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Erdogan legitima su deriva autoritaria en las urnas.
El partido del primer ministro turco gana con claridad las municipales y se atribuye las alcaldías de Ankara y Estambul.
Deriva autoritaria.
Erdogan, rodeado de simpatizantes después de haber votado en Estambul. / S.S. (EFE)
Recep Tayyip Erdogan pretende legitimar en las urnas la deriva autoritaria que le ha llevado a bloquear las redes sociales para protegerse de las acusaciones de corrupción y a dar la espalda a las protestas ciudadanas. Los resultados de las elecciones municipales celebradas este domingo en Turquía, que el primer ministro islamista afrontaba como un voto de confianza a sus 11 años en el poder con tres mayorías absolutas consecutivas, sitúan claramente en cabeza a su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco). Con un 65% de las papeletas escrutadas, el AKP suma el 47% de los sufragios a escala nacional, seis puntos por encima de los que obtuvo en los comicios locales de 2009, y se atribuye las alcaldías de Ankara y Estambul, ciudades que gobierna desde hace dos décadas.
Tras superar el enconado plebiscito de las municipales, celebradas en un clima de polarización política sin precedentes desde el golpe militar de 1980, el primer ministro se dirigió anoche a sus partidarios en Ankara para celebrar la nueva victoria del AKP, que ha triunfado en todas las elecciones convocadas en Turquía tras su fundación en 1991. “Los traidores pagarán el precio”, proclamó ante la multitud.
En su mitin de cierre de campaña, el sábado en Estambul, calificó así a quienes han difundido en Internet el contenido de una reunión secreta del Gobierno sobre la guerra de Siria. “Hay que darles en las urnas la lección que se merecen: una bofetada otomana”, advirtió, sin mencionar en ningún momento a sus antiguos aliados del movimiento islámico de Fetullah Gulen. Su nuevo éxito en las urnas será sin duda esgrimido por sus fieles para argumentar que los votos han redimido a Erdogan del desgaste causado por las protestas sociales y las acusaciones de corrupción.
En segundo lugar figuraba anoche en el escrutinio provisional el Partido Republicano del Pueblo (CHP, socialdemócrata laico), con un 28% de los votos nacionales, y que mantuvo su tradicional control sobre el Ayuntamiento de Esmirna. Sus candidatos en Ankara y Estambul se proclamaron también ganadores, aunque los resultados parciales les situaban por detrás del AKP, en un claro indicio de que intentarán impugnar los comicios por presuntas irregularidades.
El Partido del Movimiento Nacionalista (MHP, conservador religioso), logró un 15% de los sufragios y varias grandes alcaldías en Anatolia, aunque en los bastiones islamistas, como Konya, la victoria del AKP fue aplastante (63%). Y con apenas un 4% del electorado nacional, el Partido de la Paz y la Democracia (BDP), mantuvo su hegemonía en los municipios del sureste (55% en Diyarbakir), donde se concentra el voto nacionalista del Kurdistán turco. El partido prokurdo parece salir reforzado tras el cese de la violencia de la guerrilla del PKK y la retirada de sus combatientes al norte de Irak.
Erdogan, de 60 años, afronta ahora con el respaldo de las urnas hacer realidad su sueño, públicamente confesado, de permanecer en primera línea de la política hasta 2023, coincidiendo con el centenario de la fundación de la República de Turquía por Mustafá Kemal Atatürk. Su mandato como primer ministro concluye en junio de 2015, y según los vigentes estatutos de su partido no podrá presentarse a la reelección para lograr un cuarto mandato. Pero antes podrá optar a la presidencia de la República, que su compañero de partido Abdulá Gül dejará vacante el próximo mes de agosto. Un cargo de alto prestigio, pero con escaso peso político por sus escasas atribuciones si antes no se reforma la actual Constitución, que hace recaer el poder efectivo sobre el Parlamento y el jefe del Ejecutivo.
