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ELECCIONES MUNICIPALES EN FRANCIA.
Los socialistas franceses sufren una derrota histórica en las municipales.
El centro derecha arrebata al PS docenas de grandes ciudades y varios bastiones históricos.
El Frente Nacional gana al menos 11 alcaldías, aunque no logra conquistar Perpiñán y Aviñón.
El nuevo alcalde del Frente Nacional de Henin-Beaumont, Steeve Brioris (segundo por la derecha), posa con la líder de su partido, Marine Le Pen (detrás de él).
La segunda vuelta de las elecciones municipales en Francia ha confirmado este domingo las peores previsiones para François Hollande y el Partido Socialista. Con una abstención récord, cercana al 37,3%, casi cuatro puntos más que en 2008, y una elevada tasa de votos nulos, los datos provisionales dibujan un monumental voto de castigo para los socialistas, con un 40,57% de los votos, que logran mantener París pero pierden docenas de ciudades –Toulouse, Bastia, Ajaccio, Pau, Tours, Angers, Reims, Quimper, Saint-Ettiene...– a manos del centroderecha. La alianza de la conservadora UMP con los centristas de la UDI y de MoDEM emerge de las urnas como vencedora indiscutible, con un 45,91% de los votos, y permite a una derecha dividida y lastrada por los escándalos a recuperarse de las derrotas sufridas en las presidenciales y las legislativas de 2012.
El Frente Nacional se convierte por primera vez en una pujante fuerza política local al conseguir al menos 11 alcaldías (14 en total ha obtenido la extrema derecha); es su mejor resultado en sus 42 años de historia y un indudable éxito personal de Marine Le Pen, ya que el partido no consiguió ninguna alcaldía en 2008. El ascenso de la ultraderecha, que obtiene un 6,84% de los votos, solo ve limitada la resonancia de su crecimiento al no lograr imponerse en Perpiñán, Aviñón –donde gana la candidata del Partido Socialista– y Forbach, tres ciudades que de haber caído en manos de Le Pen se habrían convertido en el símbolo de una nueva era.
El descontento del electorado con el Ejecutivo socialista y la impopularidad récord de su líder, François Hollande, se manifiestan en esta segunda vuelta con más nitidez que hace una semana. Los malos resultados del primer turnono han conseguido movilizar a los votantes de izquierda en las grandes ciudades, y el PS sale hundido de las municipales de mitad de mandato, al perder ante la derecha al menos 155 localidades de más de 9.000 habitantes.
Solo la victoria de Anne Hidalgo en París ante la aspirante de la UMP, Nathalie Kosciusko-Morizet, y el rescate de Aviñón ante el avance del candidato del Frente Nacional han servido de consuelo en una jornada dramática para los socialistas, que han comparecido serios y circunspectos al cierre de los colegios electorales.
El primer ministro, Jean-Marc Ayrault, que muy probablemente será el chivo expiatorio de la derrota, ha estado a punto de dimitir durante su alocución en directo, pero sus consejeros le han convencido en el último minuto de no hacerlo.
La portavoz del Gobierno,Najat Vallaud-Belkacem, ha admitido que los resultados son “malos y decepcionantes” y ha prometido que el Gabinete bajará los impuestos a las familias para acometer una política de más justicia social, pero no ha querido aclarar cuándo abrirá Hollande la inevitable crisis de Gobierno. La impresión es que el presidente anunciará su nuevo gabinete en las próximas horas.
Ségolène Royal, excandidata a las presidenciales, y hoy con legítimas aspiraciones a formar parte del nuevo equipo, ha dicho que las urnas habían enviado “una advertencia muy severa, que debe ser escuchada”.
El líder del frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, ha afirmado que “la política de Hollande, su viraje a la derecha, su alianza con la patronal y su sumisión a las políticas de austeridad europeas han desembocado en un desastre”.
