablo II y Francisco, al primero de manera constante. Sostuvo: “La situación no es fácil. Nos encontramos, como ha dicho el Papa, ante una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público. Por eso, sufrimos el envejecimiento alarmante de la sociedad, con el matrimonio y la familia atravesando una crisis profunda. La misma nación española se encuentra con graves problemas de identidad, amenazada por posibles rupturas insolidarias. Todo ello configura una situación que podemos calificar de poscristiana”.

Pese a estos dardos al mundanal ruido nacional, el cardenal más poderoso de la historia moderna en España se despide con guante de seda, dejando de lado momentos en los que sacó a la calle a sus fieles, arropado por decenas de obispos, para protestar airadamente contra leyes aprobadas por el Parlamento, o para torcer el brazo a Gobiernos legítimamente constituidos.

El cardenal cree que España necesita una "nueva evangelización".

Su meticulosa enumeración de los documentos aprobados en medio siglo por la CEE parecía pacífica ayer, pero los hechos son tozudos en las hemerotecas. Los obispos se han opuesto, a veces con muy severas execraciones, a toda ruptura o reforma del régimen dictatorial anterior, conocido a efectos religiosos y morales como nacionalcatolicismo. Así, recelaron de la Constitución de 1978, oponiéndola “un sencillo resumen de la Doctrina Social de la Iglesia sobre el orden político” y condenándola porque no citaba a Dios. El documento, de noviembre de 1977, se tituló Valores morales y religiosos ante la Constitución.

También alzó la voz el episcopado sin misericordia, dos veces en un año, contra la legalización del divorcio por el Gobierno de Adolfo Suárez, y no ha cejado de criminalizar al legislador por la despenalización del aborto voluntario, incluso recientemente, pese a la contrarreforma que les ha prometido el Ejecutivo de Rajoy.

Así resumió el cardenal Rouco el motivo de ese cúmulo de instrucciones pastorales condenatorias: “La Conferencia Episcopal, sin entrar nunca en debates de política de partido, defendió siempre la adecuada tutela de los derechos humanos, no confundiendo el orden moral con el orden legal, pero denunciando, en favor de la dignidad humana, que ambos órdenes transitaran por caminos divergentes”.

Los obispos eligen esta mañana al sustituto de Rouco, con el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, de 72 años, como el aspirante mejor colocado. Ya fue presidente entre 2005 y 2008, cuando era obispo de Bilbao. Hombre de maneras más moderadas, pero igualmente conservador, recibirá de Rouco, si accede al cargo, una Iglesia dividida, fragmentada y desprestigiada, cada día con menos fieles y menos poder, pese a buscarlo con ahínco. El cardenal parece reconocerlo al afirmar que España es hoy una nación de misión.

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/11/actualidad/1394536778_345531.html

Comentarios

  • editado marzo 2014 PM
    Francisco se atasca en España.

    Los obispos abordan mañana el cambio de líder sin conocer las intenciones del Papa tras jubilar a Rouco.


    Si hay vaticanólogos en España, con Francisco se están equivocando a diario desde que el jesuita argentino accedió al pontificado, este jueves hace ya un año. Nada de lo que los expertos en la autodenominada Santa Sede han dicho que iba a ocurrir para cambiar el rumbo de su Iglesia en España se ha materializado. Ni siquiera han acertado esta semana, cuando daban por sentado que el Papa iba a sugerir en voz alta el perfil del prelado que le gustaría aupar como sustituto del cardenal Antonio María Rouco en la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

    Francisco acaba de recibir por separado —en grupos de siete u ocho— a los 83 obispos españoles en lo que se conoce como visita ad limina apostolorum. También se reunió el pasado día 3 con todos ellos, para que le escucharan un discurso. No dijo ni palabra sobre sus intenciones o deseos, como si temiera no ser atendido. La consecuencia es que la CEE inicia mañana su asamblea general sumida en una desorientación sin precedentes.

    Un hecho desmiente la idea de que el Vaticano está muy preocupado por su Iglesia en España. Es la primera vez en la historia moderna que hay aquí solo dos cardenales en activo, el citado Rouco en el arzobispado de Madrid, y Lluis Martínez Sistach en el de Barcelona. Los dos superan con creces la edad de jubilación forzosa, fijada por el Código Canónico en los 75 años. Rouco cumple 78 en agosto, y Sistach 77 este abril. Se ha dicho que Francisco es partidario de que se cumpla lo mandado sobre el retiro de las jerarquías. Él mismo desmiente con los hechos esa impresión. En el único dicasterio de su pontificado hizo cardenal al arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, de 84 años.

