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El mayor estudio del Holocausto afirma que hubo de 15 a 20 millones de víctimas

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/04/actualidad/1362429770_809101.html

El mapa del horror nazi se ensancha.

Un estudio del Museo del Holocausto de Washington cifra en 42.500 los campos de la muerte, centros de trabajos forzados y guetos judíos implantados por Hitler.

Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945.

El hallazgo es un argumento más para combatir a los revisionistas y negacionistas del Holocausto.

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Impresionante muro de víctimas, en el Museo del Holocausto de EE UU, en Washington.

Existen los grandes e infames nombres que siempre conformaron la cartografía del horror: Auschwitz, Dachau, Treblinka, Varsovia. Y luego viene el vasto e interminable universo de grandes, medianos o pequeños campos de concentración y guetos que formaron el corazón del régimen nazi. Ahora, un estudio elaborado por investigadores del Museo del Holocausto de Estados Unidos en Washington ha cifrado en 42.500 los centros de la tortura, el sufrimiento y la muerte pensados y puestos en marcha por los nazis. http://www.ushmm.org/

El total es tan inmensamente superior al que se creía hasta ahora que puede que la historia del Holocausto esté a punto de ser reescrita. De hecho, el hallazgo realizado por Geoffrey Megargee y Martin Dean —principales responsables del proyecto— es de tal envergadura en los números que aporta que ha caído como una auténtica bomba entre los especialistas del horror nazi y la solución final.

Según Megargee y Dean, entre 15 y 20 millones de personas murieron o fueron prisioneras en algunas de las instalaciones que el régimen nazi creó en Alemania o en sus países ocupados desde Francia a Rumanía, y que ahora se identifican en una gran enciclopedia cuyo último volumen está previsto que vea la luz en 2025. Los lugares ahora documentados no solo incluyen centros de la muerte, sino también 30.000 campos de trabajo forzado, 1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 1.000 campos de prisioneros de guerra, 500 burdeles repletos de esclavas sexuales para los militares alemanes y miles de otros campos cuyo uso era practicar la eutanasia en los ancianos y enfermos, practicar abortos y germanizar a los prisioneros.

Hartmut Berghoff, director del Instituto Histórico Alemán en Washington,explica que cuando el Museo del Holocausto comenzó esta meticulosa investigación, “se creía que el número de campos y guetos estaba en los 7.000”. Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945. “Ahora sabemos cómo de densa fue esa red, a pesar de que muchos campos fueran pequeños y tuvieran una vida corta”, explica. http://www.ghi-dc.org/index.php?option=com_content&view=article&id=179&Itemid=75

En un principio, los campos se construyeron para encerrar a los oponentes políticos del régimen, pero a medida que el nazismo se extendía como un cáncer por Europa, no solo se dio caza a los judíos sino también a gitanos, homosexuales, polacos, rusos, comunistas, republicanos españoles… Dependiendo de las necesidades de los nazis, los campos y los guetos variaban de tamaño y de organización, concluye el estudio.

El mayor gueto de triste fama es el de Varsovia, que durante su mayor ocupación albergó a 500.000 personas. El campo más pequeño identificado ahora por los investigadores del Museo del Holocausto tenía a una docena de personas realizando trabajos forzados en München-Schwabing (Alemania).

La investigación se ha alargado 13 años, a lo largo de los cuales las cifras del horror fueron creciendo sin parar a manos de los especialistas... hasta llegar a esos 42.500. El mapa que dibujan estos números ofrece una fotografía en la que literalmente no se podía ir a ningún lugar de Alemania sin encontrarse con un campo de trabajo o de concentración.

Durante años, muchos investigadores han centrado su trabajo en sacar a la luz a todas las víctimas del Holocausto, que muchos consideraban que era muy superior a la que se cita en los libros de texto. El número de judíos víctimas del nazismo se cifra en seis millones.


La investigación no solo abre la puerta a un nuevo capítulo de lo que la terminología nazi denominó la solución final, sino que posibilitará a los supervivientes del Holocausto presentar demandas o recuperar propiedades que les fueron robadas. Hasta la fecha, muchas peticiones a las compañías de seguro eran rechazadas porque las víctimas decían haber estado en un campo del que no se tenía registro. Eso acaba de cambiar. Aunque en opinión del profesor Berghoff, decir que la historia se va a reescribir sería “una exageración”. “La historia del Holocausto y su dimensión ya se conoce de sobra. Pero estamos sabiendo nuevos detalles, lo que es muy importante y deja los contornos mucho más claros”, apunta.

El trabajo ha recopilado documentación aportada por más de 400 investigadores e incluye también relatos de primera mano de las víctimas que describen con precisión cómo funcionaba el sistema y cuál era su propósito. Para algunos analistas, el hallazgo no solo es una herramienta fundamental para estudiosos y supervivientes sino un argumento más para combatir a los revisionistas y negacionistas del Holocausto.