Visiblemente agotado y con la voz rota tras la dura campaña que ha protagonizado, Erdogan votó al mediodía en el distrito de Uskudur, en la parte asiática de Estambul. Un cambio de última hora —se inscribió en un colegio distinto al que había acudido en anteriores comicios—, le libró de tropezarse con dos feministas del grupo Femen, que se encaramaron a la mesa electoral con el torso desnudo para mostrar la inscripción: “Fuera Erdogan”.
El primer ministro votó apaciblemente y rodeado de partidarios que coreaban a su paso: “Eres el orgullo de Turquía”. “Las urnas dirán la verdad en la historia, todo lo que ha ocurrido antes será solo una nota a pie de página”, se limitó a responderles, en una nada velada alusión a las acusaciones de corrupción que han esgrimido sus rivales políticos. El principal líder de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu, del CHP, le replicó desde Ankara al depositar su voto: “Los turcos quieren votan por una democracia verdadera, nosotros vamos a limpiarla”.
La jornada electoral no estuvo exenta de violencia. Ocho personas murieron en dos provincias fronterizas con Siria en enfrentamientos entre clanes rivales turcos y kurdos. Y una agresión protagonizada por medio centenar de partidarios del partido gubernamental contra opositores del CHP se saldó en Ankara con una docena de heridos.
Deriva autoritaria.
• El brutal desalojo policial de un grupo de ecologistas y ciudadanos que protestaban contra la destrucción del parque de Gezi en el centro de Estambul hace estallar una protesta popular sin precedentes contra el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, a finales de mayo. Durante más de tres semanas, cientos de miles de personas se echaron a las calles en todo el país en unos disturbios que se saldaron con 8 muertos, 8.000 heridos y 5.000 detenidos.
• En noviembre, el Gobierno declara la guerra a sus antiguos aliados islamistas del movimiento Hizmet (servicio), encabezado por el clérigo musulmán Fetullah Gulen, autoexiliado en EE UU desde 1991.
• Más de 80 personas próximas al AKP, entre ellas los hijos de tres ministros, en una redada anticorrupción contra altos cargos y empresarios el 17 de diciembre de 2013. La policía halla 4,5 millones de dólares en efectivo escondidos en una caja de zapatos en el domicilio del presidente de un banco.
• Dimiten, el 25 de diciembre, los tres ministros cuyos hijos han sido arrestados horas antes de que Erdogan anuncie la destitución de la mitad de los miembros de su Gobierno. La lira turca se desploma.
• El Parlamento, en el que el AKP cuenta con mayoría absoluta, aprueba el 5 de febrero el control del Ejecutivo sobre Internet sin autorización judicial. Diez días más tarde, la Cámara reforma el sistema de elección de los miembros del órgano de dirección del Poder Judicial.
Comentarios
Erdogan somete a plebiscito en las municipales sus once años en el poder.
El voto de castigo en Turquía planea sobre unas elecciones marcadas por las protestas.
Mitin del principal partido de la oposición CHP este sábado en Estambul.
Son solo unas elecciones locales. Pero los medios de comunicación las viven como un plebiscito en un clima de alta tensión política marcada por las protestas populares y losescándalos de corrupción. Muchos en Turquíase preguntan si se ha agotado el ciclo de poder del islamista Recep Tayyip Erdogan. Si sus 11 años de gobierno, jalonados por tres mayorías absolutas consecutivas, superarán este domingo el examen de las urnas en grandes urbes como Ankara y Estambul. Estas son algunas de las claves de la batalla electoral.
» La explosión de descontento. Una cuestión tan municipal como la demolición del parque de Gezi, en el centro de Estambul, desató en mayo del año pasado la mayor ola de protestas contra el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) de Erdogan. Cientos de miles de personas se echaron a la calle por todo el país en unos disturbios que acabaron cuestionando el liderazgo del primer ministro en una polarización sin precedentes. “La mayor parte del electorado está dividido”, destaca el columnista de Today´s Zaman Yavuz Baydar. “Eso implica una mayor disensión social, menos puentes que antes (…) y votar contra Erdogan más que a favor de otros”.