En enero, Hollande abandonó el discurso y la estrategia que le llevaron a ganar las presidenciales y abrazó sin rubor las recetas neoliberales ofreciendo un pacto por el empleo a la patronal y un recorte del gasto público de 50.000 millones en tres años.
La lista de grandes ciudades que basculan desde el PS al centroderecha tiñe netamente de azul el mapa electoral, e incluye bastiones históricos del socialismo como Roubaix, Angers, Toulouse, Limoges (en manos de la izquierda desde 1912), Quimper o Bastia. El PS pierde también a manos de las listas de centroderecha Saint-Etienne, Reims, Anglet y Pau, donde se impone el dirigente centrista, François Bayrou, con el 63% de los votos.
A estos desastres hay que sumar la catástrofe del candidato socialista en Marsella, que continúa en manos de la UMP, y la victoria de un disidente del PS en La Rochelle. Estrasburgo, Lille y Dijon resisten el vuelco del clima de opinión y permanecen en poder de la izquierda. En Grenoble, los ecologistas se apuntan su mayor victoria, también a costa de sus aliados en el Gobierno del PS.
El hundimiento socialista es especialmente llamativo porque el centro-derecha no llegaba a la cita en una situación especialmente boyante. La Unión por un Movimiento Popular (UMP) está dividida, no tiene un líder claro y ha vivido una impresionante serie de escándalos en las últimas semanas: presunto desvío de fondos del presidente del partido, Jean-François Copé; grabaciones piratas del asesor áulico Patrick Buisson a Nicolas Sarkozy, y escuchas judiciales al ex jefe del Estado, implicado en seis casos de corrupción.
Copé ha reivindicado la amplia victoria de los suyos afirmando que Francia había vivido una “ola azul”. El líder, contestado por la mitad fillonista del partido, ha sacado pecho y ha exigido a Hollande un cambio de política fiscal y más concreción en la lucha contra el paro. Además, ha presumido de haber llevado al mayor triunfo en unas municipales al partido fundado en 2002. “El primer partido de Francia es la UMP”, ha dicho.
El renovado mensaje populista, patriota y antisistema de Le Pen sale también reforzado, y su aspiración de liquidar el bipartidismo empieza a confirmarse. El FN aspiraba a ganar una quincena larga de alcaldías, y obtiene al menos 14 –el número más alto de su historia–. Su conquista más llamativa es Béziers, desde hace 20 años en manos de la UMP, que tendrá como alcalde al inefable periodista Robert Ménard, antiguo presidente de Reporteros sin Fronteras pasado a la extrema derecha.
La presidenta del FN se ha felicitado por el resultado, lo ha calificado como el “inicio de una nueva etapa”, ha anunciado que su partido tendrá al menos 1.200 concejales y ha dado por comenzada la campaña para las europeas de mayo acusando a sus dos grandes rivales de ser “marionetas en manos de la Comisión Europea”.
Otras ciudades donde gobernará el FN son Fréjus –localidad del sur del país donde esta noche se han producido incidentes callejeros–, Cogolin, Viliers-Cotterets, Le Luc, Beaucaire y Hayange, que con Hénin-Beaumont, la ciudad norteña ganada en la primera vuelta, medirán el grado de responsabilidad de un partido que se declara listo para gobernar. “Hemos logrado el mejor resultado de nuestra historia”, ha proclamado el dirigente Florian Philippot tras caer derrotado ante el candidato del PS en la villa obrera de Forbach, cerca de la frontera alemana.
El FN presentaba 597 listas electorales, que cubren algo menos un tercio del censo total. Así y todo, la formación recoge el 9% del total de los votos nacionales. Unos 44,8 millones de electores estaban inscritos para elegir a los alcaldes y concejales de los 36.700 municipios del país.
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Marine Le Pen quiere ser Evita.
La líder del FN, que este domingo puede lograr un triunfo histórico, trata de esconder la xenofobia.
Hollande teme una debacle.