    Se anunció que Francisco había recabado la opinión de muchos prelados y laicos antes de tomar una decisión sobre España, prevista para la pasada Navidad. No ha llegado ningún cambio ni orientación. Ahora se afirma que Rouco permanecerá en el arzobispado muchos meses más, incluso un año. Si ocurriera, el nuevo presidente de la CEE bregaría el inicio de su mandato bajo la poderosa mirada de su antecesor, poco dado a quedarse al margen de los acontecimientos.

    Lo cierto es que los prelados inician la plenaria de la CEE desorientados, sin directrices, en medio de rumores que ensombrecen aún más la ya deteriorada imagen de la institución. Son aventurados los pronósticos, pero siempre se hacen. Quien parece el mejor colocado para alzarse con la presidencia es el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez. Cumple 72 años el próximo mes y es el actual vicepresidente. Ya presidió la CEE en 2005, desbancando a Rouco en una elección que sorprendió. Blázquez era entonces obispo de Bilbao. Juan Pablo II no le perdonó que apeara a Rouco del mando, así que lo mantuvo en ese destino hasta que Benedicto XVI reparó al agravio elevándole al arzobispado de Valladolid. Nunca antes había presidido una conferencia episcopal un obispo raso, se subrayó entonces. “Roma y los obispos le deben una reparación, así que es el candidato mejor colocado”, sostienen ahora los vaticanólogos.

    En cambio, habrá disputa en la otra elección importante: la vicepresidencia. Elegido Blázquez, cumpliría su trienio justo al límite de la jubilación, de manera que su segundo quedaría colocado para el relevo. Entre los candidatos aparece el cántabro Carlos Osoro, actual arzobispo de Valencia, que cumple en mayo 69 años. Está en juego, además, el nombramiento de cardenales, en la seguridad de que llegarán más pronto que tarde en favor de quienes vayan a ocupar los arzobispados de Madrid (¿el propio Blázquez?) y de Barcelona (Osoro, si es vicepresidente), en la idea de que el cardenal Antonio Cañizares, ahora en la Curia romana, quiere volver a España, a ser posible a Valencia, su tierra natal.

    En esta asamblea, se renovarán todos los cargos episcopales, una veintena, para el trienio 2014 a 2017, excepto el del secretario general, que se eligió en noviembre pasado para un quinquenio. Lo es el sacerdote José María Gil Tamayo. La jornada se inicia con un discurso del cardenal presidente, hacia el mediodía, una hora más tarde de lo habitual porque esa misma mañana, a las 10.00, se celebra una eucaristía en la catedral de la Almudena, presidida por Rouco, con motivo del décimo aniversario de los atentados del 11-M.

    Cada votación irá precedida por una de sondeo. La primera tendrá lugar mañana por la tarde, aunque la renovación de cargos comenzará en el miércoles con la elección del presidente y del vicepresidente. A continuación, se elegirán los miembros del Comité Ejecutivo y los presidentes de cada una de las 14 comisiones episcopales, de las tres subcomisiones y de la junta episcopal de Asuntos Jurídicos, además de los miembros del Consejo de Economía. El jueves tendrá lugar la reunión constitutiva del Comité Ejecutivo, formado por el presidente, el vicepresidente y el secretario portavoz, además de cuatro miembros elegidos por la asamblea. Es miembro nato el arzobispo de Madrid. Esta vez tienen derecho a voto 80 obispos, de los que dos son cardenales, 14 arzobispos, 53 prelados diocesanos y 11 obispos auxiliares.

    http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/09/actualidad/1394392532_007841.html

    Los obispos renuevan a su cúpula.

    La Conferencia Episcopal renueva al presidente y al resto de cargos, excepto el de secretario general.

    La asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal se reúne desde este martes para renovar, como cada tres años, al presidente y al resto de cargos, excepto el de secretario general, que se elige cada cinco.


    La reunión comenzará al mediodía con el discurso inaugural del cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, que deja la presidencia al cumplir el máximo de dos mandatos consecutivos de tres años, según losestatutos. Rouco fue presidente, además, desde 1999 hasta 2005, cuando resultó elegidoRicardo Blázquez, entonces obispo de Bilbao, y actualmente arzobispo de Valladolid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal. 