» La deriva autoritaria. Elegido alcalde de Estambul en 1994, Erdogan supo granjearse la fama de buen gestor de la ciudad. Como gobernante desde 2003, ha llevado a Turquía a las puertas de la Unión Europea, con la que negocia su adhesión desde 2005, y casi ha triplicado durante su mandato la renta per cápita de sus 77 millones de habitantes. Fue ratificado en las urnas por última vez en las legislativas de 2011 con el 50% de los votos. Pero sus detractores insisten en que pretende imponer a los sectores laicos de la población su visión islámica.
» La ruptura con su principal aliado. Desde su llegada efectiva al poder, Erdogan no ha dejado de ser acusado de tener una “agenda oculta” de reislamización de la República fundada por Atatürk. Pero su verdadera directriz secreta parece haber sido el nacionalismo autocrático. Preocupados por la gestión intolerante del primer ministro ante la explosión de ira popular de Gezi, algunos de sus partidarios, como el movimiento islámico Hizmet (Servicio, en turco) le dieron la espalda. Fundada por el clérigo Fetullah Gulen, esta cofradía musulmana bien implantada en la justicia y la seguridad del Estado contribuyó a privar a los militares de su tradicional tutela sobre el poder civil en Turquía.
» Los escándalos de corrupción. Más de ochenta personas, entre ellas los hijos de tres ministros, fueron detenidas el pasado 17 de diciembre durante una redada anticorrupción en la que muchos vieron la mano del movimiento de Gulen. Una semana después, Erdogan destituyó a la mitad de los miembros de Gobierno. Desde entonces, más de 6.000 funcionarios —jueces, policías, fiscales…— han sido apartados de sus cargos en una operación de purga de los seguidores de Hizmet infiltrados en la Administración.
» La mordaza. A partir de febrero, Internet y las redes sociales han entrado en ebullición en Turquía. Raro es el día en el que no se filtran grabaciones con escándalos que salpican al jefe de Gobierno y a su entorno, como su hijo Bilal Erdogan. En un nuevo giro autoritario, el Gobierno turco ha bloqueado el acceso a YouTube y a Twitter. Pero con escaso éxito. Hasta las estrategias secretas de Ankara frente al conflicto sirio acaban de ser aireadas en la red. “Se trata de una violación de la seguridad nacional”, advierte el analista político Akin Özcer, “que al final puede significar algún punto más en las urnas para el AKP”.
» Los sondeos. Cualquier resultado inferior al 39% de los sufragios nacionales que obtuvo el AKP en las municipales de 2009 será interpretado ahora como un castigo a Erdogan y condicionará su intención de presentarse a las presidenciales del próximo agosto, las primeras en las que los turcos elegirán directamente a su jefe de Estado.
Erdogan no quiere cambiar la hora.
El primer ministro turco ha virado desde el pragmatismo para garantizarse una base electoral conservadora.
Recep Tayyip Erdogan vota este domingo en Estambul.
Turquía no cambió este domingo al horario de verano, como hicieron los países de la Unión Europea a la que aspira a pertenecer. El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan no adelantó esta vez el reloj en la madrugada del domingo con el pretexto de no perturbar el desarrollo de una jornada electoral en la que, como de costumbre, estuvo prohibida la venta de alcohol. Pero la era de hegemonía política de Erdogan, que arrancó hace 20 años al conquistar la alcaldía de Estambul y que culminó con tres mayorías absolutas consecutivas en el Parlamento a partir de 2002, tendrá que ajustarse forzosamente al calendario que le marcan las urnas: comicios presidenciales, en agosto, y legislativos, como muy tarde en junio de 2015.