El programa político del Frente Nacional (FN), que este domingo afronta la segunda vuelta de las municipales francesas y puede conquistar una quincena de alcaldías, prevé abolir el euro y salir de la Unión Europea, reprimir al máximo la inmigración, restablecer la pena de muerte, aumentar la presencia policial en las calles, refutar los principios de la Convención Europea de Derechos Humanos, prohibir las manifestaciones a favor de los sin papeles, reducir el derecho de asilo, acabar con las naturalizaciones de extranjeros y con la doble nacionalidad.
Pese a la carga ultranacionalista y xenófoba de ese ideario, Marine Le Pen, presidenta del FN desde 2011, lleva tres años intentando edulcorar la imagen de su partido. Primero le dio una denominación y una coloración nueva, Rassemblement Bleue Marine (Unidad Azul Marine), después se fue a ver a los líderes de la comunidad judía para asegurarles que el FN condenaba el Holocausto, y más tarde anunció que demandaría en los tribunales a todo el que dijera que el FN es de extrema derecha.
Esta semana, tras obtener unos resultados históricos en el primer turno de las municipales —más de 400 concejales elegidos, y previsión de obtener más de mil en total—, Marine Le Pen ha dado un paso más en su estrategia de desdiabolización al declarar que el partido fundado por su padre, el paracaidista Jean-Marie Le Pen, en 1972, “es un gran movimiento patriota que se opone a otro bloque político, compuesto por la conservadora UMP y el Partido Socialista”.
“No somos ni de derechas ni de izquierdas, porque el mundo es hoy mucho más complejo que todo eso”, afirma la eurodiputada, que asume la denominación “peronismo a la francesa” y se promueve para ser una especie de cruce posmoderno entre Evita Perón y Juana de Arco: protectora y proteccionista, cercana a los pobres y a los excluidos, enemiga de las élites, contra la austeridad que imponen Bruselas y la globalización financiera, madre única cristiana de un país harto de la clase política y asustado por presuntas invasiones musulmanas, gitanas, extranjeras.
La implantación local es la base de la conversión del FN en alternativa de poder. Hace ocho meses, Le Pen creó una célula para captar y formar candidatos para las municipales. Logró presentar listas en 597 ciudades, y cubrir un tercio del censo total de 44 millones de habitantes. La estrategia ha sido crear círculos concéntricos alrededor de las zonas donde el FN estaba ya bien implantado.
El modelo es Hénin-Beaumont, concejo de la deprimida cuenca minera del norte en el que la presencia del PS y la UMP es apenas testimonial. Le Pen lo eligió como feudo hace unos años, y en 2012 perdió allí las legislativas ante Jean-Luc Mélenchon, el líder del Frente de Izquierda, por un puñado de votos. Ahora el FN ha conseguido la alcaldía en el primer turno, por primera vez en 40 años de historia, pero además ha presentado candidatos en una quincena de pueblos cercanos. Los candidatos han dejado atrás la ideología para hacer propuesta concretas: mejores servicios, bajadas de impuestos, cumplir las promesas.
El partido, que ha cuadruplicado sus militantes y hoy tiene 70.000, prevé crecer aun más a partir de los concejales y alcaldes que consiga elegir hoy. Lo que hace mucho más peligrosa a Le Pen que a su padre es su ambición. Su objetivo ya no es tomar el poder desde arriba —ganando las presidenciales—, ni ser una voz más o menos folclórica o una portavoz antisistema.
Le Pen aspira a crear un partido nacional de masas apoyándose en un efecto bola de nieve: con solo dos diputados, su idea es gobernar y ser oposición en pueblos y ciudades, multiplicar por dos el número de eurodiputados en las europeas de mayo, tener presencia en las senatoriales y cantonales del año próximo, y presentarse a las presidenciales de 2017 con posibilidades de colarse en la segunda vuelta como hizo su padre en 2002. Con Nicolas Sarkozy y François Hollande desaparecidos, y sus partidos convertidos en una sombra, el proyecto cada vez parece menos descabellado.