    Ochenta obispos son los que tienen derecho de voto: 16 arzobispos (dos de ellos cardenales), 53 obispos diocesanos y 11 auxiliares. Pero no todos son elegibles para presidente, ni tampoco para vicepresidente. Solo los arzobispos y obispos diocesanos.

    Los prelados estudiarán la Instrucción Pastoral sobre los Catecismos de Iniciación Cristiana y tratarán asuntos económicos y otros sobre la actividad y funcionamiento de la Conferencia Episcopal, analizarán el estado del Plan Pastoral 2011-2015 y presentarán un programa episcopal para el V Centenario del Nacimiento de santa Teresa de Jesús.

    http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/11/actualidad/1394525571_920333.html
  • El arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, ha sido elegido esta mañana presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en sustitución del cardenal Antonio María Rouco Varela. Tiene 72 años y ha salido en la primera votación por abrumadora mayoría: 60 votos de los 73 obispos presentes en la Asamblea. El arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, ha obtenido 10 votos; el de Sevilla, Juan José Asenjo, 5; 2 el arzobispo vicario general castrense, Juan del Río, y 1 el obispo de Calahorra, Juan José Omella. Ha habido un voto en blanco.

    Las elecciones en la Conferencia Episcopal le parecían al cardenal Tarancón “más aburridas que un gorro de dormir”. Lideró el episcopado entre el 30 de mayo de 1971 y el 23 de febrero de 1981, una fecha, esta última, señalada en el calendario como el día en que algunos militares asaltaron el Congreso para dar un golpe de Estado y los obispos, reunidos en asamblea plenaria, se fueron a dormir tan tranquilos, sin una triste nota de protesta o de preocupación. Tarancón ha sido el único prelado que logró tres mandatos sucesivos al frente del episcopado español. Rouco se va con cuatro, pero habiendo sido derrotado antes del tercero por Ricardo Blázquez, entonces un simple obispo de Bilbao.

    Nunca antes lideró el catolicismo español un obispo a secas: sus siete predecesores fueron cardenales (Tarancón, Fernando Quiroga, Ángel Suquía y Antonio María Rouco) o arzobispos (Casimiro Morcillo, Gabino Díaz Merchán y Elías Yanes). ¿Por qué el obispo Ricardo Blázquez Pérez en 2005? La elección fue una sorpresa hasta para el propio Blázquez. “Una sorpresa enorme”, dijo minutos después a los periodistas el prelado de Bilbao, serio, de pocas palabras. “Yo no lo he buscado”, remachó.

    Blázquez vuelve ahora con 72 años, ascendido ya a arzobispo de Valladolid por Benedicto XVI, poco después de fallecido Juan Pablo II, que no perdonó al nuevo presidente que apeara del liderazgo a Rouco sin el beneplácito papal. La elección no ha sido una sorpresa. Ya fue presidente y ahora era el vicepresidente de la CEE. Pero esta vuelta al pasado indica, quizás, que no está el banquillo episcopal para muchas alegrías. Por cierto, el papa Francisco, tan bullicioso en otros campos, no ha movido un dedo para mejorarlo. Hubiera bastado que aceptase la pedida renuncia de los dos únicos cardenales en activo, Rouco en Madrid y Martínez Sistach en Barcelona, ya jubilados con creces, nombrando sus relevos con la categoría de cardenal, para tomar esos gestos como indicaciones de sus preferencias. ¿O acaso no tiene preferencias? Nuevamente, un gesto displicente hacia la jerarquía española.

    Volvemos a Blázquez. Hijo de agricultores humildes de Villanueva del Campillo (Ávila), el nuevo presidente de la CEE tiene un carácter afable. Se le otorga incluso fama de moderado. Es un calificativo discutible. Como se dice tantas veces, no hay nada que se parezca más a un obispo que otro obispo. Desde luego, ninguno de los nombrados por Juan Pablo II o Benedicto XVI puede ser considerado progresista. Pero la carrera de Blázquez es relevante. Por eso lo han reelegido, seis años más tarde. Se doctoró en la Gregoriana de Roma y en 1974 comenzó la docencia en la de Salamanca, donde fue decano de Teología (allí coincidió con Rouco) y más tarde su gran canciller. Era obispo de Palencia cuando fue trasladado a Bilbao. Fue recibido con una cierta rechifla. “El tal Blázquez”, se dijo desde el PNV. Pronto aprendió euskera y se ganó el respeto de sus diocesanos, además del de los políticos. Llegó a apadrinar una pastoral que la derecha tachó de condescendiente con los etarras, hasta el punto de que el Gobierno de Aznar llamó a consultas al nuncio del Vaticano para protestar.