El caso personal de Henry Greenbaum, superviviente del Holocausto, de 84 años y que vive a las afueras de Washington, queda recogido en la investigación del Museo. Es un claro ejemplo de la amplia variedad de sitios que los nazis utilizaron para aniquilar a los que consideraban enemigos de su doctrina. Greenbaum pasa hoy sus días mostrando el Museo del Holocausto a los visitantes. En su brazo está tatuado el número que el régimen le asignó: A188991. Su primera reclusión fue en el gueto de Starachowice (en su Polonia natal), donde los alemanes le encerraron a él y a su familia junto a otros habitantes judíos en 1940. Greenbaum tenía entonces 12 años. http://www.ushmm.org/remembrance/survivoraffairs/meet/detail.php?content=greenbaum

Su familia fue enviada a morir en el campo de Treblinka, mientras él y su hermana fueron destinados a un campo de trabajos forzados. Su siguiente destino fue Auschwitz, de donde fue sacado para trabajar en una fábrica —también en Polonia— y después enviado a otro campo de trabajo en Flossenbürg, cerca de la frontera checa. Con 17 años, Henry Greenbaum había pasado por cinco encierros distintos e iba camino del sexto campo cuando fue liberado por los soldados norteamericanos en 1945.


http://www.abc.es/cultura/20130305/abci-nuevo-estudio-sobre-holocausto-201303051315.html

El mayor estudio del Holocausto afirma que hubo más de 15 millones de víctimas.

Nuevos archivos y una meticulosa búsqueda multiplican por tres el impacto del nazismo.

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Tropas alemanas escoltan a un grupo de judíos en el gueto de Varsovia.

Auschwitz y el gueto de Varsovia han simbolizado tanto el Holocausto que ha habido poco esfuerzo de memoria colectiva sobre los miles de pequeños lugares donde el nazismo también llevó a cabo sus planes de aniquilación humana. Los centros de exterminio en masa están bien documentados, pero faltaba aplicar el microscopio. Eso es lo que está haciendo el Holocausto Memorial Museum de Washington con su proyecto de «Enciclopedia de Campos y Guetos».

El resultado, hasta la fecha, es un mapa de 42.500 campos de concentración, guetos, factorías de trabajos forzados y otros lugares de detención extendidos a lo largo de buena parte de Europa, de Francia a Rusia. En total, entre 15 y 20 millones de personas murieron o estuvieron internadas en esos centros, en su mayoría judíos, pero también integrantes de los otros grupos perseguidos por el nazismo, como gitanos y homosexuales, así como otra población de vastas zonas de Polonia, países bálticos y la URSS.


Números increíbles.

«Las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos. Ya de antes sabíamos qué horrible era la vida en los campos y guetos, pero los números son increíbles», asegura Hartmut Berghoff, director del German Historical Institute de Washington, donde un foro académico se hizo eco de las nuevas investigaciones, avanzadas por el «New York Times».

Las cifras, fruto de aportaciones de más de cien historiadores locales, rastreadas a partir de testimonios de víctimas, hablan por sí solas: 30.000 campos de trabajo forzado (los «esclavos» del nazismo), 1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 500 burdeles de prostitución obligada, y miles de centros para practicar la eutanasia sobre personas dementes y mayores o forzar abortos.


Los números tienen diversas consecuencias. Una es la constatación de que difícilmente la población alemana podía ignorar lo que estaba en marcha. En Berlín, por ejemplo, los investigadores han documentado unos 3.000 campos y «casas judías» donde se concentraba a detenidos antes de su deportación hacia el Este. Según Martin Dean, editor del nuevo tomo de la Enciclopedia, el segundo de cinco, «literalmente no podías ir a ningún lugar en Alemania sin toparte con campos de trabajo forzado, campos de prisioneros de guerra, campos de concentración… Estaban en todas partes». De manera que, insiste, no son sostenibles las alegaciones de muchos ciudadanos alemanes de que en su día no fueron conscientes de lo que ocurría con sus vecinos judíos.

Pleitos judiciales.

Otra consecuencia es que puede aumentar el número de pleitos judiciales de las víctimas para recibir compensaciones económicas. Hasta ahora ha habido procesos que han implicado a grandes corporaciones industriales que se aprovecharon de la mano de obra esclava del Tercer Reich, pero pocas veces ha sido posible exigir indemnización a empresarios más modestos.

La documentación llega a localizar lugares de trabajos forzados de escaso volumen, como el grupo que era enviado a la casa de una ferviente nazi conocida como «Hermana Pía», donde internos del cercano Dachau eran conducidos para cuidar el jardín y hacer otros trabajos de la casa, así como construir juguetes para los hijos de la familia. «¿Cuántas reclamaciones han sido rechazadas porque las víctimas estaban en un campo que ni siquiera sabíamos cómo se llamaba?», se pregunta en el «New York Times» Sam Dubbin, un abogado de Florida que representa a varios clientes que buscan compensaciones de varias compañías de seguros europeas.

Archivos de la antigua Unión Soviética.