Louis Aliot, vicepresidente del FN, compañero sentimental de Le Pen y favorito para lograr hoy la alcaldía de Perpiñán, cree que el presente y el futuro del partido son mejores que los de sus adversarios. “El bipartidismo ha muerto. La etapa de desdiabolización ha terminado. La mayoría de los franceses ya no nos ve como un partido extremista, sino como la imagen de Francia”, dice.
Exprofesor de Derecho Constitucional, Aliot es el director del club Ideas & Nación, creado en 2011, que hace las veces de think tank del partido, y el ideólogo de la refundación del Frente Nacional. Su análisis es que el FN “está en camino de convertirse en un movimiento joven y moderno llamado a gestionar el país”.
Le Pen ha decidido emprender la toma del poder desde abajo. Y lo que hace años parecía un sueño, ganar votos entre los inmigrantes o en zonas tradicionalmente hostiles como Bretaña o Normandía, empieza a hacerse realidad. El tiempo dirá si Marine-Evita-Juana de Arco se sale finalmente con la suya.
Hollande teme una debacle.
El voto de castigo y la abstención histórica de la primera vuelta (36,5%, la cifra más alta desde 1949) han puesto al Partido Socialista y al presidente, François Hollande, en estado de alarma. La crisis de Gobierno es solo cuestión de tiempo, y todo hace pensar que Hollande cambiará de primer ministro antes de las europeas y nombrará al barcelonés Manuel Valls, actual ministro del Interior. Los socialistas solo confían ya en evitar una catástrofe. Más de 100 ciudades mayores de 10.000 habitantes pueden pasar del PS a la UMP (Unión por un Movimiento Popular). Tras fracasar en Marsella, donde el candidato socialista llegó tercero en el primer turno, algunos temen incluso la pérdida de París, aunque la victoria final de Anne Hidalgo sigue pareciendo segura.
El riesgo de que el PS sufra un vuelco en Toulouse, Estrasburgo, Reims, Saint-Etienne y Metz es bastante más alto, y de producirse sería un símbolo evidente de que la desafección de los votantes de izquierda hacia la mayoría de gobierno es muy profunda. En Montpellier y Grenoble, los socialistas se arriesgan a una derrota contra candidatos disidentes y ecologistas, lo que prueba que la gestión del partido es tan frágil como la del Ejecutivo.
La victoria global del centro derecha, que llegó a la cita electoral cargado de escándalos de corrupción, tendrá que medirse con los resultados del Frente Nacional en Perpiñán y Aviñón, donde sus candidatos parten con ventaja y podrían ofrecer a Marine Le Pen dos triunfos de resonancia internacional.
En todo caso, será en las europeas de mayo cuando se aprecie realmente cuál es la potencia de fuego del partido de ultraderecha y hasta dónde llega el hundimiento del Partido Socialista.
Hidalgo se convierte en la primera alcaldesa de París.
La candidata socialista, de origen español, gana con el apoyo de Los Verdes tras el susto de la primera vuelta.
Anne Hidalgo festeja el triunfo que le convierte en alcaldesa de París.
La socialista Anne Hidalgo, con doble nacionalidad francesa y española, se ha convertido este domingo en la primera alcaldesa de París en la historia al vencer con un 53,34% frente a otra mujer, la conservadora Nathalie Kosciusko-Morizet, que ha quedado a nueve puntos, con un 44,06%. Hidalgo salvaba así de la quema socialista a la capital francesa. “Seré la alcaldesa de todos los parisienses”, ha asegurado Hidalgo cuando ha comparecido para proclamar su histórica victoria electoral. Se trata de “la victoria de la izquierda fiel a sus valores”, ha destacado. “Soy consciente del desafío que representa el hecho de ser la primera mujer alcaldesa de París”, ha añadido.