    Si se somete a crítica su primer mandato, entre 2005 y 2008, pocos cambios hay que esperar de esta presidencia, aunque el ambiente social y político es muy distinto. Ahora gobierna la derecha. A Blázquez le tocó lidiar con el primer mandato del Gobierno Zapatero, desbordado por el radicalismo de Rouco y sus muchos afines, que nunca perdieron el control. Se dijo entonces que, en realidad, el presidente Blázquez renunció a mandar en la CEE al día siguiente de su elección, porque la batalla política de la mayoría del episcopado contra Zapatero le desbordó pronto. Dos ejemplos: cuando Rouco, arropado por los suyos, participó en primera fila, junto a decenas de obispos, en las manifestaciones en Madrid contra la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, o contra la reforma educativa, Blázquez dijo en público que él no acudiría. Pero no se atrevió a afearlas. “Libremente no fuimos los que no fuimos”, se despachó más tarde.

    Tampoco Roma ayudó a Blázquez. Muy al contrario. Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron siempre partidarios de combatir a fondo al Gobierno socialista, llegando incluso a calificarlo de perseguidor de la religión y de furibundo laicista. Pese a todo Blázquez dialogó con el Gobierno del PSOE, y le arrancó acuerdos inalcanzables para Rouco, como el inusitado incremento de un 37% de la asignación presupuestaria que el Estado concede cada año a los prelados a través del IRPF de todos los contribuyentes, sin que los católicos pongan un solo euro de más de su bolsillo. Ningún Ejecutivo anterior había cedido tanto, ni siquiera el presidido por José María Aznar.

    Aún se desconoce por qué Zapatero concedió ese nuevo privilegio de esa manera, sin contrapartidas, ante Blázquez y el nuncio (embajador) de Benedicto XVI en Madrid, admitiendo incluso liberar a los obispos del compromiso de llegar un día a autofinanciarse. Lo asumieron en los Acuerdos de 1979, un concordato que nunca han cumplido en materia económica. Meses antes del acuerdo, en la primavera de 2007, el Gobierno socialista todavía insistía en que el dinero entregado por el Estado a los obispos, mes a mes (este año, 247 millones, solo en sueldos y culto de obispos y sacerdotes, más 700 millones por curso para pagar a sus profesores de catolicismo en las escuelas públicas y privadas), “tenía que irse acabando”. Lo que ocurrió fue lo contrario: un incremento del 37%, todo ello de espaldas al Parlamento, que se enteró por los periódicos. Solo por la hazaña de obtener tal pacto de un Gobierno en teoría anticlerical y furibundamente laicista (así decían los partidarios de Rouco en aquellos momentos), se ha ganado Blázquez este segundo mandato.

    El arzobispo Blázquez, que será cardenal muy pronto, sin duda (a poco que Francisco tome nota de la elección de hoy), es la imagen de decenas de miles de niños en la pobre España rural de la posguerra civil: su única salida, si el cura del pueblo cataba bien inteligencias, era el seminario diocesano. Dos tercios de los 20.000 sacerdotes actuales salieron de ese semillero, hoy casi agotado. Como es lógico, la mayoría de los obispos se reconocen también en esa biografía familiar. Blázquez es, en ese sentido, "uno de los nuestros: resistente, austero, sencillo, tranquilo, educado y cercano, que siempre te saluda por tu nombre", resume quien ya trabajó con él en la Conferencia Episcopal.

    Villanueva del Campillo, en la sierra de Ávila, donde nació a seis kilómetros del alto de Villatoro, se ha despoblado año tras año. Allí creció Blázquez, ayudando a los padres, junto a sus siete hermanos, en la labranza y el pastoreo. Los vecinos lo evocan segando con hoz, guardando ovejas y ayudando como los demás chavales. Blázquez, eso sí, siempre con un libro a mano. Rara vez los superiores acuerdan enviar a un joven cura rural a doctorarse en Teología en la imponente Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, de los jesuitas. Blázquez lo logró sin reticencias. Volvió a España hecho un gran teólogo, de lo que dan prueba sus altos cargos en la Pontificia de Salamanca, sus libros y el hecho de que los obispos lo reeligieran tres veces para presidir la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el Santo Oficio de la Inquisición.
Accede o Regístrate para comentar.