La investigación para hacer un mapa completo de la geografía de los campos y guetos del nazismo tuvo un decisivo impulso con la apertura y sistematización de los archivos que pertenecieron a la antigua Unión Soviética. Según un portavoz del Museo del Holocausto de Washington, «al estar disponibles en las últimas décadas han sido particularmente cruciales para identificar guetos en lugares como Lituania y la Federación Rusa, que apenas eran mencionados en la documentación alemana». «Muchos de ellos fueron creados solo justo antes de las deportaciones o de los fusilamientos masivos, por lo que existieron poco tiempo», apunta Dean.

Por lo demás, en ocasiones las historias personales de muchas víctimas quedaban focalizadas por su paso o muerte en uno de los grandes campos de exterminio, sin tener en cuenta otros lugares de detención por los que habían pasado. Es el caso de Henry Greenbaum, voluntario en el Museo. A los doce años estuvo en el gueto de Starachowice, la población polaca en la que vivía. Luego fue trasladado a un campo de trabajo próximo, mientras su familia era llevada a Treblinka. Fue deportado a Auschwitz, pero después salió para trabajar en una planta química con otros cincuenta prisioneros. De allí pasó a otro campo de trabajo, cerca de la frontera checa. A los 17 años llegó a estar en cinco lugares, «y nadie sabe de ellos; todo debería documentarse, es importante para los más jóvenes».


http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/04/actualidad/1362429217_800888.html?rel=rosEP

Fue mucho peor.

Las nuevas investigaciones sobre la red de guetos y campos del III Reich cuantifican la atrocidad. Y los números superan lo que creíamos.


Fue mucho peor de lo que imaginábamos. Y estamos hablando del infierno.

Lo que tienen de más terrible los resultados de las nuevas investigaciones sobre la red de guetos y campos que cubría como una telaraña el territorio del III Reich es que cuantifican en su real medida la escala de la atrocidad. Y los números superan con mucho lo que creíamos.

Hasta cierto punto resultaba tranquilizador pensar que el genocidio nazi, la negra guinda de la barbarie, se había concentrado en un número relativamente muy limitado de lugares generalmente apartados: Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Majdanek, Chelmno, Belzec, Sobibor... La geografía de esa extrema maldad parecía reducirse a una serie de puntos muy localizados, de los que teníamos buena información. De alguna manera, como con los círculos del averno de Dante o la lista de los cinco ríos del Hades —Aqueronte, Cocito, Estigia, Lete y Flegetonte—, concentrar el espanto en nombres conocidos y números asumibles producía cierto alivio.

De esa topografía del terror —por usar la expresión berlinesa— que manejábamos hasta ahora, formaban parte, por supuesto, también los guetos de Varsovia, Lodz y Vilna; campos de concentración diabólicos donde se aplicaba la eliminación sistemática por trabajo y malnutrición como los de Bergen-Belsen, Buchenwald, Mauthausen, Dachau o Ravensbrück, y emplazamientos de asesinato masivo como el barranco de Babi Yar. Todos estos nombres configuraban una oscura constelación sobre el territorio de Europa, bien visible e identificable. Incluso la inserción de lugares menos conocidos popularmente, como las espeluznantes instalaciones de fabricación de cohetes de Mittelbau-Dora, donde medraban Speer, Kammler y Von Braun, no alteraba especialmente este diseño.

Ahora todo eso salta por los aires. Es cierto que en el fondo sabíamos que había más. Pero realmente, los números espantan. Ha resultado que en la Europa de Hitler no existía la Comarca y todo era Mordor. La red era tan tupida que prácticamente, muy borgianamente, era el territorio. ¡42.500 guetos y campos! Como explica muy gráficamente uno de los autores de la investigación, uno no podía literalmente ir a ningún lugar sin pasar por un campo de trabajo forzado, un campo de prisioneros, un campo de concentración...

La nueva lista incluye lugares que entran en las clasificaciones habituales del genocidio y también otros que precisan de categorías diferentes. Los llamados lugares de “cuidado” en los que las embarazadas eran forzadas a abortar, burdeles en el que se esclavizaba a las mujeres para tener relaciones sexuales con personal militar alemán, estaciones de paso del viacrucis de los deportados tan criminales como los destinos, espacios pequeños de maldad grande... La máquina de vejar, torturar y matar no solo estaba mucho más extendida sino que era mucho más variada en sus formas.

Los lugares que han nutrido nuestras pesadillas y la iconografía de la literatura, el arte y el cine constituyen solo una minúscula fracción de los que existieron. Hemos de revisar nuestra imagen del infierno. Y desde luego, nadie puede decir que no supo de su existencia, porque estaba en todas partes.

Comentarios

  • +1

    Y ademas valorar la importancia del Holocausto, o de cualquier horror, por el numero de victimas es extremadamente peligroso.

    Un saludo
  • Cualquier investigación mínimamente seria que se haga sobre el Holocausto sirve para desautorizar y dejar en evidencia a los negacionistas (que no revisionistas, ya que revisar la Historia es algo que se hace constantemente; de hecho, el estudio del que se habla aquí es revisionista), aunque no sea ése su objetivo principal.

    Dicho esto, las cifras de asesinados por los nazis no me parecen una novedad, son las que se barajan ya hace bastante tiempo. El número de campos sí.
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