La teniente del alcalde saliente, Bertrand Delanoë, candidata a su sucesión, ha pasado de “clara favorita” al inicio de la campaña a “matemáticamente favorita”. En la primera vuelta, la conservadora Nathalie Kosciusko-Morizet concluyó ligeramente en cabeza y predecía una batalla más ajustada que la inicialmente prevista. La nueva alcaldesa de París, la primera mujer al frente de la capital francesa, será elegida oficialmente el próximo sábado 5 de abril por los consejeros de París, a los que votaron esta noche los parisienses.
El equipo de Hidalgo, que se ha dado cita en la plaza del Ayuntamiento ya entrada la noche, celebraba una “victoria aplastante de la socialista”, ante su rival conservadora, la exministra y exportavoz de Nicolas Sarkozy, Nathalie Kosciusko-Morizet. El resultado final ha quedado por debajo de las estimaciones iniciales que le daban casi 10 puntos de ventaja.
La socialista contaba con el respaldo de Los Verdes, la tercera fuerza más votada en primera vuelta, un grupo con el que pactó a principios de semana. Los expertos sostienen que ha logrado atraer al electorado de la izquierda radical. Se podría haber beneficiado también de una participación al alza, a contracorriente del resto del país, que se ha situado en el 58,41%, dos puntos por encima que en los anteriores municipales de 2008.
En el centro de la batalla por la capital se encontraban algunos centros urbanos clave. En París, los electores votan por distritos —20 en total—, cada uno con un número de concejales, determinado por los habitantes, y un alcalde de barrio. Al margen de los grandes bastiones de la derecha al oeste de la ciudad y los de la izquierda al este y el norte, todas las miradas estaban puestas en el distrito XIV, al sur, en el que se presentaba Kosciusko-Morizet, que ha perdido por el 46,9% frente al 53,1% de su rival, Carine Petit, según el escrutinio final. Hidalgo apoyaba a Petit.
La primera visita prevista en la agenda de Hidalgo es este martes, cuando tiene previsto acudir a la inauguración de la exposición Paris 1900 en el Grand Palais de París, acompañando a su mentor. Su nombramiento oficial, si los resultados definitivos lo confirman, será el sábado por la mañana después del voto de los consejeros elegidos en los comicios de este domingo.
Hidalgo, de 54 años, nacida en San Fernando, en la provincia de Cádiz, descendiente de exiliados republicados por la Guerra Civil, ha sido la teniente del alcalde Delanoë durante sus 13 años al frente de la alcaldía. Primero estuvo encargada de la igualdad entre hombres y mujeres y luego de urbanismo y arquitectura. Portavoz de Martine Aubry, reelegida este domingo alcaldesa de Lille y con la que trabajó durante las primarias socialistas que ganó François Hollande, anunció su intención de presentarse a la alcaldía hace ya año y medio. “No llegué aquí para ser alcaldesa, pero la ilusión se completa ahora…”, relató a este diario en una entrevista durante la campaña.
La abstención, en particular del electorado decepcionado con el presidente François Hollande, era la principal preocupación de la socialista, que ha puesto un énfasis particular en el llamamiento a acudir a las urnas. Los malos datos del empleo publicados durante la semana, el nuevo pico de contaminación alcanzado el jueves y la poca calidad del debate celebrado entre las dos vueltas por las dos candidatas no eran un buen presagio.
París, antiguo bastión de la derecha que sirvió de base en sus asaltos al Elíseo al expresidente conservador Jacques Chirac, había hecho gala desde la llegada de Delanoë de una buena implantación de la alianza izquierda-ecologista. En las presidenciales, el socialista François Hollande logró el 55,6% de los votos en la capital, cuatro puntos por encima de su media nacional. Aunque los socialistas hayan logrado mantener la capital, simbólicamente clave y casi una obligación para evitar la debacle, la votación municipal, más disputada que lo previsto, demuestra que no ha sido inmune al voto sanción.