El poder municipal es la base de toda la acción política en una Turquía donde persisten las redes clientelares de tradición otomana y en la que los Ayuntamientos controlan los servicios sociales. El auge del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan se asienta precisamente en esas dos décadas de control de las áreas metropolitanas de Estambul y Ankara y de las grandes ciudades del interior de Anatolia. En vísperas de las municipales, los consistorios del AKP se han afanado en repartir combustible, alimentos y medicinas dentro de sus programas sociales. Con el mismo esmero con el que organiza en los barrios populares las comidas que ponen fin al ayuno durante el Ramadán, la formidable maquinaria electoral islamista se ha encargado de recordar a los votantes más desfavorecidos de dónde procede la ayuda.
Por eso Erdogan ha tenido que esperar a las elecciones locales para medir sus fuerzas antes de decidir si afronta el desafío de convertirse el próximo verano en el primer presidente de la República elegido directamente por los ciudadanos (hasta ahora el jefe del Estado era designado por el Parlamento). El AKP obtuvo los 50% de los sufragios en las últimas legislativas, celebradas en 2011. Pero el desgaste sufrido por el primer ministro tras la explosión de protestas ciudadanas del año pasado y la ola de escándalos de corrupción que le salpican en los últimos meses parecen haberle alejado del listón de popularidad que le garantiza el acceso al palacio presidencial de Çankaya en Ankara.
También es previsible que Erdogan intuya el final del ciclo de crecimiento y bonanza que han marcado, con la excepción de la crisis global de 2009, sus 11 años al frente del Gobierno. El ministro de Finanzas, Mehmet Simsek, acaba de reconocer que el Gobierno se replantea a la baja sus previsiones de crecimiento para 2014. Tras un incremento del PIB del 9% en 2012 –en línea con el desarrollo experimentado por Turquía en la última época–, se estima que la tasa correspondiente a 2013, que debe ser confirmada oficialmente el lunes, se sitúe en un 4%. El clima de inestabilidad generado por las tensiones sociales y los casos de corrupción han obligado al Gobierno a subir los tipos de interés para impedir que la lira turca se siga desplomando frente al dólar y el euro.
De la mano del actual presidente turco, Abdulá Gül, y de otros dirigentes religiosos moderados, Erdogan fundó en 2001 el AKP para convertirse en alternativa sólida de poder. Para ello reunió a sectores conservadores y nacionalistas desencantados del modelo de coaliciones ineficientes y débiles que imperaba en Turquía tras el golpe militar de 1980 junto a los supervivientes del islamismo político que ejerció efímeramente el poder entre 1996 y 1997 en el Gobierno de Necmettin Erbakan, forzado a dimitir por un golpe militar "blando". El propio Erdogan fue entonces apeado de la alcaldía de Estambul, condenado por "incitar al odio religioso" –leyó en público unos versos otomanos que equiparan a "minaretes y bayonetas"– y encarcelado durante varios meses.
En una especie de compromiso histórico a la turca, el pragmatismo de las propuestas reformadoras del AKP atrajo a muchos votantes laicos y liberales que no compartían su ideología, pero que veían en Erdogan al líder capaz de devolver a los militares a los cuarteles, desarrollar la economía y acercar Turquía a Europa al tiempo que se consolidara como potencia regional emergente. Lo hizo. Y por ello las urnas le recompensaron con mayorías parlamentarias sin precedentes.
El primer ministro turco sabe que ya no cuenta con esos votos prestados desde los sectores laicos y pro occidentales. Desde hace tiempo se ha centrado en consolidar su base electoral más tradicional y religiosa, que sigue siendo mayoritaria en las zonas rurales de Anatolia y en las barriadas de aluvión de las grandes ciudades. Pero la deriva autoritaria de su Gobierno –a imagen y semejanza de un chavismo que mima a las capas sociales que le aúpan en las urnas e ignora a las élites que no conciben crecimiento sin libertades– ha acabado por polarizar a la sociedad turca hasta el límite de la ruptura. Así que Erdogan no ha cambiado la hora del reloj de su ideología, pero las hojas del calendario pasan, tarde o temprano, para los líderes que solo gobiernan para seguir en el poder.
Un saludo